Una Navidad 'vaciada' para los dos únicos niños de Tímar
Yanick y Nael viven las fiestas junto a su madre y sus mascotas ante la ausencia de vecinos de su edad en una localidad despoblada en mitad de la Alpujarra granadina
Yanick y Nael no tienen a nadie por Navidad. Vecinos de la diminuta aldea de Tímar, estos niños viven las fiestas prácticamente en soledad desde lo alto del Barranco de Lobras en la Alpujarra granadina. Como Macaulay Culkin en 'Solo en casa', pero sin cacos de poca monta amenazando tras la puerta de casa. Ni siquiera la delincuencia se adentra en la Granada despoblada. Una Granada vaciada de ocio y de amigos con los que matar el tiempo, aunque no de vida.
Según certifican los datos oficiales del Ayuntamiento de Lobras, que gestiona el día a día de esta pedanía alpujarreña, Yanick y Nael son los dos únicos niños censados entre los dieciséis ciudadanos de Tímar. Con catorce y once años respectivamente, son dos hermanos que llevan viviendo en la Alpujarra toda su vida. El mayor recaló de la mano de su madre justo cuando era un bebé. El menor nació ya a las faldas de Sierra Nevada. Una ubicación exótica que supone un hogar en el que crecer lejos de la civilización en un entorno completamente rural.
«Llevamos cerca de diez años en Granada. Vine con Yanick procedente de Cataluña. Vivíamos en un municipio que había empeorado mucho por culpa del turismo masificado. Decidí cambiar de aires en busca de tranquilidad y de un lugar más sano para criar a mis hijos. Así llegué a la Alpujarra», explica Marisa Sánchez a IDEAL, madre de los dos únicos infantes de Tímar. Pega el sol a la hora de la sobremesa en la plaza del pueblo. Nael observa cómo sus perritas Hopi y Rita persiguen la pelota junto a la Parroquia de la Ascensión. En la Granada vaciada hasta un mero 'peloteo' se convierte en la final de la Champions.
«A mi hermano y a mí nos gusta bajar a jugar a la plaza. Al fútbol, con las perras... A veces nos subimos al Fuerte de Juviles o nos quedamos en casa con los videojuegos. Tampoco hay mucho más que hacer. Ojalá hubiera más niños en Tímar», desea el pequeño de la familia. Cada mañana acuden a Cádiar al colegio, el municipio mayor de la zona. Allí se encuentran con todos sus amigos, pues «está más animado», como ellos mismo reconocen. Cada vez que pueden aprovechan para desplazarse hasta allí en busca de los planes y las quedadas que les faltan en casa.
«La mayoría de los vecinos aquí son gente mayor. Cuando son las fiestas ponen una barra en la calle y la gente sale a pasarlo bien, pero es una vez al año. Aquí no tenemos ni cabalgata. Alguna vez invitamos a amigos a venir a Tímar, pero solemos ir nosotros a otros pueblos», revela Yanick, que coincide junto a su hermano en que lo que necesita su localidad es una pista de fútbol sala para atraer a los jóvenes. También un campeonato de FIFA o Fornite, videojuegos de moda que conectan a los niños de Marisa con el 'mundo real'.
Sin peligro
También hay tiempo para ayudar en casa. Yanick y Nael echan una mano a su madre para cargar la leña con la que se calientan, llevan a cabo el mantenimiento de sus animales o preparan frutos secos para rellenar la despensa. Labores diarias en la Alpujarra rústica que se repiten hasta en Navidad. «La vida de Tímar les permite ser más independientes y aprender a manejarse por sí solos. Están en constante contacto con la naturaleza y pueden salir a la calle sin peligro. En la ciudad sería impensable», comenta la madre.
Nael y Yanick inician la vuelta a casa. Apenas tienen que coger una cuesta a la espalda de la iglesia para llegar en pocos minutos. Por el camino Marisa saluda a algún vecino. Hopi lo olfatea y le muestra su lomo pretendiendo una caricia. La pequeña Rita encabeza la marcha mientras el sol comienza a esconderse tras la ladera. Pronto caerá la noche y el frío les animará a guardarse en su morada. Aquella que le ha cambiado la vida a toda una familia. Orgullosa de poder sentarse junta ante su chimenea en plena Alpujarra.
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