La Cueva de la Lobera de Castellar acogió el equinoccio de otoño

Como estaba previsto, en el ocaso de un día luminoso, la luz del sol se coló por el hueco que para tal fin hicieron los antiguos moradores del santuario ibérico de los Altos del Sotillo, popularmente conocido como Cueva de la Lobera, para que a lo largo de la gruta se volviera a proyectar la imagen evocadora de los exvotos de bronce que se ofrecían a modo de ofrenda.

Quienes tuvieron el acierto de acudir pudieron disfrutar con la contemplación de este fenómeno singular, mágico, con fuerte carga de simbolismo. Un ritual que los antepasados oretanos supieron estudiar y materializar para conseguir que la imagen de la divinidad quedara proyectada sobre la pétrea estructura de la cueva. Para ellos el equinoccio conllevaba un cambio de ciclo agrario, además de ofertar protección, sanación y fecundidad, todo un ritual íbero que tuvo lugar dos milenios atrás con esta ceremonia de recreación escénica de purificación, cautivadora y sugerente a la vez, en la telúrica atmósfera de la Cueva de la Lobera.

Para contextualizar el equinoccio en un entorno cultural el Ayuntamiento llenó de contenido el momento mágico de retorno al pasado que permite un homenaje a la naturaleza. De esta forma, se realizaron visitas guiadas a La Cueva; el claustro de la Colegiata de Santiago acogió un encuentro de clanes; hubo un desfile procesional por las calles más emblemáticas de la localidad; el santuario acogió un acto de salutación y entrega de ofrendas; hubo una degustación de pan, aceite y vino de rosas y la biblioteca municipal Miguel Hernández albergó un taller de exvotos iberos.