Esclava Aixa saliendo del Castillo de Alcaudete.

Alcaudete y la puerta de la Traición

Lugares de leyenda ·

Situado a los pies de la sierra Ahillos en el extremo sur-occidental de la provincia de Jaén en la encrucijada de caminos que unen Córdoba, Granada y Jaén, Alcaudete ha desempeñado un papel estratégico a lo largo de la historia

JOSÉ MANUEL FERNANDEZ

Jueves, 29 de julio 2021, 01:01

Publicidad

En la cumbre del cerro se sitúa uno de los castillos más importantes y mejor conservados de la provincia. De alcázar islámico pasó a ser ... fortaleza de la Orden Militar de Calatrava, motivo por el que los calatravos edificaron una imponente fortaleza conocida como inexpugnable y nunca conquistada por la fuerza de las armas. El buen estado de conservación de las estructuras defensivas y una cuidada restauración han convertido el Castillo de Alcaudete en uno de los puntos de parada obligada dentro de las Rutas de los Castillos y Batallas del Califato.

Los lugares y monumentos que podemos visitar son la iglesia de Santa María la Mayor, el Centro de Interpretación de la Orden Militar de Calatrava, la fuente de la Villa, la casa del Almirantazgo o Casa de los Leones, la iglesia de la Encarnación y un largo etc.

En cuanto alojamientos, Alcaudete posee una amplia red para poder visitar con comodidad el conjunto monumental y el patrimonio natural. Estos alojamientos gozan de gran calidad y ofrecen un magnífico servicio.

La gastronomía de toda la comarca gira en torno al aceite de oliva, de hecho, existen una gran variedad de olivos, entre ellos el 'carrasqueño' del que se obtiene un aceite exquisito. Platos como la alboronía, el salmorejo, relleno de carnaval, patatas al caldillo, naranjas en aceite hacen la delicia de los comensales.

Publicidad

Alcaudete es tierra de frontera y leyenda…

Corría el año 1408 cuando el sultán nazarí Muhamad VII puso cerco a la ciudad de Alcaudete con siete mil caballeros, doce mil peones y numerosas máquinas de guerra. Estableció su campamento en el Ruedo Alto y la tienda del rey donde en la actualidad está la Cruz de Piedra que recuerda tal hecho. En el lado castellano Martín Alonso de Montemayor, su hermano don Diego y el comendador de Martos, todos ellos defendiendo la fortaleza con sus hombres. Años atrás había pertenecido con orgullo a los monjes-guerreros de la Orden de Calatrava que defendieron este enclave fronterizo, pero ahora les tocaba a ellos, los nobles castellanos medir sus fuerzas con el sultán nazarí.

Las primeras andanadas de sarracenos no se hicieron esperar y tras despuntar el sol atacaron la fortaleza tres veces siendo inútil su esfuerzo en conquistar el enclave. Tras la puesta del sol, Muhamad VII se reunió con sus jefes para buscar el sitio más vulnerable y menos defendido y así poder hacerse con el castillo. Nadie pudo dar una respuesta satisfactoria al sultán, el revuelo fue grande y el enojo de Muhamad VII, superior. Mientras todos cavilaban buscando una solución, el consejero Yusuf, un personaje siniestro vestido con un albornoz, propuso que solo si abrían la puerta desde el interior la empresa llegaría a buen fin. Todos rieron de la fantasiosa idea del consejero, pero el sultán muy serio preguntó.

Publicidad

— ¿Y cómo pretendes que nos abran las puertas?

—Solo hay que confiar en Alá…y en Yasmín.

— ¿Quién es Yasmín?

—Una sobrina mía que bautizaron por la fuerza los perros cristianos cuando la capturaron en una algarada. Ella es la que se ha puesto en contacto conmigo para abrirnos una puerta ubicada en un recóndito lugar y custodiada por un solo soldado. Esta noche un reducido grupo de hombres escogidos podrán penetrar y abrir las puertas principales al grueso de la tropa que esperará en el lugar escogido.

Al sultán le pareció bien y dio órdenes para que se ejecutase.

Y así fue como a medianoche Yasmín, que había seducido al soldado de guardia, aprovechó la ocasión para clavar una daga en el cuello de su víctima. De imprevisto, apareció un monje con una capa blanca y una gran cruz negra en el pecho. Estupefacta, intentó con todas sus argucias engatusarlo como hizo con el soldado, pero el monje le dijo:

Publicidad

—¡La Orden de los Calatravos juramos hace siglos vivir en pobreza, obediencia y castidad…, así que tus encantos no harán efecto en mí!

Y con un rápido movimiento atravesó el cuerpo de la mujer que ya había abierto la reja de la puerta para que entraran los soldados del sultán. Con celeridad, estos rodearon al calatravo que se movió con cuidado esperando el ataque de los sarracenos. De pronto, las espadas volaron cortando el aire de la noche y en pocos minutos los cuatro sarracenos yacían sin vida en la puerta de la Traición, como fue llamada desde entonces.

Hubo varios intentos más por asaltar la fortaleza, pero todos fracasaron. De nuevo el consejero ideó otro plan para entrar en el castillo, consistía en utilizar una mina que llegase hasta el interior de la fortaleza. En esta ocasión el sultán, harto de los fracasos del consejero de albornoz negro, lo puso al frente de los soldados que entrarían bajo el suelo hasta la fortaleza y si fracasaba, sería el primero en morir. Los cristianos supieron de la mina por un soldado que tenía fama de piadoso, reservado y poco hablador que apareció una mañana en la plaza de armas vestido solo con un pobre jubón y un hatillo del que no se separaba, su espada era de las más antiguas. En su escudo, aunque muy sucio, se podía vislumbrar una gran cruz negra pintada. El comendador de Martos se había fijado en él varias veces a lo largo del asedio y sabía que era de fiar, así que mando hacer una contramina con tan buena suerte que dieron con los moros, entablándose una terrible lucha en el interior de la galería que acabó con la derrota de los asaltantes, que tuvieron que retirarse ya que los cadáveres amontonados les impedían seguir la lucha.

Publicidad

Siguieron dos días más de lucha y Muhamad VII levanto el asedió y regresó a Granada sin conseguir su objetivo, rendir la inexpugnable fortaleza de Alcaudete.

Cuentan que cuando evacuaron la mina de cadáveres encontraron un albornoz negro junto a una capa de calatravo sin rastro de soldado ni consejero sarraceno.

De apellidos e hidalguías

Eduardo Castro

Como les contaba la pasada semana, España y Portugal son los dos únicos países europeos en los que se inscribe a los recién nacidos con dos apellidos en el Registro Civil. De hecho, en todo el mundo, son solamente los países de influencia y lengua hispano-lusitanas donde se transmite a los hijos los apellidos del padre y de la madre, aunque el orden de los mismos sea diferente en cada caso: mientras en España, hasta bien recientemente, se ponía en primer lugar el del padre, en Portugal era el de la madre, tradiciones ambas heredadas por sus respectivos países coloniales. Mientras tanto, en el resto del mundo se suele tener y transmitir un solo apellido familiar, generalmente el del padre. En la mayoría de estos países, la mujer se ve asimismo obligada al casarse a adoptar el apellido del marido en detrimento del suyo, aunque también esto esté ya cambiando en muchos casos.

El origen del doble apellido ibérico hay quien históricamente lo fecha en la regencia del cardenal Cisneros (1516-1517), no en balde había sido él quien instituyó en 1501 la obligatoriedad de identificar a todas las personas con un apellido fijo, para evitar que miembros de la misma familia pudieran tener apellidos diferentes debidos a su oficio, lugar de nacimiento o cualquier otra circunstancia, como hasta entonces ocurría. El propio prelado, para distinguirse de homónimos menos ilustres, había cambiado su nombre de pila por el del fundador de la orden franciscana, a la que pertenecía, añadiendo además al apellido paterno el topónimo del pueblo del que procedían sus progenitores, convirtiendo su sencillo Gonzalo Ximénez original en el señorial Francisco Ximénez de Cisneros con que pasó a la historia. Y, dado que el primado de Toledo era Inquisidor General de Castilla, no resultaba descabellado achacar al Santo Oficio la obligación de declarar los apellidos del padre y de la madre para demostrar pureza de sangre, evitando así posibles engaños de herejes y falsos conversos, ya fuesen judaizantes o mahometanos.

Sin embargo, diferentes investigadores y expertos en Genealogía como el estadounidense George R. Ryskamp, aunque fechen su origen en el siglo XVI, opinan que el sistema del doble apellido nada tiene que ver con la Inquisición, sino que se originó entre las clases altas de Castilla, dudando si atribuir el uso de varios apellidos «a la necesidad de distinguirse entre homónimos o al deseo de imitación de la nobleza, con sus probanzas por los cuatro costados», como afirmaba en 1871 el historiador Ángel de los Ríos, inclinándose por la opción de la moda linajuda como más verosímil. Pero, aun remontándose al XVI, no fue hasta el siglo XVIII cuando la costumbre del doble apellido se extendió y consolidó en todo el territorio, adquiriendo finalmente rango administrativo en el XIX con la aprobación en 1870 de la Ley del Registro Civil y la incorporación del delito de uso de nombre supuesto al Código Penal de ese mismo año. Cuestión de linajes e hidalguías, en definitiva. Como los dobles apellidos compuestos con los que algunos presumen en la actualidad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad