El difícil camino hasta el Paseo de la Estación
Medio siglo del Museo de Jaén (I) ·
Se cumplen 50 años de la inauguración del Museo de Jaén, con sus dos secciones de Bellas Artes y Arqueología, y el 175 aniversario del primigenio Museo de PinturasFRANCISCO JAVIER OCHANDO
Sábado, 14 de agosto 2021, 21:34
Dice Philipp Blom que «toda colección es una transubstanciación: el mundo que está más allá de lo que podemos tocar está con nosotros en y ... por medio de los objetos de esa colección, y gracias a la comunicación con ellos es posible estar en comunión con ese mundo y volverse parte de él». En mi opinión, más que en los macrocentros que hoy se consagran a la cultura, esto se experimenta con mayor intensidad en aquellas colecciones que son más abarcables y que, por tanto, llegan a conocerse más hondamente, como es el caso de nuestro Museo de Jaén. El pasado 28 de junio se cumplían exactamente 50 años desde que abriera sus puertas dentro del formato en que actualmente los conocemos, es decir, como espacio en el que cohabitan las secciones de Bellas Artes y Arqueología. Quedaba con ello materializado el Decreto de 16 de octubre de 1969 (BOE de 28 de octubre) que establecía la fusión de los hasta entonces independientes Museo Provincial de Bellas Artes y Museo Provincial de Arqueología, decreto que tuvo su precedente en el de la fusión de los varios museos que dieron origen al de Santa Cruz de Toledo en 1961; aunque el hecho en sí no era habitual y la unión de los de Jaén sentara las bases para que se multiplicasen las solicitudes en otros puntos del territorio regional (como en los andaluces de Cádiz y Huelva) o nacional (los de Murcia, Salamanca y Zaragoza, por ejemplo).
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No obstante, tanto en lo que a Bellas Artes como a Arqueología atañe, Jaén había tenido ya sus precedentes en un largo y arduo camino, en cierta medida errante y no exento de altibajos y vicisitudes, desde que a mediados del siglo anterior viera tímidamente la luz el embrionario Museo de Pinturas.
Antecedentes
A partir de la invasión napoleónica, pero sobre todo con las leyes de desamortización de conventos y monasterios dictadas por el Trienio Liberal en 1820 y Mendizábal en 1836, se produce un excedente de piezas artísticas, libros y documentación que es necesario catalogar, archivar y almacenar, y no solo para su uso, formación o deleite, sino también para preservarlas del expolio y la malversación a que en muchos casos se estaban viendo sometido. Al respecto, es ilustrativo el informe que de manera unánime remite la Real Academia de San Fernando a la reina regente María Cristina en 1836: «la supresión repentina de los conventos y monasterios de España ha causado en las artes un efecto que se siente mejor que se explica». Ante tal panorama, los gobernadores civiles, junto con los intendentes de amortización y las Comisiones Recolectoras (posteriormente llamadas Científico Artísticas) han de velar por la salvaguarda y custodia de las obras y enseres de valor artístico y documental que en cada provincia van a ir emergiendo al socaire de la supresión de los centros religiosos.
Para la ubicación de los materiales incautados en Jaén se pensó en un primer momento en transformar el convento de la Merced en centro artístico y biblioteca. Sin embargo, estos quedaron esparcidos por diversos lugares de la ciudad y el peligro de extravío o deterioro, unidos a un inventariado de rigor incierto, hicieron que se barajasen otras alternativas, tales como el convento de San Francisco, solar en el que actualmente se levanta el Palacio de la Diputación, o la iglesia del exconvento de San Agustín, hoy paraninfo del Conservatorio Superior de Música.
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Poco menos que con estas mimbres, surgen las Comisiones Provinciales de Monumentos, al amparo de la Real Orden de 13 de junio de 1844, entre cuyas finalidades estaban las de gestión y cuidado de los Museos, de acuerdo con las tres secciones en que se dividían: Bibliotecas-Archivos, Museos de Pintura y Escultura, Arquitectura-Arqueología. Según José Luis Chicharro Chamorro, antiguo director del Museo Provincial y autor del libro 'El museo provincial de Jaén (1846-1984)' la Comisión de Monumentos de Jaén debió estar activa entre 1844-45, recibiendo grandes elogios en lo que a la Sección 2ª, Museos de Pintura y Escultura, se refería, por la gran catalogación de cuadros llevada a cabo, de la cual se destinaría algo menos de la mitad al Museo de Pinturas.
Este Museo de Pinturas fue finalmente inaugurado el 5 de julio de 1846, hace ahora 175 años, en la mencionada iglesia aneja al convento de San Agustín (actual paraninfo del Conservatorio) con la pompa y boato propios de la época para una ciudad de provincias. Contaba con 255 obras de diversa índole y calidad, y una atribución de firmas tales como Sánchez Cotán, El Greco, Zurbarán, Murillo, Tiziano, Valois…, cuestión poco probable, como ya indicaran Pascual Madoz en su 'Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus publicaciones de ultramar' (1850) y Manuel Bachiller en su 'Guía de Jaén para 1866'. Se deduce que, para aprovechar el espacio del paraninfo, apenas modificado en estos dos siglos, los cuadros debieron mostrarse colgados en hileras de diferentes alturas, algo también propio del gusto de la época. El edificio del convento se destinó a Biblioteca con los fondos bibliográficos y documentales obtenidos, compartiendo así instalaciones con la Escuela Normal, que ya venía funcionado allí.
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«Con un catálogo de 159 obras, más la colección de estampas y alguna pieza arqueológica, se inauguró el Museo Provincial de Bellas Artes el día de San Lucas de 1915»
En la segunda mitad del XIX un silencio sepulcral cae sobre el Museo de Pinturas, resultando difícil dilucidar que sucedió con la institución y sus fondos. De aquel primigenio Museo de Pinturas procede, por ejemplo, el óleo 'Santa Elena o descubrimiento y exaltación de la Vera Cruz', anónimo del Barroco final andaluz que entonces se atribuyó a Antonio del Castillo, así como otros 32 cuadros de temática religiosa que hoy pueden contemplarse en el actual Museo de Jaén. Contrariamente a lo que quepa pensar, la recuperación de obras del antiguo Museo de Pinturas no se inició hasta finales de los años setenta, pues quedaron dispersas durante un siglo por distintas instituciones y casas particulares de la capital. Aún hoy andan desparecidas o colgadas en otros organismos de la provincia, incluida la Catedral, telas que llevan el sello de la Comisión de Monumentos en el reverso y que, por tanto, constituyeron en su momento parte de los fondos del Museo de Pinturas.
Proceso administrativo
Hay que dar el salto hasta 1914 para encontrarnos con la creación del Museo Provincial de Bellas Artes, proyecto debido al político conservador José del Prado y Palacio, giennense que ocupó, entre otros, los cargos de alcalde de Madrid y ministro de Instrucción Pública. En los seis meses que se mantuvo como ministro en el gobierno de Sánchez Toca (de julio de 1919 a febrero de 1920) impulsó la creación del Museo Provincial de Bellas Artes. Se creó, al efecto, una Junta de Patronato del Museo entre cuyos miembros, además del propio ministro, se encontraba el que sería nombrado su primer director, Alfredo Cazabán Laguna, figura más que significativa para la vida cultural de nuestra provincia entre finales del siglo XIX y las tres primeras décadas del XX. No en vano, su labor de periodista y cronista oficial de la provincia le llevaría a crear la consabida revista 'Don Lope de Sosa' publicación que sirvió de altavoz de la vida cultural giennense de este primer periodo del siglo XX y, por ende, de lo que iba aconteciendo en torno a ese museo del que se mantendría como director durante 30 años.
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La fecha de fundación fue el 8 de enero de 1914 y entre ese año y el siguiente se van a ir realizando las adquisiciones de grabados, pinturas y esculturas que conformarán sus fondos artísticos, con donaciones o préstamos procedentes del Museo de Arte Moderno (predecesor del actual Reina Sofía), Museo del Prado, Ministerio de Instrucción Pública, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Diputación Provincial. Precisamente será el ala sudeste de la planta baja del Palacio de la Diputación el lugar donde se ubique en un primer momento el Museo Provincial de Bellas Artes, ocupando las dependencias que anteriormente habían pertenecido al servicio de Telégrafos.
Entre los grabados, cabe destacar la reimpresión de la carpeta de 'Los caprichos' de Goya, una cincuentena de aguafuertes de Carlos Haes y otras 70 estampas de diversos autores, con las que se iniciará la colección del gabinete de grabado que hoy luce nuestro museo. Entre las esculturas, fundamentalmente vaciados en yeso de obras clásicas donadas por la Academia de San Fernando, y algunas piezas de Jacinto Higueras Fuentes, como el busto de Prado y Palacio o la maqueta del monumento a Almendros Aguilar. En cuanto a pintura, el principal mecenas fue la propia Diputación, que aportó los cuadros realizados por los artistas pensionados por la corporación, así como algunos préstamos que tenía en depósito procedentes del Museo de Arte Moderno. Hablamos de piezas tan emblemáticas para el museo como '¿Alcanzará?' de Pedro Rodríguez de la Torre, 'Los extremos se tocan' de Manuel Fernández Carpio, 'Poverello Ciecco' de Rafael Hidalgo de Caviedes o 'La muerte de Pizarro' de Manuel Ramírez Ibáñez, sustituido en 2006 por 'Limosna para el entierro de don Álvaro de Luna', pieza del pintor de Arjona con la que creo que nuestro museo ha salido ganando. También los artistas comprovincianos van a contribuir con donaciones propias, como 'Contrastes' de Hidalgo de Caviedes o alguna escultura de Jacinto Higueras.
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San Lucas
Con un catálogo de 159 obras, más la colección de estampas y alguna pieza arqueológica, se inauguró oficialmente el Museo Provincial de Bellas Artes el día de San Lucas de 1915, con asistencia de la Infanta doña Isabel de Borbón (en cuyo viaje debió influir su secretario, el giennense Alonso Coello y Contreras), José del Prado y Palacio (entonces alcalde de Madrid) en representación del gobierno y otras autoridades y personas ilustres de la provincia, como el escultor Jacinto Higueras, que acababa de inaugurar el monumento al doctor Bernabé Soriano.
Con respecto a la distribución museográfica, se trataba de un espacio de unos 250 m2 en el que, aparte de las zonas de administración y servicio, se habían dispuesto tres salas de acuerdo a la filosofía expositiva del XIX: una primera sala de pintura, una segunda de escultura y una última de arte vario. Desde la inauguración existió la pretensión de crear la sala Infanta Doña Isabel y la sala Pedro Rodríguez de la Torre. La primera quedó por hacer, pero la segunda es una realidad un siglo después, dentro del espacio que actualmente conocemos.
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El Museo ya estaba en marcha y, desde su inauguración en 1915, no cesan las gestiones para que el Museo de Bellas Artes vaya engrosándose con nuevas adquisiciones y donaciones: Esteve Botey, por ejemplo, entrega su aguafuerte 'Inocencio X', que es copia del retrato de Velázquez, o Cristóbal Ruiz su rotundo óleo 'Paisaje de Peña Cubilla'.
La arqueología también comienza a cobrar protagonismo. Si para la inauguración solo se contó con seis piezas de importancia menor, a partir de su entrada en funcionamiento no cesan las donaciones de vecinos y particulares. Así, Félix García donó una vitrina con 163 objetos hallados en la provincia; Manuel Acedo una colección de restos ibéricos, romanos y árabes, o el académico inglés Horace Sandars realizó varias aportaciones de objetos celtíberos, romanos y medievales procedentes de yacimientos de esta y otras provincias.
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Todo ello va dando lugar a que las instalaciones de los bajos del Palacio Provincial de la Diputación se queden ya pequeñas en 1916, y si bien se solicita a la Diputación todo el espacio de la planta baja que anteriormente había sido destinado para Telégrafos y la casa del director, y la petición es aceptada, la concesión del pabellón completo no llega a hacerse efectiva.
Otro hecho reseñable fue el incendio declarado en el Palacio de la Diputación, esquina con la Plaza del Pósito, en la mañana del sábado, 25 de enero de 1919. El pueblo demostró tener conciencia de su museo y, desencajando las puertas de entrada, se precipitó a sacar a la calle todas las piezas, libros y enseres. Fueron pocos los daños y extravíos que lamentar (a destacar la rotura del emblemático '¿Alcanzará?') y, toda vez que el incendio quedó sofocado, se volvieron a colocar en el interior.
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El 14 de enero de 1931 fallece Cazabán. Desde entonces y hasta 1938, periodo coincidente con la II República, van a sucederse en la dirección del Museo tres profesores de la Escuela de Artes: el pintor José Nogué Massó, el escultor granadino José Martínez Puerta y el profesor de cerámica Isaac Usano Massot.
«José Nogué apenas se mantuvo en el cargo trece meses; pero, bajo su dirección se clarificaron las ideas museograficas»
José Nogué apenas se mantuvo en el cargo trece meses, de febrero 1931 a marzo de 1932, sin embargo, bajo su dirección se clarificaron las ideas museográficas, se incrementaron los fondos (Tamayo y Espinar están gracias a su gestión) y se intentó la proyección del centro hacia la ciudadanía mediante visitas guiadas, así como la ampliación del espacio, consiguiendo alguna reforma y una sala más de la Diputación. De su mano trazó dos croquis: uno referente a la distribución de la colección en el momento de su toma de posesión, y otro al finalizar su mandato, que permiten observar la ordenación más razonada y acorde de las colecciones en sietes salas, con el afán de separar pintura, escultura y arqueología. Creó la galería de retratos de ministros y políticos de la provincia y también abrigó la idea de crear una sala para artistas giennenses y obtener de la Diputación otras dos dependencias para dedicarlas a Jacinto Higueras y Cristóbal Ruiz. A su mano se debe también la restauración de algunas piezas. Al conseguir traslado a la Escuela de Artes de Madrid cesa en el cargo en marzo de 1932.
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Grabados y pinturas
Le sucede en la dirección el profesor de Vaciado y Modelado José Martínez Puerta, que continuará algunos proyectos de sus dos antecesores. Destaca la obtención de grabados y pinturas de algunas medallas nacionales como Ricardo Baroja, Eduardo Gutiérrez, Prieto Nespeira o Bráñez, así como obras de comprovincianos (Rufino Martos, Luis Espinar y Moreno Taulera). Las incorporaciones arqueológicas tampoco cesaron. Consciente de la importancia de proteger el patrimonio histórico, solicita el nombramiento de un Delegado de Bellas Artes para la provincia, a fin de evitar la malversación y expolio del rico legado arqueológico de que dispone Jaén, nombramiento que recae en el crítico de arte Cecilio Barberán.
El único Boletín del Museo se publicó bajo su mandato y, dado el éxito en la adquisición de estampas, se creó una sala dedicada al grabado que, según Chicharro Chamorro, debió quedar instalada en el vestíbulo del museo. También se facilitó un espacio para exposiciones temporales; solicitaron la sala Juan Almagro y Rufino Martos, aunque solo expuso este último sus paisajes en 1933.
Como antes sucediera con Nogué, al obtener destino como Profesor de Término en la Escuela de Artes de Logroño, debe demitir del cargo en junio de 1934. Desde ese momento hasta el final de la Guerra Civil ostentará la dirección Isaac Usano Massot, Profesor de Cerámica que había obtenido una Tercera Medalla en la Exposición Nacional de 1932.
Difundió el museo a través de breves artículos de prensa y consiguió alguna pieza preciada, como «El mar» de Daniel Vázquez Díaz, cesión del estado que se encontraba en la Diputación. Pero en su haber cuenta más las intenciones que los logros, en un tiempo que se sabe convulso y que supone la desocupación y cierre del centro al inicio de la contienda en 1936, quedando repartidas las colecciones por diversas instituciones de la ciudad, de entre las que sobresale la Santa Capilla de San Andrés, en la que se conservaron la mayor parte de los fondos durante décadas.
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Su posición política republicana, las atribuciones de su cargo de Delegado Provincial de Bellas Artes, responsable de las incautaciones artísticas durante la guerra, y los litigios y enfrentamientos con Cecilio Barberán, anterior Delegado perteneciente al bando nacional, lo llevarán a la cárcel tras la contienda, en tanto comenzará una nueva etapa para el museo y no precisamente la más brillante.
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