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José Luis Esteller | Nutricionista en el Hospital Vithas Almería
«La celiaquía no está relacionada con químicos, procesados o microplásticos»David Roth
Almería
Viernes, 16 de mayo 2025, 23:23
El 16 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Enfermedad Celíaca, una fecha para visibilizar esta afección que, lejos de ser una moda alimentaria, es una enfermedad autoinmune que afecta a un porcentaje significativo de la población. Para arrojar algo de luz sobre la celiaquía y cómo convivir con ella, hablamos con José Luis Esteller, nutricionista del Hospital Vithas Almería, quien nos explica en profundidad qué implica este diagnóstico, cómo se detecta y qué desafíos enfrentan los pacientes en su día a día.
–¿Qué es exactamente la celiaquía? ¿Es correcto hablar de intolerancia al gluten?
–No, no sería del todo correcto. La celiaquía no es una intolerancia, como puede ser la intolerancia a la lactosa. Es una enfermedad autoinmune. El sistema inmunológico del celíaco reacciona de forma anómala al gluten, atacando sus propias vellosidades intestinales. Esta respuesta daña el intestino delgado e impide una correcta absorción de nutrientes. La enfermedad no tiene cura actualmente, y el único tratamiento eficaz es llevar una dieta estricta sin gluten durante toda la vida.
– ¿Qué síntomas presenta?
–Aunque tradicionalmente se ha asociado a problemas digestivos, como diarrea, hinchazón o dolor abdominal, los síntomas pueden ser muy variados. Pueden presentarse también a nivel psicológico, social o económico. Muchas personas celíacas sufren aislamiento, ya que comer fuera de casa se convierte en un reto, y además los productos específicos son más caros. Incluso puede afectar al estado de ánimo o al rendimiento.
–¿Cómo se diagnostica?
–Normalmente, el proceso se inicia cuando el paciente acude al médico por síntomas digestivos o extra-digestivos. Se realiza una analítica sanguínea en busca de anticuerpos específicos, y si estos resultan positivos, se confirma con una biopsia intestinal. En algunos casos también se utilizan pruebas genéticas, especialmente si hay antecedentes familiares. Es un proceso médico riguroso y a veces largo, ya que hay formas «silenciosas» de celiaquía que no presentan síntomas claros.
– Es común que el diagnóstico se retrase?
–Sí. De hecho, cada vez vemos más casos diagnosticados en la edad adulta. Antes era habitual detectarla en la infancia, pero hoy en día existe lo que llamamos celiaquía silenciosa, que no da síntomas evidentes y se confunde con otras dolencias como el SIBO, la infección por Helicobacter pylori, u otras intolerancias. Además, la biopsia es una prueba invasiva, y no siempre se realiza de inmediato.
–¿Hay más casos por culpa de la alimentación moderna?
–No, la celiaquía no está relacionada con los químicos, procesados o microplásticos. Eso podría afectar a otras patologías digestivas, pero la celiaquía es una respuesta autoinmune con marcadores muy específicos. A veces se asocia erróneamente el gluten a efectos inflamatorios en personas no celíacas, lo que ha llevado a algunos a adoptar dietas sin gluten sin necesidad médica.
–¿Qué es la sensibilidad al gluten no celíaca?
–Es una condición distinta. En ella no aparecen marcadores en sangre ni daño intestinal, pero la persona percibe malestar al consumir gluten. Aunque no es celíaco, se siente mejor evitando el gluten. En estos casos, el tratamiento también es una dieta sin gluten, aunque el mecanismo es diferente.
–¿Cómo impacta la celiaquía en la vida diaria?
–En lo económico, por ejemplo, FACE (la Federación de Asociaciones de Celíacos de España) estimó que la cesta de la compra se encarece unos 1.000 euros al año por cada celíaco. En lo social, salir a comer fuera puede ser complicado. Aunque el paciente en su casa puede controlar su alimentación, cuando sale depende de que los establecimientos estén formados y tomen medidas para evitar la contaminación cruzada, que puede provocar recaídas.
–¿Cuáles son los errores más comunes entre los recién diagnosticados?
–Principalmente el desconocimiento. Pensar que «por un poquito no pasa nada», confiar en productos a granel, no leer bien los etiquetados o no tener en cuenta la contaminación cruzada. Por ejemplo, cortar pan sin gluten con el mismo cuchillo que se ha usado con pan convencional ya es un riesgo. También hay productos como embutidos o especias que pueden contener trazas de gluten.
–¿Ha mejorado la oferta de productos específicos? ¿O hay también un negocio detrás?
–Sí, ha mejorado muchísimo, pero también es cierto que hay mucho marketing. Se etiquetan como «sin gluten» productos que naturalmente no lo contienen, como una lata de atún. Hoy en día hay de todo: magdalenas, natillas, panes... Hace años un celíaco solía estar desnutrido, pero ahora, con la oferta actual, incluso se ven casos de sobrepeso entre pacientes celíacos. Se ha avanzado mucho, pero hay que tener criterio.
– ¿Se están investigando tratamientos más allá de la dieta?
–Sí, aunque de momento la única terapia válida es la dieta sin gluten. Hay ensayos en marcha con fármacos que podrían ayudar a reducir la inflamación en caso de contaminación cruzada, descomponer el gluten en el estómago antes de que llegue al intestino o incluso enmascararlo para que el sistema inmune no lo detecte. También se estudian métodos diagnósticos menos invasivos. Pero aún no hay tratamientos aprobados.
– ¿Cómo está la situación en Almería?
–En Almería estamos avanzando poco a poco. Siempre recomiendo a los pacientes que acudan a la Asociación de Celíacos de Almería, donde recibirán formación y apoyo. También es clave seguir formando a los profesionales de la hostelería y la manipulación de alimentos. Se estima que hay unas 12.000 personas celíacas en la provincia, lo que representa entre un 1,6% y 2% de la población. Es una cifra significativa, así que la concienciación es fundamental.
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