Vestidos de solidaridad por Ucrania
Archidiócesis ·
Parroquias, voluntarios y donantes se ocupan desde el local de Pedro Antonio de Alarcón de arropar a los refugiados de la guerra y han atendido en dos meses a casi dos mil personasJavier F. Barrera
Granada
Lunes, 3 de octubre 2022, 00:38
El ropero solidario de ayuda a Ucrania organizado por la archidiócesis de Granada está ubicado en Pedro Antonio de Alarcón y atiende las necesidades de la comunidad de refugiados de este país, en guerra por la invasión de Rusia el pasado mes de febrero. Vestidos de solidaridad por Ucrania, la colaboración de las parroquias granadinas, los donantes y los voluntarios han logrado en apenas dos meses ayudar a casi dos mil personas. Porque la guerra, lamentablemente, persiste.
Valentina Gobbo, vicecanciller-secretaria del Arzobispado de Granada, explica que el arzobispado actuó con rapidez desde el pasado 24 de febrero, cuando se declaró la guerra de Rusia a Ucrania, y activó una comisión para ver cómo ayudar a Ucrania. «Comenzamos con furgonetas a llevar medicamentos y ropa y a traer refugiados desde Varsovia. Al final fueron unos 350 ucranianos, acogidos en parroquias y casas particulares».
También se organizó el envío de ayuda. «Terminamos enviado cinco camiones a Ucrania con un centenar de toneladas de medicinas, comida, mantas, sacos de dormir y productos de higiene personal». Hay que sumar lo que se llevó en autobuses y furgonetas, «que fueron otras diez toneladas», explica.
El centro logístico de la ayuda a Ucrania se estableció en el Seminario Mayor San Cecilio. «Era el centro de acopio de lo recogido en las parroquias». Recuerda entonces que los refugiados llegaban a Granada con lo puesto. «Nos dimos cuenta que había necesidad de un ropero solidario con Ucrania».
Se da la circunstancia de que el arzobispado de Granada tiene este local en Pedro Antonio, 40. Un lugar céntrico de fácil acceso. «Lo habilitamos con puertas abiertas al público el 24 de mayo, con donaciones de instituciones y gente que dona libros, juguetes, material escolar y ropa». Es todo un éxito. Hasta el punto que hoy, en el Seminario Mayor, hay sesenta palés de ropa de invierno, «y en Pedro Antonio está la ropa de verano».
La iniciativa de este ropero es más que necesaria. « Hemos atendido a casi dos mil personas», gracias a que trabajamos con voluntarios. Hemos trabajado con colegios, con jubilados, o con presos en régimen abierto».
Valentina Gobbo quiere destacar la enorme generosidad de donantes y voluntarios. «Expresar en palabras la ayuda es imposible. Te quedas corto. La razón es que ha habida ayuda de todo tipo y de todos lados. Por ejemplo de universitarios y profesionales. «Han venido estudiantes de Medicina o de Farmacia que han ayudado voluntariamente, porque hay que separar y clasificar las medicinas. Han trabajado horas y horas. También han venido enfermeros a cuidar de los refugiados». Realmente, considera, «no queremos hacer una lista para no pecar de que quede alguien fuera».
Un tratamiento integral
Lo primero para el refugiado es la seguridad. «Es lo que tratamos de brindarle con las personas de las casas de acogida. Cuando se sienten un poco estables y seguros, que sienten que no es provisional, les ayudamos con la documentación (empadronamiento, NIE); y luego con los cursos de español».
La siguiente etapa es más complicada realmente. «Unos buscan trabajo y otros regresan a Ucrania por razones múltiples». Es la cara amarga de la tragedia. Muchas veces porque ha fallecido el familiar. «Vamos, que lo han matado en la guerra». Otros porque se reúnen con la familia, otros porque no se han sentido capaces de seguir y adaptarse en su nueva vida, piensan en Ucrania y quieren regresar. Otros porque han dejado a los ancianos y quieren volver para cuidarles.
Toda esta atención, el voluntariado, las donaciones, tienen una gran recompensa que no es material. Maricruz es algo así como la responsable de organizar a los voluntarios en este ropero solidario por Ucrania. Está encantada de trabajar para los refugiados. De su boca no salen más que maravillas para describir su comportamiento. «Son educadíiiiiiiiiisimos», y estira las íes con un gesto de sus dos manos mientras esboza una sonrisa.
Está sorprendida Maricruz por el comportamiento de estas mujeres ucranianas. «Son agradecidísimas, todas». Y comparte sus experiencias. «El otro día volvió una mujer ucraniana con un paquetito y me regaló unas cerezas. Rojas rojas y ricas ricas». Ymás. «Ayer, otra de ellas me regaló una naranja». Dice Maricruz que es la forma que tienen de dar las gracias. «Comparten lo poco que tienen. Ya me contarás».
Una de las voluntarias, Carmina, comparte esta misma sensación. «La experiencia para mí es bastante gratificante. Lo que estamos haciendo es una labor necesaria y muy bonita». Añade que «las ucranianas están muy contentas. Con cualquier cosa son felices, gorros, collares… se olvidan de la situación de sus familiares, amigos y sobre todo, maridos, que están en la guerra. Eso sí nos lo dicen. Ropa de hombre, hay poquita».
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