En busca de la tensión competitiva
Análisis ·
Por encima de un estilo de juego, aún por definir, el Granada no puede perder los valores que le dieron prestigio y éxitosHay algo más importante en fútbol que los sistemas y los planteamientos tácticos. Cualquier deporte exige algún talento, pero es fundamental en su ejecución la capacidad competitiva. Fue algo que brilló por su ausencia en el Granada durante su partido en Vallecas. El equipo ha tenido un arranque poco lúcido en Liga, pero no le faltó actitud con el Villarreal ni frente al Valencia, con los que además empató. De hecho, en el duelo en Los Cármenes con el conjunto che hubo muchas muestras de vigor en las disputas, aunque no se dominara el duelo. Los rojiblancos aprovecharon su opción de gol más clara y supieron aguantar al contrario sin resentirse en exceso hasta la pifia de Puertas que desencadenó el penalti transformado por Soler. Pero en Vallecas todo discurrió de manera distinta. Desde el principio hasta el final, con muy escasos tramos de respuesta. Eso sí fue novedad.
Puede que el Granada subestimara al Rayo Vallecano y cuando quiso darse cuenta ya fuera tarde. Puede que Robert Moreno errara en la elección del sustituto de Foulquier. Puede que ciertos bandazos, en la pizarra o en el discurso, no cuajen en el vestuario. Puede que a ciertos futbolistas les falte ritmo o se encuentren mermados de confianza por lo que sea. Todo es debatible a posteriori. Sin embargo, lo más grave no fue el propio arranque del encuentro, ni la superioridad mostrada por Álvaro García ante Víctor Díaz, ni que algunos elementos exhibieran su peor versión conocida. Hasta el 2-0, los tantos llegaron por accidentes que pueden ocurrir en cualquier día aciago. Lo controvertido llegó después porque el conjunto careció de esa resiliencia que le caracterizaba y solía impedir que bajara los brazos, lo que le llevaba a cuestionar marcadores hasta en derrotas duras.
Robert Moreno hizo autocrítica. Seguro que percibe todo y lo repasará mejor en frío, pero cometió un error en su rueda de prensa aludiendo a que el Granada anterior también había pasado por momentos así. No tiene ningún sentido descontextualizar los traspiés de entonces respecto a los de ahora. El equipo de la pasada campaña estaba peleando en estas fechas por superar las previas de la Europa League y se topó, durante todo el curso, con una carga de partidos inhumana, más si cabe en futbolistas poco habituados a esfuerzos así cada tres días. Eso influyó en ciertas citas, como en aquel 6-1 en el Wanda. El Granada de Moreno, hasta que llegue la Copa del Rey o jornadas ligueras entre semana, compite de finde en finde y su listado de lesionados es escaso, aunque en este se halle un baluarte como Darwin Machís, uno de los futbolistas más trepidantes con Diego Martínez, que ha arrancado con más sombras que luces este ejercicio.
Moreno hereda un legado extraordinario que no necesita ya de más homenajes, pero tampoco que se reniegue de sus principios fundacionales, compatibles con otras maneras de entender el juego. Hay valores que no se pueden dar por hechos y que toca fomentar hasta el agotamiento en el día a día, siempre que se desarrollen bajo la complicidad de sus intérpretes. Sobre el compromiso y los pequeños detalles se arma todo lo demás. La capacidad de adaptación resulta más importante que cualquier sello propio porque asoma conformista renunciar a alternativas. Ser activos en cada lance. De nada sirve que el vídeo desvele las claves del contrario si luego ni se aplica bien el plan ni se reacciona ante los achaques ni se manejan variantes.
El Granada ha sido tres cosas muy distintas en estos tres primeros encuentros. Es más una escuadra mutante que una camaleónica, como le gustaba decir a Diego Martínez. Ha emprendido la búsqueda de una nueva identidad, pero en medio de cierta confusión, con fuego enemigo acechando que no tolera la duda.
Los males evidenciados no se curan solo entrenándose. Sería buena cierta terapia de grupo, una entente entre el cuerpo técnico y el plantel, que será el definitivo en cuanto cierre el mercado de fichajes, al menos hasta el invierno. Recuperar la mentalidad adecuada y borrar de la cabeza esta amarga derrota. La afición también tendrá su papel. Las discusiones forman parte de una masa social viva, pero en dos semanas llegará el Betis y ahí tocará aparcar posturas y poner el ánimo en el estadio. Moreno ha de saber capitalizar la recuperación, con complicidad con sus pupilos, pero sabiendo que llega un calendario duro.
Con diez de la campaña anterior de inicio, las cosas no funcionaron. Hay trampa, porque ya no están referentes de antes como Rui Silva, Foulquier, Yangel Herrera, Kenedy o Soldado. Tampoco Machís, convaleciente. Queda un poso que siempre supo estar en las duras y en las maduras, aunque con un año más a la espalda. Hay unos refuerzos de los que extraer nuevas posibilidades. Solo Bacca parece consolidarse. Queda por comprobar qué ocurrirá con Maximiano, Abram, Monchu o Arias tras el parón. Aunque no esté el peruano, con su selección, vienen días propicios para armonizar todo. Buscar la tensión competitiva, que desgasta pero es crucial, porque sin ella cualquiera es vulgar, máxime en la élite. La conciencia de que cada partido es una batalla. La página de la nostalgia ha de pasarse, pero tampoco hay que autoengañarse. Solo con espíritu crítico, sin perder la racionalidad, se podrá salir del atolladero.
La defensa hace aguas ante un rival que no había marcado aún
Dentro de los brotes verdes que ha intentado apreciar Robert Moreno en estos partidos, el catalán destacó la puerta a cero en La Cerámica y que el Valencia solo lograra marcar de penalti. Detalles que parecían corroborar una mejoría atrás que se descompuso en Vallecas. El Rayo, que no había marcado ningún gol, materializó cuatro. Sin Foulquier y recuperando la línea de cuatro atrás, con una zaga que se conocía de sobra, nada encajó. Quizás, porque no todo fue responsabilidad de la retaguardia, sino del bloqueo colectivo.
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