Los esenciales del Granada
Compromiso ·
IDEAL reúne a algunos de los empleados del club rojiblanco que más tiempo llevan en sus funciones, que han podido unir trabajo y sentimientoSaint-Exupéry escribió en El Principito que lo esencial es invisible a los ojos, o casi, habría que añadir. En ciertas organizaciones hay personas tan discretas en su labor que no siempre resulta fácil reparar en ellas, al menos desde fuera. Pero están ahí y contribuyen. Con frecuencia, ayudan a remar en la dirección correcta, desde hace muchos años, con suma implicación. Mari Pérez, Mari Molina, Fernando Centeno, Paco Morales y David Peláez no meten goles ni los paran, no explican tácticas en una pizarra ni se sientan en el palco de autoridades, pero conocen las entrañas del Granada desde hace muchos años, cada cual en su oficio, que afrontan con profesionalidad.
Para que un equipo de fútbol funcione no basta con tener buenos jugadores y un gran entrenador. También ha de contar, alrededor, con su particular ejército de hormiguitas que se asegure de que todo funcione bien para que los protagonistas, los que salen al césped, no se preocupen de lo demás. Son gente modesta pero que lleva el sentimiento a gala. Han unido el trabajo con la pasión, todos por influencia familiar. Unas raíces rojiblancas que crecen desde dentro. En el Granada, algunos (ellas en concreto) han atravesado momentos terribles, pues empezaron en la época más tenebrosa, con fases de impagos incluidas. Ahora disfrutan de esta etapa floreciente, en la que todo parece más sencillo, aunque sin relajarse. Nunca les faltó la motivación, las ganas de hacer las cosas bien. Merecen pasar al primer término por un día.
IDEAL los reúne en el estadio de Los Cármenes, el coliseo de los héroes que adoran. Se enfundan la camiseta, como ellos, y aceptan posar con útiles con cierta relación con sus trabajos. Mari Pérez, con una cesta de camisetas recién planchadas, encargada como es de las labores de lavandería en la ciudad deportiva del club. Mari Molina, con el carro que empuja a diario; es la limpiadora más veterana en las oficinas del estadio, aunque ella empezó en la entidad cuando la sede aún estaba en Recogidas 35, como hacía su madre antes que ella. Paco Morales y David Peláez casi aparecieron a la par en el Granada, en 2011, en plena campaña en Segunda, antes del ascenso en Elche. Ambos están dentro de la secretaría técnica rojiblanca. Paco, con su ordenador portátil a cuestas, ejerce de delegado del filial y, sobre todo, es el facilitador para que fichajes más jóvenes se adapten a su nueva situación. David, el más joven del quinteto, entró como una especie de 'becario' de la dirección deportiva de Juan Carlos Cordero, siguió con sus sucesores y y hoy prosigue junto al equipo de Pep Boada, bien considerado por el catalán. Fernando, por su parte, se encarga del mantenimiento en el centro de entrenamiento del equipo. Fue también la voz de los aficionados en los estadios cuando no había público y solo había empleados y periodistas en la grada, aparte de los deportistas. Al que se oía animar durante las retransmisiones televisivas era él.
Paco Morales, de 48 años, llegó al Granada en 2011, tras haber sido un aficionado acérrimo del club, de los que se montaba en el coche e iba a Loja o Baza para ver jugar, y a veces sufrir, al equipo. Se convirtió en uno de los auxiliares de Juan Carlos Cordero, que era el director deportivo, como team manager. Se desplazaba al aeropuerto, de Granada o Málaga, o iba a la estación de tren a recoger a los nuevos futbolistas, muchos de ellos muy jóvenes, para que conocieran todo y se adaptaran lo antes posible. Les llevaba a comer o cenar, les acompañaba en la búsqueda de piso y les ayudaba en tareas rutinarias pero importantes como comprar un móvil o instalar internet en su nuevo hogar. La relación de Morales con ellos se hace tan estrecha que lo toman como un hermano mayor. «Los trato como me gustaría que lo hicieran conmigo en una situación así. Que no se sientan solos, porque algunos están a muchos kilómetros de sus familias», explica. Paco, en su cumpleaños, recibe mensajes de todos ellos, que le aprecian y respetan, «con chicos que pasaron por el filial pero también por el primer equipo», muchos de otras nacionalidades. ¿Cómo se hace entender? Como puede. «Cuando entré no me defendía con los idiomas, pero ya voy hablando algo del inglés y un poco de francés», asegura, aunque subraya que nunca tuvo dificultades de comunicación a la postre. «Son gente de muchas nacionalidades que hay que intentar que estén unidos», acompaña.
Paco Morales: «Trato a los jugadores como me gustaría que hicieran conmigo»
Team manager. Como miembro de la secretaría técnica, se encarga de facilitar la adaptación de los fichajes, sobre todo de los más jóvenes: «Trato a los jugadores como me gustaría que hicieran conmigo en una situación así, para que no se sientan solos».
David Peláez entró a la estructura un par de meses antes que Paco Morales. Como seguidor del equipo, iba a ver los entrenamientos cuando el equipo trabajaba en plena vega, en los llamados campos de Antonio Sánchez. Le echó «cara» y un día se presentó a Juan Carlos Cordero. Le dijo que quería «aprender». «Siempre me gustó mucho el fútbol y me entró el gusanillo de estar vinculado. Tuve la suerte de que Juan Carlos (Cordero) me dijera que estaba dispuesto a enseñarme, siempre que mantuviera la humildad y que no lo hiciera pensando en el dinero de primeras», explica Peláez. Arrancó como ojeador para las categorías inferiores hasta llegar al filial, en el que ha tenido un papel importante durante varias temporadas, también apoyando al primer equipo desde hace unos años. «Hay un vínculo emocional y todos los que han dirigido esta parcela me han respetado y les estoy agradecido a todos ellos. Lo fácil es pensar que hay una afinidad personal con alguien, pero me considero un trabajador que prioriza al club y que trata de ser profesional. Tuve alguna oportunidad de salir, pero me he sentido siempre recompensado y reconocido», alarga. Su trabajo es el sueño de cualquiera, ver fútbol, pero hay otra parte profunda. «Viajo, veo jugadores en directo, compruebo quién destaca y analizo las posibilidades de que acabe en el club, aunando lo deportivo y lo económico. Se tienen que conjugar muchas cosas. Elaboramos informes al respecto y en el club se determina si merece la pena», desarrolla. No solo se mira lo futbolístico, sino también lo personal. «Intentamos tener la máxima información para no fallar, pero siempre hay un margen de error», agrega. No desvela en qué incorporaciones ha podido participar. Responde así, tajante: «El primer día me dijeron que quien firma es el Granada. Cuando viene alguien, es porque varias personas de la secretaría técnica estamos de acuerdo».
David Peláez: «Hay un vínculo emocional»
Ojeador. Es uno de los encargados de buscar nuevos talentos en campos de España y el extranjero. «Hay un vínculo emocional y todos los que han dirigido esta parcela me han respetado y les estoy agradecido».
Los recuerdos de Mari Pérez se van más atrás en el tiempo, cuando el equipo estaba en Tercera y había telarañas en las arcas. «Necesitaban alguien para la lavandería, aunque yo ya había trabajado en la limpieza del estadio», rememora. Pérez ha pasado por «todo lo malo» del club, «pero también por lo bueno; las dos caras», expresa. «Todo ha requerido mucho esfuerzo. El Granada lo ha pasado fatal para llegar a este momento dulce. Cada cual contribuye a su manera para sacar esto. Desde fuera, se ve salir a once jugadores al campo, pero hay muchas personas detrás, muchas horas», alarga. Meses sin cobrar e «intentar lavar sin detergente» fueron situaciones que ocurrieron que, por fortuna, «se han superado». En la Ciudad Deportiva, donde lava la ropa, todos le tratan «súper bien», reconoce.
Mari Pérez: «Todo ha requerido esfuerzo y cada cual ayuda a su manera»
Lavandería. Llegó al club en la época de Tercera y desde entonces cuida del material de los equipos. «Todo ha requerido esfuerzo. El Granada lo ha pasado fatal para llegar a este momento dulce. Cada cual ayuda a su manera».
Si Mari Pérez sufrió la Tercera, a Mari Molina ya le tocó lidiar con el momento que abrió aquella etapa: el descenso administrativo del Granada. «Mi madre estuvo 30 años haciendo esto y en agosto de 1999 entré yo», certifica. Estaba Jimena de presidente. «Todos hemos tenido que dejarnos la piel. Las cosas también salen gracias a lo que aportamos cada uno de nosotros», defiende. Ella es muy aficionada del Granada, angustiada cuando pierde y eufórica cuando gana. «Esto me viene de familia, desde que era una niña», profundiza, aunque este año está viendo menos partidos. «Esto es más que una empresa; es una gran familia», resalta.
Mari Molina: «Todos hemos tenido que dejarnos la piel»
Limpieza. Ya estaba en el Granada cuando el club bajó a Tercera. Estuvo en Recogidas y ahora en el estadio. «Todos hemos tenido que dejarnos la piel. Las cosas también salen gracias a lo que aportamos cada uno»
Un sello de oro puro luce en un dedo de Fernando Centeno. Lleva el escudo del Granada y los nombres de sus tres hijos. Ahí reposan una buena parte de sus ahorros de años. Lo pudo forjar al fin gracias al porcentaje de la prima del ascenso a Primera que los futbolistas accedieron a ceder a los empleados del club como él. Es fácil verle por la Ciudad Deportiva, controlando desde primera horas las calderas para registrar que nada falle, solucionando problemas que puedan surgir sobre la marcha en todos los emplazamientos para garantizar el confort de los futbolistas. Su vida laboral como rojiblanco está asociada a esta instalación, pues entró hace siete temporadas, cuando se inauguró. «A mí me tocó la lotería con esto. Trabajaba en una cadena hotelera y me mandaron a Marbella. Todo era carísimo allí. Un día vi a alguien con la camiseta del Granada. Era Ángel González, que era el anterior director de operaciones del club. Estuvimos hablando y buscaba a alguien de mantenimiento. Yo tenía la formación precisa y la experiencia en hoteles. Me dio la oportunidad de venirme. Se me pone el vello de punta al recordarlo», asegura, mostrando su brazo.
Fernando Centeno: «No podía reprimirme cuando no había público»
Mantenimiento. Trabaja en la Ciudad Deportiva y chequea que la instalación esté en orden. «No podía reprimirme cuando no había público; veía la entrega de los jugadores y los animaba. Era imposible callarme».
Centeno tiene 37 años y es habitual verle alrededor del estadio, en día de partido, tocando el balón con su hijo. En plena pandemia, él sí podía estar dentro y no dejó pasar la oportunidad de ser la representación de todos los hinchas. «No podía reprimirme cuando no había público, me daba pena; veía la entrega de los jugadores y los animaba. Era imposible callarme», sonríe. Como a uno más del vestuario, los futbolistas le dejaron subir al bus que paseó por Granada el día del ascenso, algo que nunca olvidará. «Me sentí futbolista», se carcajea. Aunque él, como las 'Maris', Morales y Peláez, son algo más profundo. El espíritu rojiblanco desde el trabajo. La esencia.
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