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El fotógrafo Antonio García, en pleno proceso. ALFREDO AGUILAR
Una foto

Un recuerdo minutero de aquel verano en Granada

Antonio García Olmedo retrata, a los pies de la Catedral, a vecinos y turistas con una cámara que se construyó él mismo. «Quería recuperar el oficio»

Domingo, 6 de agosto 2023, 00:36

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El inesperado fresquito de la mañana –porque nadie espera fresquito un 5 de agosto– hace que el romero de las gitanas huela un poquito más. «Toma, guapo, toma, atiende un minuto», se escucha a los pies de la Catedral de Granada. El bullicio de turistas yendo y viniendo choca con la formidable quietud de Nobuo Ueda, que pinta el monumento de Alonso Cano. Entre medias, observando la vida a través de un cajón flamenco, Antonio sonríe sin parar. «¿Una foto chicos?». «¿Un recuerdo especial, en blanco y negro?». «¿Queréis una foto que podáis colgar en casa?». Nuria y Jorge, de Alicante, aceptan la propuesta. Entonces empieza la función.

«Por favor, poneos cómodos», les dice Antonio, indicándoles que tomen asiento en una caja de madera en la que, hasta hace nada, transportaba todo su equipo. «Durante unos segundos no os vais a poder mover, ¿vale? Quietos –advierte, con voz calmada, mientras mira por el objetivo hasta enfocar con un ingenioso mecanismo construido con un barrote de cuna–. Quietos –insiste, mientras mete la mano en el interior de la cámara, a través de un túnel de tela negra; dentro, con suma habilidad, extrae un papel fotográfico de una caja de puros, lo coloca en su sitio y saca la mano–. Quietos –les mira, sujeta un parasol con la derecha y, con la izquierda, el disparador que, por fin, hace ¡clic!–. Ya os podéis mover, me toca trabajar».

Preparando la cámara. A. AGUILAR
Imagen principal - Preparando la cámara.
Imagen secundaria 1 - Preparando la cámara.
Imagen secundaria 2 - Preparando la cámara.

La pareja se aparta y observa con atención el proceso. Antonio vuelve a introducir la mano en la cámara y coloca el papel en una cuba para que se revele. «Cuando veo que aparece como me gusta, la paso al fijador. Un minuto. Luego al agua». Así sale el negativo, con Nuria y Jorge en versión fantasmal. Ese negativo lo coloca delante del objetivo, en una paleta, y le hace otra fotografía. «Y repito el proceso: enfoco, coloco papel, revelo, fijo, lavo... Pero ahora sale el positivo». El positivo es una preciosa fotografía en blanco y negro. Un recuerdo único, en diez minutos.

Sacando el negativo. A. AGUILAR
Imagen principal - Sacando el negativo.
Imagen secundaria 1 - Sacando el negativo.
Imagen secundaria 2 - Sacando el negativo.

Antonio García Olmedo (Granada, 1976. En instagram @agolmedo) se propuso recuperar la fotografía minutera, una profesión casi olvidada que era muy habitual en Plaza Bib Rambla. Y es muy curioso, porque para hacer este tipo de fotografía hay un reto inevitable: construir tu propia cámara. «Es un reto bastante hermoso. Esto –acaricia el lomo de la cámara– es un cajón flamenco, de madera, para que aguante la calle. Opté por el modelo afgano, que a diferencia de la cámara minutera clásica, que tiene el fuelle con el cajón detrás, el enfoque también es artesanal y va dentro».

Antonio García Olmedo. A. AGUILAR

La cámara es una preciosidad a la que no le falta detalle. «¿Este espejo? Le digo a los clientes que es el Photoshop –ríe–. Vaya, para que se miren antes, por si son presumidos». Rodeando a Antonio, las miradas curiosas son constantes y, aunque muchos preguntan, no todos se sientan en el cajón. «Pido la voluntad, pero con un mínimo de 10 euros, para cubrir los materiales». Antonio viene todas las mañanas y, al menos, un fin de semana al mes. «Si te digo la verdad, lo mejor es cuando te vas a casa con una buena foto. Como retratista, lo que más me costaba era pedirle a la gente que se pusiera. Esto me cuadraba: hago fotos, cubro los gastos y es mi medio de vida».

Dos turistas atienden a Antonio. A. AGUILAR

Antonio se queda los negativos porque este es su gran proyecto fotográfico. «Quería rescatar el oficio, por lo menos durante un tiempo. Porque esto –abre los brazos– es un teatro. Si la gente viene con prisa les digo que no. El teatro son 10 minutos relajados, fuera de la locura de la ciudad. Si aceptas eso, a disfrutar».

El romero no para, Nobuo pinta sin descanso y en la plaza, de vez en cuando, se escucha un clic. «¡Un recuerdo único del verano en Granada!».

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Un recuerdo minutero de aquel verano en Granada