Día de la muerte perinatal en Granada
Unidas por el dolor de perder a sus bebés cuando iban a nacerEn el Día de la muerte perinatal, dos granadinas hablan del arduo camino recorrido desde que les dijeron la peor de las frases: «no hay latido»
Laura y María no tendrían que haberse conocido nunca. Eso significaría que sus hijas habrían nacido sanas, se hubieran marchado a casa y hubiesen comenzado una nueva etapa entre pañales, chupetes y cunas. Pero no fue así. Sus bebés fallecieron poco antes de nacer, en embarazos que prácticamente estaban en el noveno mes de gestación. Mientras buscaban ayuda para afrontar la pérdida más desgarradora, se encontraron por el camino. Ahora lo recorren juntas, de la mano. En este 15 de octubre, Día de la concienciación sobre la muerte gestacional, perinatal y neonatal, visibilizan una realidad más común de lo que la sociedad cree. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), estos fallecimientos -que se producen desde el sexto mes de gestación hasta los primeros siete días de vida- representan un 4,36% de los nacimientos en Granada, lo que supone unos 300 bebés al año.
«Sabía que saldría sin ella del hospital»
Laura García, de 30 años de edad y natural de Guadix, llevaba un año intentando quedarse embarazada. «Fue una bomba de alegría», admite. El embarazo no pudo ser mejor, ni vómitos ni malestar. Un camino de rosas. La pequeña Paula venía de nalgas, así que le programaron una cesárea para el 26 de junio de este año. Tres días antes acudió junto a su madre a la última revisión y todo se derrumbó. «A la doctora que me atendió se le cambió la cara y se fue llorando», recuerda.
Les comunicaron a duras penas la noticia, «no hay latido», la frase más dolorosa que puede recibir una madre. Lo peor es que aún le quedaba el parto. Daría a luz a su bebé, pero ya fallecida. «Me fui a casa y allí me derrumbé con mi marido, Juan. La noche anterior noté dolores y lo achaqué a que me quedaba poco para cumplir, no imaginaba que significaba que a mi niña se le había parado el corazón. Fui citada al día siguiente y no quería entrar a Urgencias porque sabía que saldría sin ella de allí», explica.
El parto fue natural, rápido y sin epidural. Aunque al principio se mostró reacia a verle la carita a su niña, por el dolor añadido que le provocaría, al final lo hizo. «Era súper bonita», asegura. Lo que vino después fue una montaña rusa emocional. Noches en vela, días sin salir y un martirio extra, su sobrino nació el mismo día que su hija. Era inevitable mirarlo y no ver a su hija reflejada en él.
A los diez días decidió volver al trabajo para evadirse de la realidad. Ella trata de avanzar, pero siguen llegándole comentarios que, lejos de ayudar, hunden. El más repetido, «eres joven y puedes tener más hijos». «Si tus padres fallecen y te digo que tienes otros familiares, ¿a que no tiene sentido? Pues eso, ella era única», insiste Laura. Aún no ha recibido el resultado de la autopsia, por lo que aún no puede intentar quedarse embarazada, por si la causa residiese en algún problema suyo de salud.
«La noche anterior noté dolores, no imaginaba que significaba que a mi niña se le había parado el corazón»
Laura García
Madre en duelo
Buscando comprensión acabó contactando con la Asociación Matrioskas, que ofrece apoyo a aquellos que estén viviendo este trance. Y ahí encontró a un alma gemela, María Cazorla, de 33 años. Ambas habían pasado por lo mismo con menos de un mes de diferencia. En el caso de María, las había pasado canutas durante el embarazo por el malestar y los vómitos. En la semana 37 de gestación se notaba especialmente hinchada, así que acudió al hospital. «Había roto la bolsa, me iba a poner de parto ese día. Mi marido Sergio y yo estábamos felices de pensar que íbamos a conocer a Marta», cuenta la granadina.
Necesitaba un psicólogo
Le hicieron la monitorización fetal -las famosas correas- y el médico dijo que la máquina estaba estropeada. No era así, simplemente no sabía cómo decirles la verdad. Las tres palabras malditas, «no hay latido». Lo que vino después fue una película de terror. Ella, que estaba aterrada por el parto desde que supo que estaba embarazada, tendría que enfrentarse a él sabiendo que su niña no se quedaría con ella. «Se me paró la vida. Eché de menos un psicólogo, debería ser obligatorio en esos momentos. Nos vemos con los brazos vacíos después de un embarazo», apostilla.
En el Hospital Materno Infantil de Granada dio a luz a Marta, una niña preciosa. Un nudo en el cordón umbilical había sido la causa del deceso. «Te preguntas por qué no te pasó cuando tenía el tamaño de una lenteja. La había llevado nueve meses en mi vientre y pesaba tres kilos», argumenta. María estuvo dos horas con su hija y la conoció el resto de la familia, pero no se sintió con fuerzas para cogerla. «No podía soportar la sensación de que me la quitaran de las manos», añade.
«Te preguntas por qué no te pasó cuando tenía el tamaño de una lenteja. La había llevado nueve meses en mi vientre»
Madre en duelo
Su doctora le negó la baja maternal alegando que «no tenía a quien cuidar». El centro de salud le envió después una carta pidiéndole perdón. «Me dijo que ya me tocaba trabajar, así que me incorporé. Lloraba en la mesa y rezaba para que no entraran carritos de bebé. Estaba rota», lamenta. A su juicio, la sociedad no está concienciada. «Pasa más de lo que creemos y nadie te habla de ello. Rara es la semana que no entra en el grupo de WhatsApp una nueva pareja», añade. Por ello, en esta efeméride estas dos madres reclaman más sensibilidad y visibilidad. Porque sus hijas existieron y merecen ser recordadas.
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