«Los patos son los que disfrutan ahora las calles»
Mi aislamiento | Juan Vida ·
En su casa de Pinos Genil da vueltas a los cuadros que tiene inacabados y confiesa que «más que pintarlos, me dedico a borrar lo que no me gusta»encarna ximénez de cisneros
GRANADA
Lunes, 30 de marzo 2020, 00:37
Su hija Julia le hace la fotografía delante de un lienzo donde aún se puede ver la silueta del Mojón del Trigo, pero en el que ha desaparecido la Hoya de la Mora que lo acoge. Una inédita visión de nuestra Sierra que espera la solución final de su autor. Y es que Juan Vida aprovecha estos días para «coger las pinturas que tenía por ahí y darles la vuelta», incluido borrar todo lo que no le terminaba de convencer. Es lo mismo que le ocurre con un retrato a medio concluir que, sonríe, «mejor lo dejo que me lo cargo».
Y no es el aburrimiento lo que le ha llevado a estas decisiones; es la forma de plasmar en su arte la misma visión que, en general tiene, de lo que estamos viviendo: «algo estábamos haciendo mal y ahora podemos rectificar»; y lo afirma queriendo siempre mirar «por el cristal del optimismo». Por eso no le apetece nada hacer de estos tiempos una fuente de inspiración para sus obras, «prefiero algo más divertido».
Periodismo y compromiso
Ese optimismo lo traslada a su hija adolescente que «mediante la tecnología, sigue estando en contacto con su mundo», así que, hasta ahora, «lo está llevando bastante bien». A eso ayuda que, ambos, comparten las tareas domésticas y hasta se atreven con la cocina, aunque los resultados pueden no ser los esperados, convirtiendo algunas recetas en platos no siempre reconocibles; «nos salió algo dulce, estaba bueno y al final nos lo comimos».
Orgullosa disciplina
María José, su esposa, trabaja en un centro de salud por lo que cada regreso del trabajo supone estar en alerta: «Todos los días a las tres es como si empezara nuestra cuarentena».
Por eso, entiende muy bien que quedarse en casa es imprescindible, «no es el momento de ser rebeldes ni de ir a contracorriente». Y está muy orgulloso de sus vecinos a los que oye, desde la distancia, aplaudir y hasta tirar algún cohete que otro: «al principio estábamos algo dislocados, pero ahora la disciplina impera», felices porque aún no se conoce ningún contagio.
Se organiza bien al estar acostumbrado a su casa y a trabajar en ella, pero ha modificado su rutina. Antes, cada mañana paseaba por su pueblo, visitaba la imprenta y saludaba a sus vecinos, antes de meterse en el estudio. Ahora, sigue preparándose cada jornada como si fuera a repetir el recorrido, porque «la pereza hay que evitarla», siempre con las ganas de recuperar su cita en el bar para echar unas risas – «que aún en estos momentos no deben faltar»– con los amigos.
Su única escapada es sacar a su perra, que puede seguir olfateando el río porque «la casa está apenas a cincuenta metros». Lola –así se llama la mascota– sólo sale para lo imprescindible, pero la cercanía al campo le ha permitido comprobar que «los que ahora disfrutan de los caminos son nuestros famosos patos que, sin miedo, al igual que los pájaros, campan a su antojo». Hay más animales que lo hacen, pero no son tan románticos.
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