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Los primeros niños de la nieve
Este domingo, el blanco de Sierra Nevada se convirtió en la excusa perfecta para organizar una excursión rápida y pasar la mañana tirándose en trineo
Sierra Nevada está blanca. Un poco, al menos. Tan blanca como la primera capa que aplicaría un niño pequeño a su dibujo, con ceras de colores. Pero es blanca, a fin de cuentas. Una blancura fotogénica e ilusionante que este domingo sirvió de excusa a numerosas familias de Granada para organizar una excursión y disfrutar del aire fresco. «¡Aprovechando los primeros días de la nieve!», exclama Esther, sentada en el borde de la pista del Río, en Pradollano.
«A Aarón le encanta la nieve, si es que míralo, disfrutando con su trineo», dice Esther, señalando al pequeño que sube y baja sin parar, como si estuviera dentro de un Scalextric. «¡Soy el primero en tirarme del año! O casi», apunta antes de lanzarse otra vez. «Y este -sigue la madre- que todavía no la conocía». Conforme termina la frase, abre los brazos y descubre, envuelto entre el forro polar, a un niño pequeño mamando de la teta. «Se llama Unai y queríamos enseñarle esto», sonríe divertida. «Quiero que los dos aprendan rápido la técnica de esquiar, que yo aprendí tarde y luego cuesta más trabajo cogerla... Sí, eso, que lo mamen desde pequeños», ríe.
Hay gente por toda la pista. Familias, en su mayoría. En total habrá una veintena de niños jugando a todo lo largo y ancho de la bajada. Entre ellos, cuatro hermanos se acaban de colocar en fila, sobre una pequeña elevación, para lanzarse con sus trineos. «¡Ya!», gritan Adonai y Jairo, los medianos. El primero en llegar abajo es Ismael, que literalmente aterriza sobre la nieve haciendo la croqueta. «¡Me he estampado!». La última es Yarisa, la pequeña, que llega protegida por los brazos de su madre, Yolanda. «Venimos de Guillena, un pueblo de Sevilla, a echar el día. Y nos está haciendo un día bonico, la verdad. Lo estamos disfrutando».
«¡Toma!», se escucha a lo lejos, seguido de una sonora y potente carcajada. «¡Ahora verás!», le responden. Adriana y Mía, hermanas de 8 y 5 años, están enfrascadas en una emocionante pelea de bolas de nieve con Cristian, su padre. «¡Mi padre me ha echado nieve en la oreja!», explica la pequeña, aguantando la risa. «¡Y luego nosotros a él!», aclara la mayor. «Lo estamos pasando muy bien -termina el padre-, no queda otra, divertimos con la poca nieve que hay... Por lo menos se despeja uno aquí, en la montaña, que luego ya vendrá la ciudad».
En lo alto de la pista, un cañón espolvorea nieve artificial. Pero las temperaturas, este domingo, están subiendo y hay poco que hacer. Todavía nos queda esperar para ver la estación de un blanco profundo, bien coloreada con varias capas de cera. Pero, por el momento, la ilusión ya luce.
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