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Restos visibles de la mezquita mayor andalusí en la Iglesia de San Juan. C. M. ALCAZABA

500 años del seísmo más destructivo

Historia ·

El 22 de septiembre de 1522, la ciudad de Almería fue sacudida hasta sus cimientos por el seísmo más violento registrado en la provincia hasta entonces

araceli pérez fernández

Miércoles, 21 de septiembre 2022

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Andrea Navagero, escritor y diplomático italiano comentaba en su 'Viaje por España', fechado entre 1524 y 1526, los desastres que acaecieron tras el terremoto que un día como hoy, hace medio milenio, asoló la antigua al-Mariyya. «Se sintió un gran terremoto. El río de Almería se secó y de la cima del monte manó un nuevo río (...) dicho río arrastra piedras labradas (...) cuando viene bajo tierra atraviesa cimientos de edificios. Se arruinaron muchas torres y pereció no poca gente».

Cronistas

En el tomo primero de la vida de Carlos V de Sandoval, se dedica también un fragmento acerca de dicho acontecimiento: «En estos mismos días, podía ser mediados de septiembre, en el reino de Granada hubo un temblor de tierra, el mayor y más furioso que nunca los hombres vieron, ni se habla que en este tiempo haya acontecido, porque pasó así: que en la ciudad de Almería derribó la fortaleza y casi todas las torres y muros de la cerca de la ciudad y la iglesia mayor y todos los otros templos, con ser los más de ellos de fuerte y excelente labor».

El seísmo fue, según las fuentes, el más destructivo y violento que se hubo experimentado hasta la fecha, lo que provocó que fuera comentado por numerosos cronistas y que sus efectos fueran documentados hasta en ilustraciones de crónicas alemanas.

Un cuarto de siglo después, cuando Almería comenzaba el lento camino hacia su reconstrucción, Pedro de Medina dedicaba el capítulo XLIIII de 'Las grandezas y cosas memorables de España' (1548) a Almería: «El año de mil quinientos y veinte y dos hubo en esta ciudad un terremoto tan grande que se cayeron muchas cosas y otros edificios y mataron mucha gente. Moviose de su lugar gran parte de una sierra y cayó en el río que pasa junto a esta ciudad, por lo cual salió el río de su mismo sitio y madre, guiando sus corrientes por otras partes».

En aquel siglo XVI no existían las avanzadas herramientas y técnicas que permiten escuchar las ondas sísmicas provocadas por los terremotos, aquello conocido como sismógrafos. Se justificaban episodios como el que hoy cumple quinientos años como la consecuencia de la ira de Dios, algo que no dista mucho de las explicaciones literarias de la mitología en época antigua.

La Península Ibérica se encuentra en una zona compleja en cuanto a actividad sísmica. El caso de Almería, situada en la zona más meridional de la Península, es aún más espinoso, ya que se encuentra en contacto entre las placas tectónicas africana y eurasiática. Dichos contactos o fracturas son la causa principal de los terremotos.

Más allá de los numerosos testimonios y opiniones recogidas por los cronistas y eruditos del momento, las investigaciones actuales afirman que es «muy complicado» afirmar cuál fue el número concreto de víctimas. Según Rocío Fornieles Ortiz, «es difícil cuantificar cuántas personas perdieron la vida aquella mañana de septiembre, porque no se encontraba en la ciudad toda la población que la ocupaba. Debido a una serie de epidemias producidas poco antes del desastre, gran parte de los habitantes de Almería se encontraba refugiada en el campo, entorno a un 30%».

El sureste español, según Abraham Ortelius. DIPUTACIÓN

Impacto

Aquellos que han estudiado el fenómeno coinciden en la gravedad de las consecuencias que desencadenó, habiéndose reportado una serie de grietas y fracturas en la propia Alhambra de Granada, a decenas de kilómetros del epicentro del seísmo, ubicado en Alhama de Almería. Un estudio liderado por María Marcos Cobaleda, María Lourdes Gutiérrez Carrillo y Emilio Molero Melgarejo señala que el terremoto de 6.5 grados en la escala de Richter generó daños en Alboloduy, Terque, Fiñana y Tabernas, provocando enormes destrozos en numerosas localidades aledañas. Como catástrofe, es el más dañino que se ha producido en Almería y el segundo en la Península Ibérica, solo superado por el terremoto que tuvo lugar en Lisboa en 1755.

Pocos momentos después de la tragedia, un memorial fue redactado con la intención, desde la institución eclesiástica, de cuantificar los daños. La catedral, edificada sobre la mezquita mayor de época musulmana, quedó reducida a polvo y cascotes. En la actualidad, de aquella mezquita alhama reconvertida en lugar de culto cristiano, solo queda parte del muro del mihrab y algunos capiteles conservados en el museo arqueológico. El «caserío» urbano quedó prácticamente destruido, salvándose muy pocas estructuras de la ciudad. El seísmo derrumbó de un plumazo aquellas viviendas de edificación musulmana. Barrios como la Almedina, completamente destruidos, completaban una estampa desoladora de la que no se libró ni siquiera la imponente fortaleza musulmana, la Alcazaba, la cual quedó severamente deteriorada a causa de los enormes temblores que experimentó la tierra.

Aunque los cronistas mencionan daños en la zona portuaria, el complejo en aquel momento no era, en términos de entidad, identificable con lo que entendemos como puerto, siendo más bien equiparable a una rada o fondeadero. Los cronistas aseguran, sin embargo, que los daños provocaron inundaciones en las zonas más bajas de los alrededores.

Centrándonos en la cronología, el momento era ciertamente tenso. Poco tiempo había pasado desde el caos generado por la toma de Granada, las capitulaciones y el conflicto gestante con la cuestión morisca. Más allá de la cuestión material, preocupaba al escaso número de miembros de la Iglesia que quedaba en la ciudad. La religión cristiana, de reciente llegada, se encontraba en una difícil tesitura.

Hasta aquel día de septiembre, Almería era una ciudad más musulmana que cristiana. Según estudiosos locales, como José Ángel Tapia Garrido, «el terremoto actuó como un cirujano que extirpó la Almería musulmana».

El seísmo acabó siendo una oportunidad para crear una nueva ciudad desde cero, una Almería cristiana que necesitaba un nuevo sistema defensivo con urgencia. África y la piratería berberisca apoyada por los turcos otomanos eran un peligro frecuente para la cercana ciudad mediterránea.

Vista gráfica más antiguade Almería,según Pedrode Medina, en 'Las grandezas de España'. DIPUTACIÓN

Inseguridad

Sin embargo, como recoge un estudio elaborado por César Olivera Serrano, las pésimas condiciones de vida en la ciudad dificultaban las labores de reconstrucción. Quedaban pocos vecinos, unos quinientos, según el Marqués de Mondéjar. Los servicios eclesiásticos también se paralizaron, debido a la ausencia de edificios de culto en pie y el fallecimiento de los canónigos Luis de Molina y el arcediano Luis de Ordaz. En aquellos momentos de incertidumbre y de numerosas dificultades, el Obispo, Diego Fernández Villalán, se convirtió en una de las fuerzas con mayor dinamismo de la ciudad.

La preocupación de los supervivientes se manifestó, mayormente, en la necesidad de proteger la ciudad de cara a las incursiones berberiscas. Torreones y lienzos de muralla de la Alcazaba se vieron destruidos por movimientos de tierra posteriores entre 1526 y 1529.

Para atajar la situación, desde la corona regida por Carlos I de España y V de Alemania, se prohibieron las prácticas de extorsión a los moriscos (musulmanes que mantenían su religión en territorios conquistados por cristianos a raíz de los acuerdos firmados en las capitulaciones) y a su vez, por parte de la corte, se hizo efectiva la llegada de 200.000 maravedíes anuales hasta 1532.

No obstante, a pesar de estas medidas, los recursos destinados a la recuperación de la urbe fueron muy escasos y Almería tardará varias décadas en superar el acontecimiento, ya con una catedral fortaleza eminentemente cristiana y una simbología completamente distinta a la de su pasado. medieval andalusí.

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