El Papá Noel nigeriano de Méndez Nuñez: «Granada tiene el corazón de una madre»
Dickson Ighiwiyisi ·
Es feliz en esta ciudad desde hace nueve años y se busca la vida vendiendo pañuelos en los semáforos para que su familia «tenga una vida mejor»Dickson Ighiwiyisi sale de casa cada día con 2,50 euros, lo justo para coger el autobús que conecta Dúrcal con Granada y volver por la tarde. Se planta en su esquina, entre Méndez Nuñez y Arabial, y espera a que el semáforo se ponga en rojo. Por delante le queda un día entero en el que habla con decenas de conductores para intentar venderles pañuelos. Los peores días vuelve a casa sin apenas nada. Los mejores, con 30 euros. Pero jamás pierde la sonrisa y, además, se la contagia a todo el que baja la ventanilla.
Dickson, de 43 años de edad, salió de su Nigeria natal hace 18 en busca de una oportunidad para ayudar a sus padres y sus tres hermanos. «Soy el hijo mayor de una familia muy pobre. Allí tenía una imprenta y mi especialidad eran los libros, sobre todo los de colegio, pero había malas condiciones y mucha corrupción, así que decidí salir del país. Lo hice por ellos, pensaba que aquí sería todo mejor y podría mandar dinero a casa», explica.
Consiguió el visado y voló hasta Amsterdam, donde se sintió más solo que nunca. Su hermana se mudó a Las Palmas de Gran Canaria, así que viajó hasta allí para buscar empleo. «Al ser una isla tenía menos oportunidades, era más complicado», agrega. La vida le llevó entonces a Zaragoza, donde trabajó en el campo. Un amigo le recomendó que probara a vender pañuelos en los semáforos y empezó a hacerlo, esta vez en Sevilla. «Allí conocí a la que ahora es mi mujer, también nigeriana, y en 2009 me casé con ella. Después vine a Granada y aquí llevo nueve años, ya no me quiero ir de esta ciudad», asegura.
Aquí vive con ella y sus dos hijos, David, de 14 años, y Queen Elizabeth, de 10. «Me busco la vida por mi familia, he sufrido mucho y no quiero que mis niños lo pasen mal. Me sacrifico para que tengan una buena educación en España, quieren estudiar en la universidad en el futuro. David dice que quiere ser el presidente de España», comenta entre risas.
Buscando estabilidad
Dickson consiguió los papeles que le permiten trabajar en España de forma legal. También los tiene su mujer, pero para ellos sigue siendo una odisea lo de encontrar empleo. «Solo logro contratos muy cortos en el campo, es muy complicado tener estabilidad», lamenta. Vender pañuelos se ha convertido en su única opción. Lo hace todos los días, y aunque los fines de semana es cuando más dinero obtiene, siguen siendo cantidades muy bajas. «No siempre acabo la jornada con ganancias. Hay veces que consigo 5 o 10 euros, otros nada, otros, los mejores, unos 30 euros como máximo», afirma.
«Me sacrifico para que tengan una buena educación en España, quieren estudiar en la universidad en el futuro»
Cualquier aliciente que motive a los conductores a ser más generosos con él es bien recibido. Es por ello que desde principios de diciembre incorpora un elemento en su día a día: el traje de Papá Noel. Un «simpático» atuendo que busca transmitir el espíritu navideño a la ciudadanía y que, según Dickson, hace que le den más dinero. «Me ven y les hace gracia, así que si ese día me iba a llevar 10 euros, quizá acabe con 15. El traje me lo pongo hasta la noche del 24 de diciembre, después paso a ser Baltasar hasta el 6 de enero. En España son más de los Reyes Magos, Papá Noel dicen que es más americano», bromea el nigeriano, que también se solía vestir de flamenca durante la Feria del Corpus.
La bondad de Granada
Y es que Dickson está inmensamente agradecido por cómo esta ciudad le ha acogido desde el principio. «Quiero pasar aquí mi vida porque Granada es muy buena, tiene el corazón de una madre. Mucha gente en Navidad aparca por esta zona, me compra comida y me la da para mi familia. Son muy generosos los granadinos», asegura.
Para 2022 tiene tres deseos. El más factible, sacarse el carnet de conducir y comprar «un coche barato, de 300 euros», que le permita tener más oportunidades laborales. Su segundo sueño, el más ambicioso, es el de regresar a Nigeria y volver ver a sus padres después de 18 años. «Mis hijos me dicen cada día que quieren conocer a sus abuelos y les prometí que así sería», admite emocionado. Su último deseo es para la ciudad que le adoptó hace ya nueve años: «pido salud y felicidad para todos. Feliz Navidad, Granada».
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