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Robert Moreno se dirige a su banquillo antes de arrancar el partido. P. M.
Granada CF

Un equipo aterrorizado y sin ningún revulsivo

Análisis ·

La propiedad refrenda a Moreno pese a las dudas internas y el bloqueo de la gran mayoría de jugadores

Rafael Lamelas

GRANADA

Miércoles, 2 de marzo 2022, 00:33

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La enorme pancarta desplegada en la preferencia del estadio decía que la afición venía «a luchar» en el partido ante el Cádiz, pero por desgracia a lo que va últimamente a Los Cármenes es a sufrir. A su equipo no le influye el ánimo en positivo, pues está aterrorizado. Lo peor del partido del Granada no fue el punto recaudado en sí, sobre todo si se observa desde la situación de inferioridad numérica a la que se vio sometido durante más de 60 minutos. Lo más frustrante para la grada resultó lo anterior, esa primera media hora en la que hubo más miedo que determinación entre los rojiblancos, con fallos patéticos en defensa, impropios de profesionales de tanto prestigio pasado.

Lo de Domingos Duarte no se puede explicar solo desde la falta de ritmo tras superar una complicada lesión. O le han hecho vudú o simplemente es que en lo mental está fuera de la competición. Su cuerpo no responde bien porque se encuentra sin confianza alguna. Germán le dejó al descubierto en la jugada de su expulsión, pero él no se vio con la capacidad ni de impulsarse en carrera con un veteranísimo como Álvaro Negredo, al que casi regala un gol en una entrega hacia atrás temprana, que salvó Maximiano, única certeza en un vestuario depresivo.

El Granada se ha convertido en un conjunto sin rumbo ni revulsivos, en un permanente proceso de experimentación por parte de su entrenador, sin dar ni con el mejor sistema ni con una propuesta acorde. Dirige profesionales que querrán ganar los encuentros, pero se hayan en una apatía misteriosa, como si la ansiedad les hubiera comido la moral. No hay nada tan llamativo de esa falta de determinación que la falta de valentía con la pelota cuando todavía estaban once contra once. Cuántas salidas de balón acabaron en los pies del guardameta para que pateara en largo, sin sentido, hacia situaciones donde no había ningún gran cabeceador, pues ni Suárez ni Uzuni ni Collado lo son, orillado Puertas por actuar de carrilero.

La propiedad sigue refrendando a Robert Moreno, pese a que los gestores locales mantienen las dudas internas. Las conjeturas sobre su futuro se han ido aplazando a empellones, en momentos en los que los resultados salvaron situaciones críticas, pero ahora el debate corroe las entrañas de la entidad, con una derivada desde enero. La dirección deportiva se movió para reforzar al equipo con jugadores de presumible talento pero sin experiencia en España en la mayoría de casos o con escaso vuelo reciente. Más que ayudarle, al entrenador tanto repertorio le ha complicado las elecciones. Ahora mismo, ni rinden los nuevos, inadaptados y contagiados por la mala racha, ni los que estaban, con fenómenos dignos de estudio. De ese bloqueo mayoritario solo se libran el portero, Luís Maximiano, y dos canteranos, Raúl Torrente e Isma Ruiz, a los que más se les ve resistirse a la deriva. Hacen lo que pueden, pero no es suficiente. Entre los demás, el compromiso de algunos, como Neva y Milla, queda acreditado, pero están muy lejos de las prestaciones que mostraron tiempo atrás. El resto se encuentra en un modo espectral.

Si el consejo de administración evita el cese por cuestiones económicas es algo difícil de contrastar. El argumento se ciñe a la confianza en que Robert Moreno será capaz de sacar al grupo del tedio y mejorar en adelante. Es una visión optimista ante los acontecimientos. Este Granada no se ha prodigado en largos periodos de calma. Incluso en su mejor momento del curso, allá por diciembre, lo salpicó con una horrenda eliminación copera ante un Segunda RFEF (quinta división) como el Mancha Real, que ha perdido en Liga los dos partidos con el filial rojiblanco, el Recreativo. Aquello se maquilló con los triunfos con Mallorca y Atlético de Madrid. Parecía que el 4-4-2 era el sostén táctico y que solo bailaban algunas piezas del puzle según el momento. No se sabe si por exceso de confianza o porque la mejoría era cosmética y azarosa, el equipo empezó a renquear. Enfrentamientos con poca ambición, como en Elche, sucedidos por un buen arreón con el Barça. Desde entonces ha sido inferior a todos sus rivales, incluso respecto al Cádiz que pinta a descenso, incapaz de encontrar el gol en Los Cármenes.

El reproche de la grada al jefe del cuerpo técnico se oyó de manera mayoritaria al final del choque, pero en la cadena de responsabilidades hay más intervinientes. Empieza en China, donde están los dueños. Se revolucionó el consejo la campaña pasada y se depositó el liderazgo en España en Sophia Yang, enemiga declarada del anterior director general, Antonio Fernández Monterrubio, desde su anterior estancia, cuando el Granada bajó a Segunda. Fulminó la etapa del sevillano unos meses después de su reaparición. Confió en Patricia Rodríguez, más gestora económica que experta en confección para la parcela deportiva. Diego Martínez decidió no seguir, a buen seguro consciente de que con austeridad no se podía aspirar a otra cosa que el sufrimiento. Llegó un director deportivo cuando la facción china ya tenía designado el futuro entrenador. Este ha intentado siempre reivindicarse y siempre quedará como un preparador que trató de darlo todo y que confió en la cantera, pero las cosas no han sido fluidas con sus mandos directos y la comparación con el pasado consterna. Era improbable repetir éxitos, pero tanta angustia no parecía tan esperada. Cuando parecía que había una estabilidad, el Granada entró en un túnel sin luz. Lo impresionante es que, pese a llevar dos meses y pico sin ganar, siga con cuatro puntos sobre el descenso. Eso delata que hay conjuntos aún peor, pero es mal consuelo. Sobre todo si jugar en casa no es una motivación y quema como el infierno a unos jugadores apagados, sin liderazgo.

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Un equipo aterrorizado y sin ningún revulsivo