Las inquietudes de Abigail, una vendedora ambulante de Granada
Una joven trabaja a diario en su puesto de fruta junto al edificio de la Junta de Andalucía en Joaquina Eguaras pero no puede vender los domingos en la Marcha Verde
Abigail es una joven granadina que regenta un puesto de venta ambulante de frutas y verduras en la avenida de Joaquina Eguaras de la ciudad de la Alhambra, justo donde se ubica el edificio de oficinas de la Junta de Andalucía. Cada mañana, al punto del sol, se monta en la furgoneta con su padre y cargan las cajas con las frutas y verduras que su tío ha comprado en Mercagranada.
«Es que yo todavía no me he sacado el carné de conducir. Por eso mi padre es el que me trae por la mañana y me recoge cuando termino de trabajar cada día», explica Abigail con una amplia sonrisa que deja escapar la preocupación por la actual situación que sufren los vendedores ambulantes.
Exacto. Hace menos de una semana, el pasado viernes 16 de octubre la Junta publicó en el Boletín Oficial de la Comunidad, BOJA, las medidas excepcionales específicas y temporales por razón de salud pública que se llevarán a cabo en Granada por la pandemia. Entre ellas, les afectó cual explosión nuclear la siguiente. «No se permitirá la apertura de mercadillos públicos o privados». Una medida que afecta a Granada capital y a la treintena de municipios que conforman el Área Metropolitana.
Abigail entiende que estas medidas no afectan a su puesto de fruta y verdura en Joaquina Eguaras. «Llevamos en este lugar años y todos los días. Tenemos todos los papeles en regla y pagamos al Ayuntamiento. Guardamos todas las medidas de seguridad, las distancias, tenemos gel y llevamos mascarilla», explica mientras va mostrando todo el material.
Los clientes, no faltan. Compran tomates, calabacines o plátanos y se van encantados del puesto de Abigail. Pero su sonrisa no termina de aparecer. Su vida transita por un limbo ambulante. «He comprado pijamas para vender en la Marcha Verde y resulta que el domingo lo cerraron. Y ahora tengo todas las cajas en casa. Tampoco puedo vender en el Zaidín, porque está cerrado. A este paso, no vamos a poder sobrevivir. Y eso que estamos al aire libre».
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