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Judit Polgár Sabia 23 | Campeona mundial La única mujer que venció a los reyes del ajedrez: «¡Kaspárov no estaba nada contento! Y Carlsen, tampoco...»

Con motivo de nuestro 35 aniversario y en colaboración con la Fundación BBVA, hablamos esta semana con una leyenda viva del ajedrez, la mejor jugadora femenina de la historia y la más respetada por sus rivales masculinos por su estilo agresivo y espectacular. Ahora ha desarrollado un método educativo basado en el juego de mesa. Escuchemos.

Viernes, 30 de Septiembre 2022

Tiempo de lectura: 6 min

A lo largo de su carrera, la húngara Judit Polgár (Budapest, 1976) ganó a once campeones mundiales (entre ellos, Carlsen, Kaspárov, Karpov, Anand y Spaski). Ya retirada, ha desarrollado un método educativo basado en el ajedrez y organiza el Global Chess Festival, un evento anual que reúne a los mayores expertos en la ciencia, el arte y la educación relacionados con este deporte, que se celebra el 8 de octubre en la Galería Nacional de Budapest.


XLSemanal. Hace poco derrotó usted a Magnus Carlsen, el campeón del mundo, en una partida amistosa en Madrid. Y en su momento también venció a Kaspárov, entonces en un torneo oficial. ¿A quién le sentó peor?

Judit Polgár. ¡Kaspárov no estaba nada contento! [Ríe]. A Carlsen no es la primera vez que le gano. Y tampoco parecía muy alegre... Como había muchos teléfonos móviles grabando, no se lo podía tomar a pecho. Pero a un campeón del mundo no le sienta nada bien perder.

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POR QUÉ PASARÁ A LA HISTORIA
Por ser la única mujer que ha figurado entre los diez mejores ajedrecistas de la clasificación mundial. A los 15 años se convirtió en la persona más joven en obtener el título de Gran Maestro Internacional, rompiendo el récord de Bobby Fischer. Dominó el ajedrez femenino durante 25 años, hasta que se retiró en 2014.

XL. ¿A los hombres les cuesta aceptar que les gane una mujer?

J.P. A lo largo de mi carrera no les ha hecho mucha gracia que les ganase, sobre todo de pequeña. Pero era porque les había ganado una niña. Conforme fueron aceptando que era muy buena y que no era vergonzoso perder conmigo, me han mirado como a cualquier otro jugador. Pero todavía se nota mucha tensión cuando se enfrentan con una mujer de alto nivel. Tardé, pero me gané el respeto de mis rivales.

XL. ¿Y a usted cómo le sientan las derrotas? ¿Tolera bien la frustración?

J.P. Buenoooo... [Se lo piensa un rato]. Perder nunca gusta. Cuando pierdes, tienes que ser autocrítico. Quizá no utilices la estrategia adecuada o tu repertorio de aperturas esté muy visto. Y también depende de cómo pierdas. Puede que tu oponente juegue más rápido que tú y cometas un error por los apuros con el reloj. Y si ha jugado mejor siempre es más fácil de aceptar. Pero si he sido yo la que ha cometido un fallo, sobre todo si es una pifia, eso sí que duele. Y te deja hecha polvo.

«Me interesan el drama y el espectáculo del juego. Las máquinas calculan mejor y más rápido, pero no aprecian la belleza»

XL. ¿Cómo puede contribuir el ajedrez a la educación de los niños?

J.P. De múltiples maneras. Es un juego de mesa estratégico: hay que aprender las reglas... Luego hay aspectos más sutiles, como coordinar tus piezas. O aprender a ocupar el espacio. Los niños ven que moverse por el centro del tablero no es tan diferente a hacerlo por el centro de una ciudad. Toman decisiones basadas en la lógica. Y, cuando compiten, aprenden a comportarse.

XL. Ya, pero si no van a dedicarse profesionalmente al ajedrez, ¿qué les aporta?

J.P. Las piezas tienen un valor numérico. Lo cual les da unos rudimentos matemáticos. Además, las casillas están identificadas mediante coordenadas con una letra (la fila) y un número (la columna). Es como leer un mapa. Y tienen que anotar sus movimientos, con lo que practican la escritura. Además, ejercitan la memoria.

XL. En el ajedrez, cada movimiento te exige tomar una decisión, pero en la vida la tendencia es que los algoritmos decidan por nosotros...

J.P. La responsabilidad es muy importante en la educación. Cuando el niño hace un movimiento, sabe que se tiene que responsabilizar de las consecuencias. No hay vuelta atrás. Y eso le va a servir, por ejemplo, para cuidar de su hermano pequeño. En el ajedrez y en la vida, solo progresas si analizas tus movimientos y averiguas qué has hecho bien y qué has hecho mal. Si te equivocas, no le puedes echar la culpa a nadie.

XL. También tienes que ponerte en la piel del rival. ¿Eso fomenta la empatía?

J.P. No está claro. Porque en un torneo no puedes ser amable. El ajedrez es un juego de combate. Por supuesto, muchos son amigos cuando no hay un tablero de por medio, pero en cuanto empieza el juego lo que quieren es poco menos que matar al rival.

XL. Ya, pero cuando termina la partida, en muy pocos deportes te pones a analizar el juego con tu oponente. Y en ajedrez se hace.

J.P. Sí, es una larga tradición. Pero no crea, a veces continúa la guerra psicológica. Quizá han hecho tablas y en el análisis quieren demostrarse mutuamente que tenían ideas ganadoras [ríe]. Karpov lo hacía. Pero ahora solo debaten un poquito y luego ponen un programa informático para que la máquina les saque de dudas.

«Es más importante que veamos de tres a cinco mujeres en el top 20 porque indicará un progreso general y no una excepción»

XL. Su educación fue atípica. Sus padres, que eran profesores, decidieron educarla a usted y a sus dos hermanas en casa. ¿Ha hecho lo mismo con sus hijos?

J.P. No. Crecí en una familia que vivía de manera muy modesta en aquella época. Pero mis padres lo tenían todo planificado antes de que naciéramos.

XL. El ajedrez también es un juego de sacrificios, ¿qué ha tenido que sacrificar en su vida?

J.P. Cuando sacrificas una pieza en ajedrez, lo haces para obtener algo mejor. Y es lo que ha pasado en mi vida. Mis padres me dieron una educación muy diferente, pero en casa nos parecía normal. Y mis hermanas y yo crecimos sintiendo que éramos especiales. Es verdad que no teníamos mucha vida social ni celebrábamos los cumpleaños. Pero es una pérdida a corto plazo para ganar algo a la larga. He viajado mucho y he conocido a mucha gente. Todo eso compensa. Y, cuando miro atrás, tampoco lo veo como un sacrificio. Porque no lo elegí yo.

XL. Niños y niñas tienen el mismo nivel. Luego llegan a la adolescencia y muchas chicas dejan de jugar. En los torneos hay diez chicos por cada chica. ¿Por qué?

J.P. En parte, porque los padres, los profesores y los entrenadores siguen teniendo menos expectativas de las chicas. Piensan que un chico puede derrotar a Carlsen y convertirse en campeón del mundo. Y que una chica solo puede aspirar a estar entre los 300 mejores. Intentan motivarlas, pero como esperan menos de ellas las limitan.

XL. ¿Cuándo veremos que una mujer se convierte en el campeón del mundo absoluto?

J.P. No lo sé. No solo tiene que ser muy buena, debe dedicarle todo su tiempo. Para mí es más importante que veamos de tres a cinco mujeres en el top 20 porque indicará un progreso general y no una excepción.

XL. ¿Prefiere ver una partida entre humanos o entre robots?

J.P. Humanos, siempre. Soy una jugadora muy creativa. Me interesa el drama, el espectáculo... Las computadoras calculan mejor y más rápido. Cuando una máquina analiza mis partidas, ve los fallos, pero no aprecia la belleza ni el riesgo... Cuando tienes una nueva idea y la introduces en tu ordenador, siempre detecta que se puede contrarrestar y estarás en desventaja.

XL. Al terminar una partida, ¿alguna vez se ha negado a estrechar la mano al rival?

J.P. Me educaron para respetar al contrario. Hay gente que se comporta de manera arrogante y desagradable. Pero les doy la mano igualmente.