Joaquín Sabína recibe, ayer, el cariño del público argentino que abarrotó el Teatro San Martín de Cordoba (Argentina). EFE

Joaquín Sabina, «feliz impostor» en la poesía y en el tango

«Ante el auge del nacionalismo, mi gran patria es la lengua española», dice un poeta tanguero «que no cambia a Gardel por los Stones»

MIGUEL LORENCI

CÓRDOBA (ARGENTINA)

Sábado, 30 de marzo 2019, 00:02

La locura por Sabina se desató mucho antes del que el cantautor fuera coronado en Córdoba como un ibérico emperador del tango y la poesía ... llegado de la otra orilla del idioma común para casi 600 millones de personas y que siente como «mi patria». El Teatro San Martín fue un olla a presión cargada de versos, ovaciones y melodías tristes de bandoneón. Casi mil almas se agolparon para disfrutar del 'sabinesco' viaje a lo más hondo del alma porteña, del duelo poético sin sangre que libró con su compadre Luis García Montero, en una doble sesión en la que Sabina encandiló sin cantar, recitando con su voz rota y profunda, primero, y destilando después el hondo dolor del tango.

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Con un público entregado se definía como un poeta «impostor» para lanzar una emotiva declaración de intenciones. «No estoy dotado para la teoría ni la erudición, aunque con el auge de los pequeños nacionalismos me considero de una patria mucho más grande, que es mi lengua española», dijo. Tras una atronadora ovación, se felicitó del «milagro que ustedes se hayan reunido aquí para escuchar palabras llenas de magia, porque la misma lengua que sirve para pelearse con alguien en un bar sirve para darles una gotita de magia», dijo.

Se erigía así en una de las figuras más rutilantes de un congreso plagado de ases de la letras, las músicas y las academias, con premios Nobel y Cervantes como Mario Vargas Llosa o Sergio Ramírez y leyendas de la música como Les Luthier. Y no defraudó las altas expectativas que generó. Tocado con un sombrero borsalino de fieltro marrón, chaqueta de cuero y camisa moteada de estrellas, entró al Teatro San Martín rodeado por una marabunta de fans que le jaleaban. Dos policías debieron protegerle de tanta efusión.

Gritos y aplausos le recibieron en la platea al inicio la sesión 'Poesía y diversidad cultural', la parte más académica de su velada. «Entre tanto poeta y erudito me siento un impostor, pero siempre me ha gustado sentirme así, en esta impostura, asistir a las fiestas a las que no he sido invitado», dijo antes de leer un emotivo autorretrato poético.

Desató un vivísimo entusiasmo y encadenó este retrato vital y emocional con la lectura de varios poemas y canciones que acrecentaron la entrega de audiencia que le pidió a gritos que cantara. «Si supieran la emoción que me da no tener que cantar no me lo pedirían», dijo risueño a una audiencia que había agotado las entradas hacía mucho.

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Le despedía con otra cerrada ovación que agradeció con ironía. «Mi amigo Javier Krahe decía que la superioridad de la canción sobre el teatro es que un sala teatral te aplauden tras dos horas, mientras que con la canciones lo hace cada tres minutos», dijo el autor de poemarios como 'Esta boca es mía', 'Grito o suelo' y 'En Román Paladino'.

Compartió Sabina mesa y razonamientos poéticos con Rafael Oteriño, secretario de la Academia Argentina de Letras, con el dominicano José Mármol, la española Elvira Sastre, y los argentinos Guillermo Saavedra y Carlos Schilling.

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Boludos y quilombos

Abarrotaba más tarde la misma platea en el homenaje que recibió de los maestros del tango, en un duelo entre «un poeta tanguero, devoto de Argentina y el Cholo Simeone que no cambia «a Gardel por los Rolling Stones» (Sabina) y «un poeta borgiano y misionero» (García Montero). En el intenso galleo entre el poeta de la calle, los bares y el humo y el poeta-director del Instituto Cervantes resonaron en sus voces sureñas Borges, Cortázar y su 'Rayuela', Lorca y Nueva York. Hablaron de boludos y quilombos, volvieron a Cernuda, a San Juan y sor Juana Inés de la Cruz, Juan Gelman, Neruda, César Vallejo, Alfonsina Storni, Leopoldo, Lugones, Rubén Darío, Cervantes, José Martí, Teresa de Jesús o el Boca Juniors.

Los poetas intercalaron su verso común en un concierto musical y poético en que el orbe tanguero rendía tributo al Sabina poeta. Los tangos más clásicos se alternaron en las voces porteñas, con las danza y la lectura de poemas del propio Sabina junto a poetas españoles como Elvira Sastre, Benjamín Prado y la cordobesa Luciana Bedini.

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Tanguearon sobre el escenario los cantantes Adriana Varela, Silvia Lallana, Gustavo Vicentín, Carlos Habiague, Marcelo Santos, y los bandoneonistas Damián Torres y Pablo Jaurena, junto a la Orquesta de Cuerdas Municipal, dirigida por Santiago Ruiz. Se lloraron, bailaron y cantaron leyendas del tango como 'Sur', 'Donde habita el olido', 'Pasional', 'Afiches', 'Y sin embargo', 'Volver', 'Hace tiempo', 'Mereció la pena', 'Mano a mano', 'Tan joven y tan viejo', 'Yira, yira', 'Malena', 'Una canción para la Magdalena', 'Garganta con arena' y 'Contigo', todo con arreglos musicales de Manuel Ruiz.

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