La justicia llega para la familia Bru ocho años después de la muerte de su hijo
Hoy se cumplen justo ocho años desde que el cadáver de José Ángel Bru fue hallado calcinado en un coche en la cuneta de la A-92 en Gérgal
M. C.
Lunes, 18 de julio 2016, 00:00
El día 18 de julio de 2008 la trágica noticia llegaba a las redacciones. De madrugada, varios conductores habían dado la alarma a los servicios ... de emergencia al avistar en la lejanía, en una zona de matorral contigua a la autovía A-92 en Gérgal, un coche en llamas. Dentro, en los asientos traseros, estaba el cuerpo sin vida de José Ángel Bru, un joven viatoreño de 33 años, padre de dos pequeños, casado, y que había fallecido horas antes de un disparo en el corazón. Desde el primer momento, la investigación policial se centró en la hipótesis de un homicidio. En el coche en el que se encontró su cuerpo, un Audi de su propiedad, se detectaron restos de acelerantes de la combustión. Y las evidencias de una muerte violenta eran lo suficientemente elocuentes.
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CASI UNA DÉCADA DE LUCHA
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18 de julio de 2008. Tal día como hoy, hace ocho años, aparecía el cadáver calcinado de José Ángel Bru en una cuneta de la A-92 en la localidad almeriense de Gérgal. La investigación dio muy rápido con las primeras detenciones, apenas unos días después. Sin embargo, el proceso ha sido largo. La familia de Bru nunca se ha dado por vencida y ha venido reclamando justicia de forma reiterada durante estos ocho años. El sábado conocían la sentencia más de 23 años para dos de los encausados por el homicidio de su hijo.
Las pesquisas policiales dieron sus frutos a los pocos días. El titular del Juzgado de Instrucción número 6 de la capital tomó declaración a cinco de los miembros de un clan presuntamente vinculado al tráfico de drogas, conocido como 'Los Culebros', y que se había convertido en el principal sospechoso de haber causado la muerte del joven. Les enviaba a prisión después de un día entero de interrogatorios.
Según las investigaciones de la Policía Judicial de la Guardia Civil, el robo de varios fardos de hachís a este clan relacionado con el tráfico de drogas motivó que algunos de sus miembros dieran un «escarmiento» a José Ángel Bru. Según la sentencia, que se conoció este sábado, dos de los miembros del clan abordaron al joven, le secuestraron y le llevaron a un paraje indeterminado de Níjar en el que le tuvieron «interrogándole, golpeándole y maltratándole físicamente» para que éste confesara dónde estaba la droga. Como no lograron su objetivo, uno de los captores le disparó al corazón con un arma de fuego y trasladaron su cadáver y su coche a una vía de servicio de la A-92 en Gérgal, donde le prendieron fuego.
De todo aquello hace hoy justamente ocho años. Es lo que ha tardado la familia de Bru en conseguir su objetivo: ver a los causantes de la muerte de su hijo «inocente» sentados en el banquillo de los acusados. «La justicia no se está portando bien, porque va muy lenta y permite que los asesinos de mi hijo sigan con su vida de forma normal», defendía José Bru, padre del asesinado, en 2013. Entonces ya hacía un lustro de que su hijo perdía la vida de forma violenta, y observaba cómo el desarrollo de los trámites judiciales se perpetuaba de forma exasperante. En estos años, los Bru -también su esposa, Puri, que a pesar del tiempo pasado no ha podido dejar de tomar algunos medicamentos ansiolíticos- han tenido que observar como mientras ellos tenían una familia incompleta, la mayor parte de los acusados en el caso 'Gérgal', como se denominó la investigación, seguían libres y en la calle.
La desesperación del matrimonio fue tal que llegaron a plantearse la posibilidad de una huelga de hambre o de un campamento a las puertas de la Ciudad de la Justicia con la finalidad de dar salida, de una vez, al juicio por la muerte de su hijo. «Necesitamos que el juicio se celebre de una vez por todas, es la única forma que tenemos para poder cerrar la página más dolorosa de nuestras vidas», lamentaba Puri en mayo de 2013.
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Aún faltaron dos años más para que los Bru vieran a los procesados por la muerte de su hijo en la sala de vistas de la Audiencia Provincial. Fue en 2015, a finales. Y ni siquiera entonces consiguieron ver cómo los caminos de la Justicia se aceleraban. Constantes renuncias a los letrados obligaron a varias suspensiones del juicio y al apercibimiento a los acusados por parte del Tribunal almeriense.
El sábado tomaban conciencia de la sentencia: Cuatro de los acusados han sido condenados. Dos de ellos a 23 años y un mes de prisión cada uno. Un tercero a seis años, tres meses y un día de cárcel. El último, tres años y un día. La justicia les ha llegado, cosas del maldito destino, en fechas trágicas para sus desdichados recuerdos.
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