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Antonio Miguel Díaz posa sereno con su bicicleta actual, una Wilier, en la Ciudad Deportiva de la Diputación en Armilla y junto al velódromo en el que trabaja.
LEYENDAS DEL DEPORTE GRANADINO

El benjamín del Tour enseña a los más jóvenes

Antonio Miguel Díaz forma corredores desde hace 16 años en Armilla y es el seleccionador andaluz en el ciclismo de base

Víctor M. Romero

Martes, 10 de noviembre 2015, 01:18

A Antonio Miguel Díaz Rodríguez (Alhendín, 24/08/1968) se le conoce como al ciclista de la sonrisa. Simpático y extrovertido disfruta de la bicicleta en Armilla, su segunda casa, al frente de la escuela municipal, con la que lleva la friolera de 16 años, puesto el de Armuvissa -la empresa del ayuntamiento armillero que le fichó- que comparte con el cargo de seleccionador andaluz júnior y sub 23 tanto masculino como femenino. Díaz se retiró en 1997 tras seis años de profesional, del 90 al 93 en el Kelme de Rafa Carrasco y Álvaro Pino y del 94 al 96 con Maximino Pérez en Deportpublic, Castellblanch y MX Onda. Al margen de ser uno de los corredores más alegres del pelotón, nadie olvida que fue el benjamín del Tour durante mucho tiempo. Como neoprofesional lo corrió y acabó con solo 21 años, edad que solo ha superado recientemente el hijo de Van Poppel, Danny. Antonio Miguel se formó en el Cesadén Otero de Playa de Aro (Gerona) junto a Miguel Ángel Martínez Torres y tuvo la suerte de que le entrenara Manolo Sáiz, que ya estaba a la vanguardia antes de crear el equipo Once con Zulle, Jalabert, Olano, Sthephens, Heras... «Aprendí mucho y estrenamos el pulsómetro. Sáiz era muy moderno, iba a la vanguardia, fue el primero en usar las ruedas lenticulares».

Café con gaseosa

Díaz es un ciclista vocacional y no entiende su vida sin la bicicleta. En 1986 fue campeón de España en categoría júnior y acudió al Mundial de Casablanca. El Kelme se fijó en él y le llevó a Colombia a disputar con los 'escarabajos'. Recuerda que «me colocaron de compañero de habitación a Asiat Saitov, un ruso muy serio, quizás por mi carácter sociable. Ese no entendía ni jota». Pero lo más duro fue acudir al Clásico RCN en Medellín y que «me ofrecieran un 'tinto' a las ocho y media de la mañana. Luego supe que era un café antes de pedirlo con gaseosa», se parte de risa. Quedó segundo en la etapa reina y «tras superar con facilidad en todos los puertos a un colombiano que fue fingiendo estar con la 'pájara', hasta llegar al último, donde me pegó un hachazo y se fue como una moto». Ya en la meta, los periodistas «me preguntaron que cuál era mi 'polla' para la siguiente etapa». Antonio se quedó de piedra. No sabía si se referían a que debía echarle más 'huevos' la próxima vez, hasta que le aclararon que significa apuesta o pronóstico en Colombia.

El hoy seleccionador andaluz se arrepiente «de no haber seguido más tiempo en el ciclismo, tuve ofertas de Portugal y Estados Unidos y no quise irme, también de Italia menos seguras, el sueldo era bajo y me fastidiaba estar siempre fuera de Granada. Quise probar una vida nueva, no sabía que ésta es más dura que la del corredor. Como profesional ves países diferentes, disfrutas de los logros y valoras esa satisfacción personal. Debí hacer como Melchor Mauri, que se fue a Portugal y luego regresó a España».

Dice que él siempre huyó de los comentarios que a veces le llegaban sobre dopaje, aunque «aquello explotó en 2000 y yo ya no estaba». Su mayor sueño sería «poder dirigir un equipo profesional con corredores andaluces y granadinos y, si los conozco, mejor aún». Y que esa formación de la tierra participara en Tour, Giro y Vuelta. «Las tres las he hecho y la más complicada e incontrolable es el Giro, hasta me caí en una edición, es anárquico y nervioso, se pasa frío al no acompañar en muchas etapas la climatología en mayo». Le gustaría que la Junta de Andalucía o algún patrocinador apostara de nuevo por un equipo profesional que «exporte nuestra imagen».

Nunca podrá olvidar el récord al más joven inscrito en el Tour de 1990 que coronó a Greg Lemond. «Antes ibas a la Vuelta rápido y en la actualidad es impensable, hay varias categorías y los granadinos Dani Domínguez, Álvaro Cuadros y Gabriel Reguero tienen que probarse en el extranjero, en continental, con dos peldaños por arriba hasta el UCI World Pro Tour. El salto era de golpe. Yo afronté el reto de jornadas de 300 kilómetros sin llegar fuera de control... je, je».

La Vuelta y la montaña de la París-Niza

  • El mejor recuerdo de su carrera fue la etapa de la Vuelta'91, la de León a Valladolid, que ganó tras una larga fuga en la que batió a Mario Kummer, alemán que corría junto a Bugno en el Gatorade. También se anotó la séptima etapa de la Vuelta a Portugal de 1993, la montaña de la París-Niza sobre Armstrong, Virenque y Rominger y la de la Vuelta a Andalucía'93, la que se llevó Julián Gorospe y en la que estuvo Miguel Indurain con dos 'tours' ya en la buchaca.

También tuvo momentos amargos. En lo deportivo cuando Rominger le arrebató la montaña en el penúltimo día de la Vuelta de 1993 tras ganar en los Lagos de Covadonga. «Llevaba 22 días de líder... ¡qué rabia! Aquella ronda que empezó y acabó en Galicia es lo que más me ha dolido». Le rechina en la memoria una fuga de 268 kilómetros de Baza a Alicante en 1994, «quedaban 240 y se me pegó Simone Biasci en Cúllar Baza, pensé que venía bien ayuda y luego me ganó el tío».

La reciente pérdida de su amigo Juan Carlos Megías Salas, concejal del Ayuntamiento de Armilla que falleció tras un infarto entrenando, aún no la ha superado. «En el TriGranada le hicimos un homenaje, era un entusiasta del ciclismo e impulsor de la marcha cicloturista Juanmi Mercado y el Memorial Picolo».

También tiene grabada la muerte de José Antonio Espinosa en el Critérium de Fuenlabrada con el MX Onda. «Por eso pongo al corriente a los niños del peligro, de lo importante que es la seguridad en nuestro deporte y de que vayan con precaución permanente. Aquí la cancha o el campo es un área que compartimos con coches, camiones... otros vehículos a los que hay que respetar. Que ellos nos respeten pero compartimos la vía, por eso más que formar campeones les enseño a cumplir el 'stop', a mirar por su integridad física, a que descubran los valores del ciclismo como el compañerismo y el trabajar en equipo, que conozcan a fondo el material y la bicicleta. Solo les muestro la táctica y el camino para ganar a partir de los 17 años, en edad júnior o sub 23».

Muy popular y querido

Antonio Miguel Díaz es muy querido y popular en Alhendín y Armilla. Desde hace 30 años se celebra el trofeo que lleva su nombre en la localidad que le vio nacer y todos los alcaldes, al margen de la ideología o siglas políticas, han reconocido su esfuerzo y labor con premios y placas. Eso desde que las peñas Ángel Camarero y Joaquín Galera se fusionaron en la suya. Obtuvo el título de entrenador nacional junto a Belda, Gorospe y Etxabe.

Lo suyo es el ciclismo aunque trabajó en la Inmobiliaria DH, de ahí pasó a Metrosur, la oficina metropolitana sur del Área de Deportes de la Diputación hasta recalar en Armuvissa.

Le encantó la experiencia acumulada en la organización de la Vuelta a Andalucía con Deporinter en doce ediciones y en la Vuelta a España durante un año. Pero lo que más le llena son los 700 niños a los que ha formado, unos 60 en la actualidad los comanda en el velódromo de la Ciudad Deportiva Diputación. Comparte amistad con Juanmi Mercado, Francis Cabello, Miguel Ángel Martínez Torres, Blas Giner, el 'Cata', el 'Chumbo', 'Fito' y Carlos García Quesada, Manuel Huete, Miguel Ángel Peña, Manuel Fernández Ginés... o hasta los más veteranos como Paco Espinosa y Ángel Ocaña.

«El ciclismo ha cambiado mucho, antes no había tanta disciplina de equipo. Ahora manda la estrategia con los pinganillos, todo está bajo control y ganan los favoritos, Contador o Froome. En mi época había más libertad y los segundos de fila se rebelaban, eso ahora apenas lo vemos, con Quintana y Valverde o Landa y Aru, rara vez porque predomina un líder por formación». Antonio Miguel Díaz habla del ciclismo de montaña, femenino, como ocio... «Esto es imparable y ayuda mucho que venga la Vuelta por aquí». Y más que el alegre benjamín del Tour enseñe a los pequeñajos.

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