Los grafitis históricos de Granada que se han convertido en iconos
Muchas de las pintadas que decoran muros de la ciudad se han significado como puntos clave, ante las alabanzas de unos y las críticas de otros | Algunos siguen siendo parte del paisaje y otros han sido eliminados
La delgada línea, a veces no tan delgada, entre arte y mal gusto. Un mural cargado de elementos artísticos y la necesidad de ensuciar el mobiliario urbano con manchas sin forma, orden ni concierto. Los grafitis acompañan a las ciudades desde hace décadas y todavía no han conseguido el consenso de sus vecinos. Hay quienes defienden el arte urbano como una parte más de la decoración de la ciudad; hay quienes desechan cualquier expresión de este tipo como elemento decorativo; y quienes se suben a la corriente del arte urbano cuando son piezas consentidas y trabajadas, pero no apoya aquellos trabajos con spray o pintura que no muestran estética alguna que ensalzar.
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Borran la romántica frase del mirador del Carmen de los Mártires de Granada
No solo son dibujos, también las frases escritas sobre una pared o un banco pueden pertenecer a este movimiento decorativo que tiene lugar en las calles de urbes como Granada. Este lunes trascendió la retirada de una frase instalada en el muro del mirador que hay delante del Carmen de los Mártires. 'Estando aquí sentado te imaginé a mi lado y te regalé todas las aves del mundo'. Esa frase ha acompañado desde que se instalara hace años a muchas parejas, inmortalizadas en fotos que han subido a redes.
Operarios municipales, dentro del repintado del muro, acabaron con ella de un brochazo (o varios). Nadie sabe quién escribió aquello, pero sí que muchos usuarios de las redes han expresado su pesar ante la desaparición de un elemento que se había convertido en icónico y piden que se reinstaure. No es la primera vez que algo así ocurre. Otras muchas veces grafitis que habían pasado a formar parte del día a día de los granadinos quedaron sepultados bajo una nueva pintura unicolor.
Error de comunicación en el Pretorio
El Callejón del Pretorio, vía que une la calle Pablo Picasso con el Paseo de los Basilios, contaba con un gran muro en el que, de forma autorizada, muchos artistas callejeros encontraron un espacio para expresarse. Algunos de ellos estuvieron allí durante décadas. Otros pasaron a mejor vida para ceder protagonismo a nuevas pintadas. Pero un error de comunicación cambió hace tres años aquel muro, que pertenece al Colegio Escolapios. La dirección del centro encargó trabajos de mejora en el exterior del mismo y planteó la posibilidad de pintar el muro de los grafitis. No había instrucción definitiva, pero un fallo de comunicación se llevó por delante este arte urbano para ofrecer una pared blanca inmaculada.
Detrás de los murales hay artistas tan consagrados como Juan Vida, que en 1992 decoró los techos del edificio Aliatar con una recreación del curso de un río con diferentes escenas que formaban parte de sus recuerdos. Casi tres décadas después, una reforma para dar paso a una perfumería acabó con esta decoración.
Entre los grafiteros más famosos, quizá el que más por su trascendencia dentro y fuera de la ciudad, está El Niño de las Pinturas. Sus trabajos se han convertido en auténticos iconos de Granada. Su estética y el trasfondo de sus obras, acompañadas de mensajes que hacen reflexionar, le han dado un espacio preferente en la escena. Un enorme caracol decoró el muro de la iglesia de Santo Domingo hasta que lo eliminaron al ser el inmueble catalogado BIC (Bien de Interés Cultural), a pesar de que el dibujo estaba allí desde 2001, antes de que se procediera a su catalogación como BIC. El caracol se trasladó, con la casa a cuestas, al Barranco del Abogado.
En la Cuesta Escoriaza un niño en cuclillas ante una montaña de botes de pintura daba la bienvenida a vecinos, granadinos y visitantes en general. Una frase a mítica que dice: «Y haciendo cosas que rompo para arreglarlas y volver a romperlas paso mi tiempo...». Fue pintado en 2001 por El Niño de las Pinturas y es difícil recordar, muchos ni siquiera lo han visto de otra forma, ese espacio sin el gran grafiti. Su deterioro llevó en 2019 al autor a solictar formalmente permiso al Ayuntamiento para restaurarlo y que siguiera formando parte de la ciudad en todo su esplendor. La primera respuesta fue negativa.
Al final, hubo acuerdo, aunque no restauración. Un nuevo niño se instaló en la pared. Solo unos pocos días duró el blanco que tapó al primer menor de Escoriaza. Suficiente para que las asociaciones de vecinos del Realejo y del Barranco del Abogado apremiaran para que el nuevo joven cobrara vida. «Somos más que las palabras que nos definen» es la frase que esta vez escribió El Niño de las Pinturas.
Muy cerca de allí, en la plaza de Joe Strummer, una sirena parecía salir de la fuente. Se le atribuyó también al Niño de las Pinturas, pero el propio artista negó ser el autor de la misma. También desapareció del muro.
La jirafa 'greñúa'
Muy sonado fue el caso de la 'jirafa cablejera', esa que despedía a los vecinos y visitantes del Realejo al final de la calle Molinos, justo antes de enfilar la Cuesta Escoriaza para bajar al Salón. Desapareció en 2016 tras unos trabajos para acabar con unas humedades en la fachada del edificio en la que vivía instalada. Reapareció ante la presión popular, pero volvió a caer al abismo hasta que encontró un nuevo hogar en los muros del Colegio Santo Domingo, a unos metros de su ubicación original.
La lista de grafitis que han decorado las paredes de la ciudad es interminable. La de aquellos dignos de mención, también. Se trata de un arte efímero que, generalmente, tiene fecha de caducidad, pero algunos de estos murales han acabado siendo una parte más de la vida de la ciudad. La lucha contra las autoridades por es constante. Hay espacios habilitados para ello, pero no todos respetan la normativa. Aquellos que no lo hacen se exponen a cuantiosas multas.
En 2010, un grafitero francés se atrevió a pintar la cabeza de un águila en los muros del albaicinero convento de Santa Isabel La Real. Su atrevimiento sirvió para unificar criterios en torno a la ordenanza y las sanciones para impedir que se ataque con pintura el patrimonio protegido. Trece años después, siguen apareciendo pintadas donde no se puede, pero también permanecen en espacios legales auténticas obras de arte que, sin duda, han pasado a tener un espacio en el corazón de los granadinos y un reclamo más para la ciudad.
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