La 48ª Pipirrana Flamenca de Mancha Real siguió fiel a su calidad y prestigio
R. I.
Miércoles, 24 de julio 2019, 23:34
La 48ª edición de la Pipirrana Flamenca de Mancha Real fue fiel a su prestigio y calidad para deleitar a los aficionados que acudieron en ... masa a disfrutar de una noche mágica de flamenco . La noche comenzó con un merecido homenaje al recordado Rafael Valera Espinosa, periodista y flamencólogo jienense, al que se le dedicó el festival por una vida dedicada al estudio y engrandecimiento de este arte tan nuestro.
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En el preámbulo de la cita, la alcaldesa de la localidad, María del Mar Dávila, y Tomás Páez, concejal de Cultura, por parte del ayuntamiento; y el presidente de la peña flamenca El Trillo, Ángel Jiménez y la secretaria María del Mar Casas, hicieron entrega a su viuda y a su hija, de uno recuerdos en memoria del homenajeado. A continuación fue el turno del buen flamenco, donde el cante y el baile fueron los protagonistas hasta bien entrada la madrugada en una velada presentada por el flamencólogo y crítico del diario El Mundo Manuel Martín Martín. Empezó el festival con la actuación de Evaristo Cuevas acompañado de Eduardo Rebollar, tocaor de enjundia donde los haya. Arrancó por soleá calentando garganta. Una vez más demostró entone y poderío, sin contemplaciones, con Rebollar a su vera, en su sitio. Muy bien. Luego, llegaron las alegrías y marianas tangos y fandangos, donde echó el resto. Demostró Evaristo su fuerza vocal y arranque, pleno de melismas por lo bajini y poderoso en su remate.
Posteriormente subiría al escenario Antonia Contreras, en compañía de su guitarrista habitual, Juan Ramón Caro. Consumada especialista en los cantes de Málaga, muy sentida y gustosa fue la malagueña al estilo de La Trini -la que se conoce menos pero es de más difícil ejecución-, que remató recordando el cante de Juan Breva, luego de los tientos tangos, que arrancó los emocionados aplausos del respetable. Soleá y llegaron los fandangos, tan celebrados por la afición, terminando por trilla y tonás. Manuel Cástulo representa la escuela mairenera con sabor y sentido, y el público así se lo reconoce. Empezó con tonás y tientos tangos, con un eco muy de su tierra, siguió con la seguirilla, que cantó largamente y en la que se arriesgó para emocionar y terminó por fandangos. Sin duda Cástulo es un cantaor de los de verdad, con unos cimientos inamovibles. Aquí hay cante para rato. Cástulo estuvo acompañado a la guitarra por su paisano Antonio Carrión. El baile lo puso Mari Naty y su grupo interpretando 'La caña' donde demostró sus más que sobradas facultades para la interpretación de la danza flamenca.
Torrente de voz y fuerza tonal fueron los ases cantaores de Fina de Ángeles que comenzó con alegrías caracoleras entre el público, para seguidamente centrarse en la vidalita y milonga, siguió por tangos y termino con una tanda de fandangos de Huelva y Natuales. De nuevo Antonio Carrión volvió a mostrar su dominio de la guitarra flamenca. El punto final a una noche para el recuerdo la puso Rancapino Chico. El chiclanero, hijo del gran cantaor Alonso Núñez Núñez, Rancapino, demostró por qué es una firme realidad dentro del flamenco y el principal heredero de los cantes de Cádiz. Rancapino Chico se dejó el alma hasta pasadas las tres y media de la madrugada con sus soleas, sus Alegrías, Tangos y Bulerías, acompañado del toque de la guitarra de Antonio Higuero, otro fenómeno de la sonanta.
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