«La Virgencita quiere que vaya y yo no puedo dejar de verla»
Desde hace dos décadas Esmeralda Castaño, de 91 años y con marcapasos, sube andando desde la Hoya de la Mora para responder a la llamada de «su Virgen»
Al verla tan chiquitita y frágil hace que las pocas personas que en ese momento se encuentran en el entorno de la Virgen de las Nieves, fijen su mirada en Esmeralda Castaño Gutiérrez. No es habitual que una persona de edad tan avanzada llegue del brazo de su nieta, por su propio pie hasta este paraje donde hace 57 se colocara el este reconocible monumento, obra del escultor granadino Francisco López Burgos (1921-1996). La curiosidad se acrecienta conforme se van conociendo más detalles. Esmeralda cuenta con 91 años, cumplirá los 92 el 18 de enero, y arrastra graves problemas de salud lo que hizo que hace 30 años se le implantara un marcapasos. Aparte una degeneración macular le impide la vista en un 70% y a la edad de 60 años un accidente de tráfico le rompió la espalda, del que se ha recuperado afortunadamente aunque los dolores aún persisten.
Su hija Lola García, profesora en un instituto granadino, cuenta que su madre es una mujer muy vital y que en casa le dicen cariñosamente que es «un rabillo de lagartija». Desde hace dos décadas sus padres, que residen en Madrid, aunque Esmeralda es natural de un pueblo de Badajoz llamado La Roca de la Sierra, se desplazan hasta Granada para vivir unas vacaciones familiares iniciando, sin saberlo, lo que se ha convertido en una tradición al llevar a su madre a este lugar de la Sierra situado a 2.600 metros de altitud. A ello ha contribuido el hecho de que Esmeralda es una mujer creyente y muy religiosa. En su cuanto tiene una imagen de su Virgen, cerca de ella a la que reza cuando hay un problema familiar o por cualquier necesidad que tenga de paz. Sería en 2004 o 2005 cuando se inició esta costumbre que han repetido todos los años salvo en 2024 por problemas familiares, y que este año de nuevo han recuperado realizando pasito a pasito del brazo de su nieta Elena con la que ha realizado el trayecto desde la Hoya de la Mora.
Cuenta Esmeralda que fue en una de estas primeras subidas, tras dejar atrás las veredas que sirven de atajo, al pasar cerca de la Virgen, cuando, al fijar su mirada en la cara de la Virgen, decidió que iba a encaminar su fe a esa Virgen ya que sintió «algo especial», como una especie de llamada. Desde entonces siente verdadera pasión por la Virgen de las Nieves, a la que prometió visitar todos los veranos. Promesa que ha cumplido desde entonces y que para ella se ha convertido en «la ilusión del verano». Justifica que ella hace esto porque la «Virgencita quiere que vaya y yo tengo que ir porque no puedo dejar de verla». Este año, antes de salir de Madrid, Esmeralda puso sus condiciones, «voy a Granada pero quiero que me llevéis a ver a la Virgen, aunque sea en coche».
La sorpresa de sus familiares ha sido mayúscula pues ha podido hacer el recorrido por su propio pie y pese a que el chico de la barrera le ofreció un coche para hacer ese último tramo. «Si algún día lo necesito yo te lo pediré», fue su respuesta. Es digno de ver cómo esta persona tan vulnerable se transforma y se le ilumina la cara cuando está a punto de cumplir su meta. Su hija lo califica de «algo casi místico pues regresa con una energía que ahora mismo está feliz. La nombra todos los días, le da las gracias por muchas cosas y le pide poder volver a verla el año que viene». También narra una vivencia muy curiosa que le sucedió hace unos años cuando ascendía pues se le posó una mariposa en un hombro durante más de tres minutos lo que ella interpretó como que se la había enviado la Virgen para ayudarle a llegar hasta ella.
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