El ritual de la chía: un icono de la Semana Santa de Granada
Semana Santa en Granada ·
El misterio envuelve a esta figura tan especial de la hermandad de la Soledad y el Descendimiento, que volverá a procesionar por las calles del Centro tras dos años de espera por la pandemiaÁngel Mengíbar
Miércoles, 6 de abril 2022, 00:18
Los toques de fanfarria y tambor rompen el silencio cada Viernes Santo en la ciudad de Granada. El Centro se engalana en honor al luto de Cristo. Yacente en su lecho de muerte, recorre las calles de la capital ante la emocionada mirada de miles de fieles. Una imagen que cautiva y que, sin duda, pone el vello de punta. Entre penitentes y mantillas, unas coloridas figuras escoltan al paso del Cristo en la estación de penitencia. Son las famosas chías, uno de los iconos de la Semana Santa granadina de toda la vida.
Se cree que antaño formaban parte de los cortejos fúnebres. Pedían un donativo al pueblo para que la familia pudiera sufragar los gastos del entierro de su difunto. Otros historiadores les asignan un papel siniestro dentro de la Santa Inquisición durante los ajusticiamientos de reos. Sea como sea, el misterio envuelve a la chía. Una figura con siglos de historia cuya presencia ha quedado reducida en la Semana Santa de Granada a la procesión de la Soledad y el Descendimiento.
«Es todo un orgullo poder salir como chía cada Viernes Santo. Es un símbolo muy conocido en Granada y que encanta a pequeños y mayores», explica J. M. A. V. a este diario, una de las cuatro chías de la hermandad esta Semana Santa. Aporta sus iniciales en lugar de su nombre completo para mantener el suspense en torno a su identidad. Tampoco descubre su rostro. Una mascarilla y un hábito impiden identificar sus rasgos faciales. «Supone para los niños algo parecido a la ilusión con los Reyes Magos, por lo que es importante que no se nos reconozca más allá de nuestra acción de chía».
«Es un orgullo pertenecer a la hermandad de las chías. El cariño de los granadinos hacia esta figura se nota»
JMAV
Chía
Esa vinculación tan estrecha con la muerte y la pasión que despierta entre los cofrades pueden parecer contradictorias. La realidad es que la chía cuenta con una gran popularidad, sobre todo entre los más pequeños. «Chía, ¡toca!» es la conocida orden que los infantes les lanzan durante la procesión. Sin dilación, la chía realiza unos toques con su instrumento. Un ritmo solemne que llama la atención de los asistentes y que es una de las señas de identidad de la hermandad cada Viernes Santo.
Preparación
«Las dos chías situadas en la cabecera del paso tocan la fanfarria. Las traseras, el tambor. Tocamos cuando la procesión está detenida para cumplir las ilusiones de los niños. Hasta me piden fotografías», indica la chía mientras se prepara para la salida procesional. Con la ayuda de otro hermano, la transformación se lleva a cabo tras más de media hora de preparativos. Primero se coloca una túnica que cubre desde los hombros hasta los tobillos. Encima va otra que termina arrastrando unos metros de tela, la llamada cola de chía. Sobre la cabeza se sitúa la canasta, que ayuda a garantizar la sujeción de las anteriores y sobre la que se corona la vestimenta.
La pluma le da el toque final a la chía, cuyo rostro permanece tapado por otra tela. Las manos sí quedan al aire para sostener el instrumento. En este caso, el tambor va sujeto con una cinta adherida al cuerpo. La vestimenta es roja, morada, blanca o negra, la más antigua de todas. «Las chías se distribuyen por antigüedad de hermano. También se pueden heredar por tradición familiar. Hay diversos colores, pero la misión es la misma para todos: escoltar al Señor en la estación de penitencia».
De diez años como hermano de la Soledad, J. M. A. V. se ha vestido nueve de chía en Semana Santa. «Solamente me lo he perdido un año, porque sufrí un corte en la mano que me impedía tocar el tambor y procesionar con el resto de hermanos. Fue una pena, pero por suerte no he faltado más», revela. Encantado con su cometido, este hermano confiesa que llegó a la Soledad por amor. Formó parte de otras cofradías de la capital, pero fue su pareja el motivo por el que decidió dejarlo todo atrás y tomar la responsabilidad de la chía.
«Después de una década, la Soledad es una parte más de mí. El resto de miembros son mi familia. Ojalá pueda ser chía muchos años más. Por ahora, no me ponen fecha de fin. Hasta que el cuerpo aguante». Esta Semana Santa los pasos de su hermandad regresarán a la calle tras dos años de cancelaciones por el coronavirus. Las ganas de que llegue el Viernes Santo son máximas. Desde enero, costaleros, banda o chías ensayan para no dejar nada a la improvisación. «Intento cuidar mi alimentación los días previos. El día de la salida la concentración es máxima. Como en un partido de fútbol», explica la chía.
La de 2022 será su décima procesión tocando el tambor y cubriendo las espaldas del Cristo. «Cada año es especial, pero ninguno iguala al primero. Nunca olvidaré todo el cariño de la gente. La ilusión en la mirada de los niños. Por esos momentos es un placer pertenecer a la cofradía de las chías», concluye. San Jerónimo ya huele a incienso.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión