La hueseña centenaria Antonia sopla 102 velas
Nacida en Huesa en 1917, vive en la residencia de mayores de Quesada, y una frase habitual suya es: «no me duele nada»
JOSÉ ANTONIO GARCÍA-MÁRQUEZ
Viernes, 1 de marzo 2019, 16:22
Vino al mundo el año en el que las protestas desencadenadas por la escasez de pan acabaron en Rusia con el imperio del zar Nicolás ... II, acontecimiento que obsesionó al Rey Alfonso XIII de tal manera que, atemorizado por el golpe revolucionario que preparaba el movimiento obrero en España, suspendió las garantías constitucionales. Se llama Antonia Mártil Guerrero, nació en Huesa en 1917 y el pasado 19 de febrero celebró su 102 cumpleaños en la Residencia de Mayores Francisco Ortiz, de Quesada.
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En la fiesta Antonia se encontraba familiarmente arropada por su hijo Baldomero y su nuera Valentina. En su casa de Huesa había venido viviendo los últimos años, hasta que cumplió los cien y tuvo que ingresar en la residencia quesadeña. La cercanía entre una localidad y otra y la necesidad de verla a diario permite que cada día se encuentre con sus hijos y pasen buenos ratos juntos.
Antonia tiene la visión perdida, el oído débil y la movilidad condicionada a una silla de ruedas, sin embargo su corazón es fuerte y la lucidez viene y va, pero cuando viene permite descubrir a una mujer de carácter firme, con genio y temperamento, de ideas claras.
Viuda desde hace 14 años, madre de 7 hijos de los que viven 5, con 33 nietos y 15 bisnietos, nuestra centenaria ha tenido una vida dura: «Salvo 35 años que vivieron en San Feliú de Llobregat (Barcelona), mis padres siempre estuvieron en Huesa, trabajando en el campo, segando, espigando, pastoreando, cogiendo esparto o aceituna. No solo sacaron adelante a los 7 hijos, también a otros familiares que vivían con ellos».
Fruto de una generación que pasó por la vida de forma callada, ejemplo de fe, lealtad y amor, Antonia superó un tumor maligno cuando tenía 60 años: «Ni quimio ni nada, en un par de semanas se recuperó. Ahora tiene una analítica envidiable, propia de una persona joven», dice su hijo.
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Ganchillo
Desconoce lo qué son calmantes para el reuma, dormidinas para el sueño, vacunas contra la gripe. Con una sonrisa en la que se adivina cierta picardía repite su expresión favorita: «No me duele nada». En su mirada apagada, sin embargo, asoma la nostalgia cuando evoca esos momentos cotidianos que la contundencia de los años encerraron en el sótano de la historia: «Ya no puedo hacer ganchillo, escuchar la radio o regar las macetas».
Junto a la tarta y a la bandeja de dulces que le ha traído su hijo y al ramo de flores regalo de la residencia, Antonia da su cabezada habitual de la tarde, desde la confianza de que dentro de un año celebrará el 103 cumpleaños. «En la residencia de Quesada está bien atendida. Nos costó dar el paso y si lo hicimos fue por una cuestión grave en nuestra salud. No nos arrepentimos, porque aquí hay unos profesionales maravillosos», expresa Valentina.
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