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Iván Amaya se abraza con Tariq, con Rubén Párraga a punto de llegar.

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Iván Amaya se abraza con Tariq, con Rubén Párraga a punto de llegar. R. L. P.

Una década de la semana del ascenso que cambió todo

Especial para el recuerdo ·

Diez años pasan del arranque del cruce ante el Alcorcón que devolvió al Granada al fútbol profesional | IDEAL repasará con protagonistas lo ocurrido en aquellos días salvadores para la historia rojiblanca | El primero, Iván Amaya, capitán de aquel equipo y autor del 2-0 en la ida

Rafael Lamelas

GRANADA

Domingo, 17 de mayo 2020, 01:57

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Ayer se cumplió una década del arranque de la semana que cambió la historia del Granada a mejor. Empezó la fase de ascenso que salvó el futuro económico del club y le devolvió al llamado fútbol profesional. Justo el día que el Nuevo Los Cármenes soplaba 15 velas, su inquilino dio un paso de gigante para volver a Segunda 22 años después. Un anfitrión que ni siquiera lo inauguró y que tuvo que compartir la instalación durante tiempos recientes a aquel salto con otros equipos que brotaron en la capital, como el Granada 74 original o el Granada Atlético. Circunstancias anómalas que siembran el que posiblemente sea el periodo más duro en los anales rojiblancos para sus aficionados más fieles. Tiempos de austeridad y dificultades, siempre con la guadaña de la desaparición acechando al entusiasmo impenitente de la hinchada.

En aquel 2010, con la llegada de Gino Pozzo y Quique Pina, no sin el sufrimiento tan consustancial a este escudo, germinó la positiva transformación que cimentó todo lo que la entidad es hoy. Tal día como este, IDEAL reflejó en sus páginas la crónica y los artículos relacionados con el primer partido de aquel cruce con el Alcorcón, subrayando la magnífica victoria por 2-0 que tanto acercaba el objetivo. Este periódico trasladará durante esta semana testimonios y curiosidades de aquel periplo inolvidable charlando con algunos de sus protagonistas. Todo culminará el sábado que viene, cuando se conmemore la fecha del gran éxito en el estadio Santo Domingo.

Iván Amaya fue uno de los principales actores de la gesta. «Estaba en el Elche y tenía dos años más de contrato. Me llamó Quique (Pina). Habíamos coincidido en el Ciudad de Murcia, en el que fui capitán, y nos conocíamos bien. Yo no atravesaba una buena situación, pero tenía ofertas de Segunda. Él me dijo que tenía que irme con él a un proyecto de Segunda B y contesté que no. Me igualaba el sueldo que cobraba, pero le insistí en que no quería bajar a aquella categoría. Sabía que era un gran gestor para los fichajes, que se equivocaba muy poco y le acompañaba el éxito, como también se vio después. Estaba empeñado con que me fuera con él y, tras una semana en la que estuve varias veces en su casa y almorzamos, me convenció. Cuando vi que el Udinese estaba de por medio me dio más garantía», reconoce.

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Atrajo a otros fichajes

«Me preocupaba la situación del Granada; como histórico, era un club importante, con una gran afición detrás, pero en aquella época todas las noticias que salían estaban relacionadas con su deuda, jugadores sin cobrar, de rodillas...», traslada. Amaya fue la primera contratación de las 20 que emprendió el dirigente murciano junto a su mano derecha, Juan Carlos Cordero. «A partir de firmarme, otros jugadores me llamaron para preguntarme y convencerse. Lo hizo Diego Mainz, al que conocía de la cantera del Rayo Vallecano; o Tariq, con el que no había hablado nunca pero consiguió mi teléfono», detalla. Cualquier duda se le disipó en la presentación del equipo. «Había miles de personas en la grada, y eso que la mayoría estaba en la playa. Saboreabas las profesionalidad. Tenía mucha repercusión y eso nos metía una presión añadida, pero positiva. Tenía que darlo todo por ese público», ensalza.

La crónica en la edición impresa.

«Se montó algo espectacular. La guinda del pastel fue Ighalo, que llegó después. Se veía que era un jugador diferente, pero por aquel entonces Tariq nos estaba dando más cosas. Luego se fue entonando y creció a pasos agigantados, a pesar de que la Segunda B no le convenía a su juego. Otro que evolucionó mucho fue Nyom, jovencísimo, todavía lejos del futbolista que es hoy», rememora. Pese a todo hubo momentos inquietantes, pues con Tomé era un conjunto que no perdía en casa pero que se dejaba puntos a domicilio. «Recuerdo jugar en Jaén y perder. Había nerviosismo en el ambiente. Bajaba la confianza en nosotros. No tenía mucha explicación. Quizás fuera porque había calidad pero no nos adaptábamos a otras situaciones fuera de casa: encuentros más físicos, de segundas jugadas», afronta. La llegada de Fabri en las últimas citas alteró la tendencia. «No digo que con Tomé no hubiéramos ascendido, pero Fabri demostró carácter», regala.

Que el paso a Primera división fuera tan fulgurante un año después obvia en ocasiones la relevancia de su tanto en la disputa inicial con los alcorconeros. Se habla mucho de Ighalo, que marcó en ese encuentro de ida y lo haría después en Elche en la escalada de la máxima categoría, pero poco del cabezazo de aquel espigado central, que supuso el 2-0 y la ventaja fundamental, porque el Granada perdería en la vuelta por 1-0. Fue una dulce derrota gracias al valor del remate del zaguero.

«Ighalo se lleva el mérito al estar en las fotos de los dos ascensos, pero yo contribuí al primero»

Iván Amaya

«Es el gol más importante de aquella temporada, pero al final es el reflejo del trabajo de todo un curso», destaca orgulloso, aunque tiene pruebas de que los seguidores no le olvidan. Hace unos meses apareció en El Chiringuito de Josep Pedrerol y la mayoría de mensajes de los espectadores que le saludaron eran de granadinos. «Ighalo se lleva muchos méritos al estar en las fotos de los dos ascensos, pero yo también contribuí al primero y me gusta que se recuerde», abunda. El nigeriano había adelantado al Granada tras un centro de Benítez que se combó al dar en un defensa. Recortó a con la derecha y ajustó el tiro con la izquierda. El mallorquín sirvió el córner que remató Amaya para delirio local. Un saque de fuera adentro, con el defensa reaccionando cerca del límite del área grande. «Tariq me hizo un gran bloqueo en esa acción. Es cierto que le di muy fuerte; había un rival cubriendo el palo pero no llegó con su salto. Teníamos estudiada la situación, Fabri era un enfermo del balón parado», detalla.

En Alcorcón se consumó el reto, no sin angustia, aunque los más veteranos estaban convencidos. «Ahora ya se puede contar lo que Fabri me dijo al llegar en aquellos últimos partidos: 'Yo, si quedo primero, asciendo'. Le comenté que había que ser prudente y él se ratificó. 'Mi equipo tiene más 'finales' que el Alcorcón', me añadió. Con el tiempo uno ve que esa experiencia era importante», asume. Amaya se sigue poniendo el partido repetido porque tuvo una actuación soberbia, «con un montón de despejes, sin que el Alcorcón parara de atacar, agobiante». «David Sanz, aquel delantero tan alto, me comentó al tiempo que veía imposible superar a Mainz y a mí aquella tarde», agrega. Íñigo López, entonces amarillo, sí logró marcar, «pero fuimos un equipo, no dejamos que entrara el canguelo». Al final, con el 2-1 en el global y la invasión de aficionados sobre el césped, Amaya se fundió en un abrazo con su familia. La perspectiva aumenta el valor de lo ocurrido. «Tenemos responsabilidad en lo que el Granada es hoy. Hay grandes clubes que se estancan en Segunda B y no salen», subraya.

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