AMERICANADA
Crítica de cine ·
Con '15:17 Tren a París', Clint Eastwood recrea la gesta de tres jóvenes estadounidenses que redujeron a Ayoub El Khazzani, un fanático terrorista del DAESH, dispuesto a perpetrar una escabechina en el tren a que hace alusión el títuloANTON MERIKAETXEBARRIA
Martes, 13 de febrero 2018, 01:26
Entre el cine europeo y el americano siempre ha habido un ir y venir de influencias, desde que buen número de cineastas alemanes, austríacos, húngaros, ... rusos, polacos y franceses buscaron en su día refugio en Hollywood. Fueron genios como Ernst Lubitsch, William Wyler, Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Otto Preminger, Michael Curtiz, Douglas Sirk o Jean Renoir. Ahora, con '15:17 Tren a París', Clint Eastwood recrea la gesta de tres jóvenes estadounidenses que redujeron a Ayoub El Khazzani, un fanático terrorista del DAESH, dispuesto a perpetrar una escabechina en el tren a que hace alusión el título.
Sin embargo, al menos en esta ocasión, el gran realizador californiano olvida la generosa herencia dejada por todos esos directores y se limita a filmar en el viejo continente un hecho real, destinado al público del otro lado del Atlántico, sobre todo a los muchos millones de ciudadanos que votaron al 45º presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Así que el contumaz consumidor de palomitas yanqui es el principal destinatario de un filme que no tiene en cuenta los matices históricos, culturales y psicológicos que exigía un trágico acontecimiento de resonancias universales.
Protagonizada por los heroicos Spencer Stone, Anthony Sadler y Alek Skarlatos, '15:17 Tren a París' se centra asimismo en los orígenes y formación militar de dichos jóvenes. Pero lo hace de una forma tan tosca, patriotera y superficial, que toda la película se va al garete. Y es que estamos ante uno de esos títulos cuya escenografía procede de la tensión antes que de la reflexión, de las tripas antes que del cerebro, lo cual implica dejarse las meninges fuera de la sala. El resultado es una película muy floja, que solo al final, durante la entrega de condecoraciones en la escalinata del palacio del Elíseo, por parte del entonces primer ministro galo François Hollande, logra transmitir alguna emoción.
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