El futuro de Trujillos se llama Álvaro
Es la condena de la Granada vaciada: cuando los vecinos más lozanos se emparejan y se casan, parten en busca de nuevos horizontes
Carlos Morán
TRUJILLOS
Domingo, 7 de abril 2019, 00:54
Ángel es uno de los pocos jóvenes que todavía residen en Trujillos, un minúsculo anejo de Montillana de apenas 160 habitantes. No se quedará mucho tiempo más. En cuanto termine los estudios de Podología que cursa en Málaga, pondrá una consulta lejos de su pueblo. La razón es simple: en Trujillos no hay suficientes pies para que pueda ganarse la vida.
Es la condena de la Granada vaciada: cuando los vecinos más lozanos se emparejan y se casan, parten en busca de nuevos horizontes. En el caso de Trujillos, el destino suele ser la cercana Alcalá la Real, ya en tierras de Jaén. Así viene sucediendo desde la época en que esta aldea fronteriza era un municipio, pero el éxodo le arrebató esos galones y pasó a ser un apéndice de Montillana. A diferencia de otras poblaciones que también bajaron de la primera a la segunda división (hablando en términos administrativos), las gentes de Trujillos no están empecinadas en recuperar la categoría de ayuntamiento independiente. «Eso fue hace muchos años», comenta Valentín, un veterano que vive solo en una de pocas casas que conforman el núcleo urbano de Trujillos.
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Sacramento, Sacri para todos, es la mujer de José, el alcalde pedáneo, y coincide con Valentín en que al vecindario ya no le duele el recuerdo del municipio que fue. Si cuando ocurrió fue una herida, ya ha cicatrizado.
Para ellos, lo importante es que Trujillos tenga porvenir. Valentín, quizá porque es mayor, no lo ve claro: «Esto se está quedando solo», musita, mientras observa un enorme almendro que ha florecido desplegando una belleza blanca que ilumina Trujillos.
Sacri es más optimista, que no es sinónimo de ilusa: sabe que a su pueblo le ronda el olvido, pero ella resalta las bondades de residir en un lugar pequeño. «Lo mejor es la tranquilidad. Aquí tenemos todo lo que tienen en localidades mucho más grandes. Esto ya no es como antiguamente, que no había agua ni luz. Y, además, no tenemos el ruido ni los atascos de las ciudades», se felicita, sentada junto a una chimenea encendida que es el antídoto infalible contra el viento helado que recorre Trujillos (el pueblecito está encajonado entre colinas, sierras, bosques y olivares, lo que hace que, incluso en verano, los termómetros no alcancen esos calentones disparatados tan propios de la capital).
José, el hijo de Sacri, tiene 23 años y es de los pocos jóvenes de Trujillos que no ha querido irse. Como a su madre, le gusta el sosiego de su aldea. Ytrabajar en el campo, en la aceituna, que, por lo demás, es la principal industria de Trujillos. Cuando José 'junior' va a Alcalá la Real o a Granada acaba «agobiado» y como perdido. Él no echa nada de menos. Si de él depende, Trujillos resistirá.
Santi y Noelia también son jóvenes y también han apostado decididamente por su pueblo. Tienen un chiquillo de dos años que se llama Álvaro. Es el benjamín de Trujillos. Es el único niño propiamente dicho que queda. Sus compañeros de juegos son, casi siempre, sus padres. No es raro ver a Noelia y Álvaro dando vida al parque infantil de Trujillos, que es una miniatura. Ellos solos se bastan y se sobran.
Pero si al pequeño le entra el 'mono' de juntarse con seres humanos de su edad, mamá lo lleva hasta Alcalá la Real y arreglado. Luego regresan a Trujillos y pasarán junto al cadáver del Colegio Público Sierra Sur, que cerró el año pasado por falta de 'clientela'. En la fachada del clausurado centro educativo hay un dibujo del rostro de Federico García Lorca, subrayado por el archiconocido verso que dice: «Verde que te quiero verde...». Cada vez que Álvaro camina delante de la fachada del 'cole', se acerca a la puerta candada con una alegría frustrada: quiere entrar, pero entiende que no es posible. No es fácil ser el futuro de Trujillos. Pero pronto compartirá esa misión con un hermanito. Noelia está embarazada. Hay esperanza.
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