Rescate en Granada
Salvado por su compañero y el desfibrilador instalado tras la muerte de un joven en OturaLa intervención de Javier, estudiante de Medicina, fue clave para que Raúl sobreviviera sin secuelas tras desplomarse en el campo de fútbol
Raúl Sousa despejó un balón mientras jugaba en el campo de fútbol de Otura y, acto seguido, se desplomó. Circunstancias de la vida, cayó muy cerca del lugar en el que falleció hace trece años el joven Adrián Cabello, cuya pérdida conmocionó al pueblo. A los que presenciaron la escena un escalofrío les recorrió el cuerpo. La historia se repetía. Sin embargo, había dos diferencias. Tras el fallecimiento de Adrián se instaló un desfibrilador en el campo para evitar más muertes súbitas como la suya. Además del aparato, en el campo se encontraba Javier García, un estudiante de Medicina de 27 años que cambió el rumbo de los acontecimientos. Gracias a estos dos elementos la historia no se repitió. Los protagonistas de esta historia, que sucedió hace dos meses, recuerdan el cúmulo de casualidades que permitieron que Raúl haya vuelto a nacer tras sufrir una muerte súbita.
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El joven, de 26 años, trabaja como carpintero metálico. Aquel día se levantó a las 7.00 horas, como siempre, y se desplazó hasta el Valle de Lecrín para desempeñar su tarea. Cuando acabó, se duchó y se dirigió al campo de fútbol de su pueblo, donde desconecta cada jueves a las 21.00 horas junto a su peña. Recuerda llegar allí, pero nada más. En su mente todo está nublado. El que sí tiene aquella noche tatuada es Javier García. Acude los jueves a la misma hora al recinto para entrenar con los sénior del Otura C.F. La mitad del campo la usa su equipo, la otra mitad, la peña. Acababan de terminar un ejercicio y estaba esperando para empezar el siguiente. Alzó la vista, giró la cabeza a la derecha y vio a Raúl desplomarse.
«Salí corriendo hacia él y estaba convulsionando, fueron momentos de angustia. Pensaba que era un ataque epiléptico, pero no. Lo puse de lado y le hice la maniobra de ver-oír-sentir. No tenía pulso», explica el joven, estudiante de sexto curso de Medicina. Sus compañeros trajeron rápidamente el desfibrilador automático y, gracias a los conocimientos que adquirió durante una asignatura de la carrera, pudo atenderle.
«Me podía haber dado durmiendo, trabajando… pero tuve la 'suerte' de que me ocurrió donde había un desfibrilador y con Javi cerca»
Raúl Sousa
«Cuando el aparato indicó que el ritmo era desfibrilable, todos se apartaron y dio una descarga. Lo combiné con el masaje cardiaco y el boca a boca, lo más importante para que el riego sanguíneo llegue al cerebro. Cada minuto que pasa es vida que se pierde», cuenta Javier. Raúl empezó a respirar lentamente, pero duró poco, volvió a quedarse sin pulso. La agonía hasta que llegó la ambulancia se prolongó durante veinte minutos. Se lo llevaron directo a la UCI.
Arterias cruzadas
Raúl despertó cuatro días después rodeado de cables y sin saber qué hacía allí. Su familia le contó poco a poco lo sucedido. «Me explicaron que me había dado una muerte súbita, tenía las dos arterias del corazón cruzadas de nacimiento y se habían obstruido por completo. Me podía haber dado durmiendo, trabajando… pero tuve la 'suerte' de que me ocurrió donde había un desfibrilador y con Javi cerca», resalta. Tras una semana en la UCI, le realizaron un bypass, extrayéndole un vaso sanguíneo de la pierna para sustituir las arterias afectadas. Pasó otra semana más ingresado antes de recibir el alta hospitalaria.
«Si Javi no llega a estar, todos llevaríamos ahora un brazalete negro»
Antonio Santisteban
Entrenador de los sénior del Otura C. F.
A día de hoy se encuentra algo fatigado y con dolor en la cicatriz de la pierna, pero nada comparado con las secuelas que se le podían haber quedado tras esos desesperantes veinte minutos. Y como no podía ser de otra manera, le faltan palabras para expresarle a Javier su agradecimiento. «Estoy aquí gracias a él, me salvó la vida. Sin su masaje y el desfibrilador, cuando los sanitarios llegaron hubiera sido demasiado tarde», recalca emocionado. A Javier lo conocía de vista, por tener amigos en común y jugar a pocos metros de distancia los jueves. Ahora se ha convertido en su ángel de la guarda.
Revivir el trágico suceso
El resto de compañeros de Raúl aún están conmocionados. Todos conocían a Adrián Cabello, al que siguen echando de menos pese a que ha transcurrido más de una década desde que se fue. Aquella noche revivieron el miedo a perder un amigo. La espera de la ambulancia fue la más larga que recuerdan. «Si Javi no llega a estar, todos llevaríamos ahora un brazalete negro», sentencia Antonio Santisteban, entrenador de los sénior. Todos coinciden en que la ciudadanía en general debería aprender a realizar la Reanimación cardiopulmonar (RCP), con más hincapié aún en los campos de fútbol. De hecho, el Otura C. F. está dando formación a sus jugadores.
Tras saber que Raúl salió adelante, Javier se sintió muy satisfecho de su actuación, aunque lo pasó verdaderamente mal. Durante días estuvo dándole vueltas a si podía haberlo hecho mejor. Se sentía responsable. «Si llega a salir mal me hubiera causado un trauma», confiesa el joven, que ha demostrado que tiene madera de cardiologo: siempre ha sido una de las especialidades que más le ha gustado.
En el pueblo todos han alabado su intervención. El Ayuntamiento de Otura, incluso, le reconoció con un premio el Día de Andalucía. Y es que un cúmulo de casualidades han marcado el destino de Raúl: que le ocurriese en el campo de fútbol y no en otro lugar, que hubiera un desfibrilador, que estuviera Javier. A veces la vida concede inexplicables prórrogas. Raúl, sin duda, la va a aprovechar.
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