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La musiquilla del 'Tetris' a la orilla del mar

Lo que llevo en mi maleta | 1991 ·

La Game Boy llegó a España hace 30 años, el 28 de septiembre de 1990, convirtiéndose en el regalo estrella de aquella Navidad. Seite meses más tarde, la pequeña Nintendo alteró los veranos en familia

Miércoles, 22 de julio 2020, 00:28

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Las olas rompían dejando ese hermoso runrún que tan bien acuna las toallas esparcidas por la playa. El 'tap-tap' de las palas, los 'flus-flus' de las sombrillas al abrirse, los 'chap-chap' de las chanclas empapadas... Toda una armonía de sonidos conocidos, sonidos intrínsecos al verano de nuestras vidas, de repente alterados por un soniquete extraño, una melodía de tintes rusos enlatada en una máquina de 8 bits. «¡Tetris!», gritaba el jugador al dejar la pantalla limpia de fichas. A su lado, alguien preguntaba con ansia: «¿Me toca ya la GameBoy?».

Hoy nadie se extrañaría de ver a alguien jugueteando con el móvil junto a la playa o la piscina –de hecho, lo raro empieza a ser lo contrario–. Pero en el verano de 1991 aquello, lo de encorvar la mirada para centrarse en una pequeña pantalla, fue una revolución. La Game Boy fue la primera 'gran' videoconsola portátil. En los 14 años que estuvo en el mercado, se vendieron la friolera de 118,69 millones de unidades. En Japón llegó en abril de 1989 y aquí lo haría un año y medio después, en septiembre de 1990. Aquella Navidad, la Game Boy se convirtió en el regalo de moda y, desde entonces, las melodías del 'Tetris' y del 'Super Mario' nos acompañarían a todas partes.

Si un niño actual encendiera la consola se quedaría a cuadros por muchas y muy variadas razones:necesitaba pilas para funcionar; la pantalla era una mezcla de verdes y grises; bastaban dos botones, 'A' y 'B', para utilizarla; y sus juegos, que hoy se podrían descargar en cualquier móvil en lo que dura un parpadeo, venían en cartuchos que rondaban las 5.000 pesetas.

En el verano de 1991 la Game Boy ya era inquilina en millones de hogares españoles. Pese a que llegó como un juguete moderno para los pequeños de la casa, la videoconsola interesaba a todos los miembros de la familia. Aquellas vacaciones fueron las primeras en las que la Game Boy iba pasando de unas manos a otras, del nieto al abuelo, para ver quién conseguía más puntos al 'Tetris'. La maquinita pudo, por primera vez en la historia de la televisión, distraer la mirada de los niños de 'El rescate del talismán' y de los adultos del 'Pasa la vida' de María Teresa Campos. Y, al ser portátil, entraba en todas las maletas, mochilas y riñoneras del mundo.

Ese verano se descubrió que jugar a la Game Boy en el coche era una maravillosa y eficaz manera de marearse. También se inventaron infinidad de métodos para conseguir hacer sombra a la pantalla y poder seguir la partida sobre la tumbona. Y, por supuesto, se compraban auténticos cargamentos de pilas para que no se apagara nunca la lucecita roja. Pese a la novedad, el aparato no se rompía fácilmente. De hecho, pocas videoconsolas han sido tan duras como la Game Boy: arena, piedras, caídas accidentadas... todo lo soportaba. Fíjense si era dura que tras la Guerra del Golfo, en los escombros, se encontró una Game Boy destrozada que seguía funcionando y que hoy se expone en la Nintendo World Store, en Nueva York, conectada a una fuente de energía.

Allí, en las piscinas y las playas de aquel verano del 91, tampoco faltaron los que lamentaron su llegada; los que pensaron, literalmente, que eso de llevarse una máquina a la toalla era cosa de frikis y 'loosers';de Urkels y Screeches (otro día hablamos de 'Cosas de casa' y de 'Salvados por la campana'). Quién les iba a decir que, 30 años después, todos llevarían su móvil pegado a la piel.

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