
Adicta en Granada
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Adicta en Granada
«Me tomaba el Orfidal y el Lexatin como si fueran gominolas»Te dan taquicardias». Rita (nombre ficticio) habla despacio, como si las palabras pesaran en lo más hondo de su cuerpo. «Te da presión en la cabeza. Mareos. Sientes que te vas a caer, que te vas a desmayar, que te vas a morir. Sí, que te va a dar un infarto, joder, me va a dar un infarto, y el corazón empieza pum, pum, pum, y sientes miedo, un miedo tan tremendo que con cualquier ruido parece que se te escapa el alma. Sí, eso es la ansiedad: vivir con miedo». Cada vez que Rita se sentía así, buscaba sus pastillas. Y así durante doce años. «Me tomaba el Orfidal y el Lexatin como si fueran gominolas. Hasta que, un día, el hígado me reventó».
Rita tiene 48 años y lleva nueve meses viniendo a Proyecto Hombre. «Es mi refugio, mi pequeño paraguas. Siempre me voy de aquí con una sonrisa». Lo curioso es que ella entró en el centro por su adicción al alcohol, casi sin ser consciente de lo que estaban haciendo las pastillas. «Mi madre murió. Al poco murió mi hermana. El médico empezó a recetarme pastillas y, como no mejoraba, me iba subiendo la dosis. Te crees que son inocuas, que no es nada... Yo vine por el alcohol, pero he pasado más ansiedad por las pastillas. No me costó dejar las cervezas, yo quería un pastillón. No tenía control ninguno».
La combinación del alcohol y la sobreingesta de pastillas desembocó en una hepatitis tóxica que casi se la lleva por delante. «Cuando salía a la calle, me tuve que enfrentar al bar y a la farmacia. Y me dio un ataque de ansiedad –taquicardias, presión, miedo–. Necesitaba ayuda porque tenía que luchar contra mí misma. Y sabía que me iba a fallar, y que si me fallaba moría. Vine a Proyecto Hombre con miedo al fracaso, miedo a que no me hiciese efecto... –Rita resopla y luego sonríe–. Menos mal que vine».
Tamara Sánchez, psicóloga en Proyecto Hombre, atiende a la historia de Rita como si fuera la primera vez que la escuchara. Escucha con los oídos, pero también con los ojos y las manos bien abiertas, por si hicieran falta. «Este tema, las pastillas, está muy relacionado con las mujeres», dice. «Antes del covid casi no teníamos mujeres. Después, hay una barbaridad y la mayoría con problemas de medicación». Así, el 90% de las usuarias que acuden a Proyecto Hombre han abusado de fármacos en algún momento. «Aunque hay de todas las edades, la media ronda de los 45 a los 55 años, y poquitas vienen solo por su adicción al alcohol, la cocaína o el cánnabis. Casi todas mezclan con medicamentos».
Cuando una usuaria llega a Proyecto Hombre, lo primero es determinar qué, cómo y cuánto está consumiendo. «La doctora Teresa se encarga de hacer el decalaje, porque quitarlo del tirón es imposible, acompañado del tratamiento psicológico», explica Sánchez. Ese tratamiento consiste, básicamente, en resolver una pregunta: ¿Por qué necesitan la pastilla? «Normalmente, detrás hay un conflicto. Y muchas, muchas, muchísimas veces hay violencia de género».
Tamara Sánchez
En el caso de Rita, como en el de la mayoría de usuarias de Proyecto Hombre, todo comenzó en la consulta del médico. «Dices que tienes ansiedad y te mandan el Trankimazin casi sin pensar, en la primera consulta. Cuando vienen aquí se preguntan ¿Cómo voy a superar esto sin mis pastillas si me las ha mandado el médico? La pastilla puede ser necesaria, pero también un tratamiento psicológico para determinar de dónde viene se malestar».
Rita asiente a las palabras de la psicóloga y, enfadada, cuenta que cada vez que va a casa de un familiar o de una amiga, es raro que vea cajas de Lexatin, Orfidal, Valium... «No hay una casa en la que no haya, como la aspirina o la Biblia». Luego toma aire y piensa en alguien que, como ella, pueda estar pasando por una situación similar: «Piensa por qué la tomas. ¿Sientes ahora lo mismo que aquel momento puntual en el que la recetaron? ¿Qué te hizo estar así? Si la vida ha cambiado, ¿por qué sigues tomándola? Habla con el médico. Díselo. Hay otros caminos. Tú tienes una herida con pus. La pastilla es una tirita, pero la infección sigue estando. Si no limpias lo que hay debajo, la tirita no sirve para nada».
Tamara celebra orgullosa la explicación de Rita. Y añade: «Si hubiera un psicólogo, al igual que un médico, nos quitaríamos un montón de fármacos. Pero este es un problema de la sociedad, de arriba abajo. Intentamos delegar responsabilidades y los médicos hacen lo que pueden con el poco tiempo que tienen».
Entonces, ¿es una buena noticia el Plan de Salud Mental aprobado por el Ministerio? «La cuestión es que la sociedad se conciencie de que no puedes tomar pastillas indiscriminadamente. Pero lo que no vale ahora es sacar una ley que quite la medicación, que los médicos no tengan esa opción tan viable, pero que tampoco sirva para dar una respuesta al problema, una alternativa real. Ahí entra la psicología».
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