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La última guardia de sanitarios granadinos en medio de la pandemia

Más de treinta años de noches en vela, consultas y cuidados a pacientes a sus espaldas y se despiden de su profesión en medio de una crisis sanitaria sin precedentes, aunque confiesan que su trabajo nunca ha sido «un camino de rosas»

Pilar García-Trevijano

Granada

Domingo, 9 de agosto 2020, 00:54

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Salieron de las aulas de la facultad o de la escuela de Enfermería en plena efervescencia de la epidemia del sida y en la fiebre de la heroína, pero no esperaban jubilarse y colgar sus batas en medio de una nueva crisis sanitaria. Han «sudado a chorros» con las mascarillas y las protecciones puestas, también han tenido miedo de contagiarse con el patógeno. Algunos incluso pospusieron su jubilación hasta que el virus mitigara y los centros sanitarios no estuvieran tan colapsados, pero ahora ponen fin a su vida laboral con ganas de disfrutar del tiempo libre que les ha faltado este año. Mantienen que no son héroes, aunque agradecen los aplausos. Nunca antes se ha habían sentido tan respaldados en su trabajo, pero piden cautela a los ciudadanos por los más vulnerables y los compañeros que se quedan para enfrentarse a los rebrotes.

Encarna Guillén. Médico y delegada sindical de Sindicato Médico

«Hemos vivido tiempos peores, pero olvidamos rápido»

La médico a las puertas del hospital Santa Ana. JAVIER MARTÍN

Encarna Guillén, médico en Motril y delegada de Sindicato Médico en la Costa Tropical, colgará la bata el 26 de julio para empezar un pequeño «retiro espiritual» en Bubión, donde tiene su residencia habitual. Se quedará de brazos cruzados poco tiempo. Nadie sabe cómo evolucionará el virus, pero su intención es viajar y ponerse la bata de nuevo ayudar como médico en alguna de las oenegé en las que coopera.

A sus 65, esta médico de familia echa la vista atrás y confiesa que estos años de guardia han pasado rápido, pero que no los echará de menos. «Me gusta mi trabajo y sobre todo me alegro de haber coincidido con tantos buenos compañeros a lo largo de mi carrera. Los granadinos se quedan en buenas manos», reflexiona Guillén. «Lo único que no voy a añorar son las guardias», bromea.

Encarna empezó a trabajar en 1978, después de estudiar Medicina en la Universidad de Granada. Su primer destino fue Guadix, pero se ha recorrido toda la provincia. Órgiva, Ugíjar, Lanjarón... hasta que acabó en uno de los centros de salud de Motril hace 20 años. También ha prestado servicio en Torrenueva Costa y desde hace 14 años es delegada sindical de Sindicato Médico. «Trabajar en la pandemia y en el estado de alarma ha sido extraño. Te ibas preocupada a casa, pero hemos vivido tiempos más difíciles que los de ahora. Los seres humanos olvidamos rápido. Espero que estos 14 años como uno de los brazos del sindicato mis compañeros se hayan sentido respaldados. Los afiliados y mis compañeros han hecho que la experiencia sea fácil», dice. «Lo peor de la crisis sanitaria habrá pasado si no bajamos la guardia. Pido que todos seamos responsables», concluye.

Antonio Romero. Médico

«Me voy con las mismas quejas con las que llegué»

El médico motrileño a las puertas del centro de salud. J. MARTÍN

«Esta profesión se define con la palabra resiliencia. Después de tantos años dedicados a la Medicina me libro de muchas cosas que me han achicharrado», explica Antonio Romero, médico motrileño de 64 años. «Que nadie me malinterprete. Adoro el trabajo, pero es una relación complicada que necesita mejoras. Tengo muchos otros aspectos en mi vida que me llenan y no va a ser una despedida amarga», dice.

El médico, que es motrileño de pura cepa, pospuso su jubilación prevista en marzo por el estallido de la crisis sanitaria. El coronavirus canceló un viaje que había planeado con su esposa. De recorrer el parque nacional de Iguazú a pasar consulta. Sabía que harían falta manos. Casi cuatro meses después de lo previsto, dirá adiós al centro de salud Centro de Motril. «Es hora de descansar. El trabajo me ha quitado tiempo con los míos. Quiero leer, seguir con la escuela de idiomas para aprender francés, ver a los amigos y la familia. Nada extraordinario», manifiesta. Romero vivió con tranquilidad el apogeo del virus en la provincia. La Costa ha registrado poca incidencia. «No hemos recibidos grandes casos, aunque hemos ido aprendiendo de la enfermedad con la evolución de los pacientes», señala.

«Esta profesión no ha sido nunca un camino de rosas. El aplauso de las 20. 00 horas nos lo hemos tomado como un reconocimiento de la población y de las autoridades. Sin embargo, después de más de treinta años de oficio, me voy reivindicando las mismas quejas con las que empecé a trabajar», lamenta.

«Han mejorado ciertos aspectos, pero en esencia todo sigue igual en la Sanidad pública. Da igual quien haga las políticas, distinto perro con el mismo collar. Por el bien de todos, quiero que las nuevas generaciones lo tengan más fácil», concluye.

María Jesús Barder. Enfermera

«He trabajado en lo que me enamoró siempre»

María Jesús, enfermera de la UCI en Traumatología. IDEAL

«Me encanta mi profesión he trabajado 42 años en lo que me ha enamorado siempre, aunque siento que me estoy escapando de algo gordo en lo que tengo responsabilidad de estar por ayudar a mis compañeros, dice María Jesús Barder, enfermera de 64 años de edad al otro lado de la línea telefónica. «Es ley de vida ahora le toca coger el testigo a otros».

Está en Fuengirola disfrutando de su tiempo libre con su marido. La sanitaria de origen valenciano cursó los estudios de Enfermería en Granada y decidió quedarse. La provincia recibía los primeros casos de coronavirus, mientras la enfermera entraba en el quirófano como paciente. Unas molestias en la espalda precipitó su baja y tuvo que dejar de trabajar antes de tiempo. «Mi jubilación efectiva empieza el 4 de agosto, pero con los problemas de espalda y los permisos que me quedaban por disfrutar, he tenido que dejarlo antes de tiempo, por eso siento cierta responsabilidad con mis compañeros. No sabemos cómo evolucionará esto con los últimos rebrotes», dice.

Ha pasado por Baza o el PTS «con todos los líos de la fusión hospitalaria», pero la mayor parte de su carrera la ha desarrollado entre las camas de la UCI del hospital de Traumatologíao en la sala de reanimación, donde pasó sus últimas jornadas laborales. «He sido muy feliz todos estos años trabajando. Creo que puedo decir y no miento cuando lo digo que es la profesión más bonita del mundo. No cualquiera puede ser enfermero. Hay que tener mucha vocación porque es una profesión peligrosa», señala. «Me quedo con la sensación de que he dado mi lado más humano a los pacientes que he atendido en la UVI», asegura.

Luis López. Médico

«Me jubilaba el día de mi cumple, pero seguiré»

Luis, en su consulta de Órgiva. IDEAL

Luis López es médico de Órgiva desde hace 39 años y medio. Se conoce la Alpujarra como la palma de su mano. Nació en la pequeña localidad de Pórtugos y como buen enamorado de la naturaleza sabía que no iba a encontrar otras zonas como su sierra.

El facultativo tenía previsto jubilarse en junio, en concreto el 26, el mismo día de su cumpleaños, pero ha decidido dejarlo hasta final de 2020. «Me jubilaba el día de mi cumpleaños, pero aunque en esta zona no ha habido muchos casos, he decidido aplazarlo por si hacen falta médicos. Hay personal sanitario, pero al llevar una zona tan amplia no sobran las manos», explica. Luis conserva las mismas ganas de trabajar que cuando empezó. «Llevo 39 años y medio de doctor en Órgiva. Trabajar en la pandemia tiene una cosa positiva porque sabes que estás haciendo algo y te sientes útil», explica.

López Fernández confiesa que también ha sentido cierto «respeto por el virus». A su edad ha estado al pie del cañón», aunque no es lo mismo contagiarse «con 20 que con 65 años». «En el caso de contraer el virus yo soy paciente de riesgo y te preocupa llevártelo a casa porque tienes un riesgo mayor que los jóvenes. Yo me encuentro muy bien y tengo energía», manifiesta. «Me gusta atender a los 1.600 pacientes que tengo asignados, la gente me conoce en Órgiva y en las zonas que atiendo y esa cercanía es lo que se valora y que a veces falta en los grandes hospitales», mantiene. Tras más de cuarenta años manteniendo una rutina laboral dice que le costará un poco cambiarlo. Cuando deje de pasar consulta disfrutará de lo que da la tierra. «Surgirá algo que hacer. Me dedicaré al huerto, mis perros y a mantener el cortijo», destaca.

Lola Ferrer. Enfermera

«Sudamos lo más grande para cuidar a los enfermos»

Lola, en un homenaje recibido en su última guardia. IDEAL

«Me he inmunizado al coronavirus. Pasé la enfermedad asintomáticamente sin darme cuenta y cuando nos hicieron las pruebas de anticuerpos salió que había padecido el virus», cuenta Lola Ferrer, enfermera jubilada de 65 años de edad. «Hemos sudado lo más grande trasladando, cuidando y visitando pacientes que tenían coronavirus durante la crisis sanitaria. Ha sido una etapa de mucha incertidumbre y de las peores que recuerdo», cuenta.

«Yo he pasado la enfermedad sin notarlo, pero mi marido, que es sanitario, y hemos estado juntos no la ha tenido», explica. «La gente que no lleva ahora mascarilla no sabe lo que hemos pasado», lamenta.

Ferrer hizo su última guardia en el centro de salud de Alhendín el 22 de abril, la última en 44 años de profesión. La enfermera nació en Jaén y tras crear un centro materno en la provincia vecina se trasladó a Granada para mejorar su carrera profesional. Antes de pasar por Alhendín o Traumatología en la capital, estuvo muchos años desarrollando su gran pasión: Matrona, trayendo al mundo nuevas vidas en el materno de Loja.

El coronavirus le quitó la oportunidad de ver el nacimiento de su nieto en Málaga, que ya tiene dos meses y medio, pero hace poco pudo conocerlo y tiene claro que dedicará parte del tiempo de su jubilación a verle crecer.

«Estoy haciendo lo que siempre he querido hacer y he vuelto a montar en bicicleta. Llevaba 25 años sin cogerla y eso de que no se olvida es mentira. Me di un buen golpe», relata.

Entre sus planes también está pasar unos días en Cádiz en un piso que se acaba de comprar con su marido, Mario. «El próximo nacimiento de un nieto no me lo pierdo», dice.

Mario Queiruga. Enfermero

«No me esperaba terminar mi vida laboral con una pandemia»

Selfie del enfermero en el centro de salud de las Gabias. IDEAL

El gaditano Mario Queiruga (63 años) se despide de la enfermería después de 42 años trabajando para el Servicio Andaluz de Salud. La mayor parte de su vida, también de su vida laboral, la ha desarrollado entre los muros del hospital Universitario Virgen de las Nieves. 22 años en total asistió a los pacientes en los pasillos del centro hospitalario hasta que se trasladó al centro de salud de las Gabias, donde entregará el pijama tras disfrutar de sus vacaciones. Queiruga jamás se hubiera imaginado que terminaría su carrera con una pandemia. «He estado trabajando durante la pandemia y me la he comido entera junto a mi mujer, Lola, que también se ha jubilado. Ha sido difícil y muy complicado. No tengo palabras para describirlo, pero jamás me habría imaginado que cerraría mi etapa laboral con un suceso sanitario e histórico de este calado», manifiesta. «No es normal».

Para celebrar su jubilación se ha comprado un piso en Cádiz cerca de la familia. «Terminé en el centro de salud de las Gabias el 30 de junio. Ahora estoy en Cádiz viendo el nuevo apartamento». «Me he comprado un piso en Cádiz porque echaba de menos la playa. Los que somos de Costa el mar es nuestra casa y mi mujer y yo vamos a poder pasar aquí algunas temporadas, aunque mi familia y mis niños están en Granada», cuenta.

El enfermero retoma otra de sus asignaturas pendientes y aprenderá a pescar junto a su hermano, que llevaba años insistiendo para que se comprara una caña e ir a pescar juntos en el barco que tiene.

«Hacer un poco de deporte, jugar al fútbol en la playa como cuando eras pequeño y te ibas con los amigos, escuchar música... ahora que tengo tiempo me dedicaré a cositas de esas».

José Monedero. Enfermero

«Más difícil se me hizo atender en la Alpujarra con un tensiómetro»

José Monedero, en Bérchules. IDEAL

«El 31 de julio me jubilo después de más de veinte años en la Alpujarra. Trabajo en atención primaria en Bérchules y, afortunadamente, aquí la incidencia del virus ha sido mínima», explica Monedero. Llegó al corazón de la Alpujarra granadina desde el epicentro de España. De un hospital puntero de Madrid a un pequeño consultorio con los medios justos para poder realizar el trabajo. A sus 64 años de edad, mantiene que ese ha sido el mayor reto de su carrera.

«La Alpujarra ha cambiado mucho desde que llegué en 1982. Los medios que se disponen ahora no tiene nada que ver con lo que nos encontramos en los ochenta. Faltaban materiales y el escenario en el que trabajamos se parecía más a una enfermería de guerra que a un consultorio. El aparato más moderno que teníamos era un tensiómetro», cuenta.

«Los consultorios tenían pocos medios y no estaban informatizados. Era complicado trabajar en esas condiciones, pero ahora todo está mucho más avanzado», asegura.

El enfermero echa la vista atrás y no cambiaría su trayectoria profesional. En un pequeño pueblo de la Alpujarra ha tenido que atender a pacientes de todo tipo desde niños a ancianos y considera que esa experiencia le ha enriquecido mucho. «En la ciudad no se ven las cosas que vemos aquí a diario», dice.

Cuando se jubile, empleará su tiempo en mantener su casa de la Alpujarra, los animales que tiene y la huerta. También es un apasionado –y tiene estudios– en Historia y Geografía y ha decidió ampliar sus conocimientos. «Soy de Madrid, pero mi casa la tengo aquí. Me gusta arreglarla, disfrutar del cuidado a los animales que tengo, estudiar historia y atender el huerto. Nada más», manifiesta.

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La última guardia de sanitarios de Granada en medio de la pandemia de coronavirus