¿Qué hacen los turistas en Granada cuando te echas la siesta?
Desde las 15.30 hasta las 19.00 horas, en ola de calor y con los tours cerrados, las calles de la ciudad son moteadas por figuras con gorros, gafas de sol y espaldas quemadas. Deambulan pensando: «No hemos venido hasta aquí para quedarnos en el hotel»
Guadalupe García
Sábado, 16 de agosto 2025, 23:37
Quizás la primera vez que hayas cerrado las cortinas de casa ese día, te hayas asomado por la ventana, hayas visto a un grupo de extranjeros asándose en la calle y te hayas preguntado: «¿Qué hacen estos guiris paseando en la hora de la siesta?». Desde IDEAL salimos a explorar esa selva inhóspita para granadinos: los enclaves turísticos, a más de 40 grados y después de comer. Buscábamos dos respuestas: qué están haciendo realmente los turistas cuando más calor hace en Granada y si todo el mundo sabe reconocer a un turista.
15.30 horas Plaza Nueva
«Solo estamos dos días, tenemos que aprovechar todo el tiempo que podamos»
Plaza Nueva puede ser un salvavidas para muchos artistas callejeros, locales de comida y abuelos que quieran jugar con sus nietos; pero cuando el sol se le desploma encima, Plaza Nueva se convierte en un gigante espejo blanco que inutiliza cualquier lente Ray-Ban. No invita a cruzarla y, sin embargo, siempre habrá a quienes no les quede otra opción. El grupo de Anna y sus amigos italianos es uno de esos supervivientes del espejo: «Yo ya viví antes en Granada, traigo a mis amigos para que la vean ellos», dice. ¿Y tiene que ser a estas horas de la tarde? «Solo estamos dos días, hay que aprovechar. Luego nos vamos a Málaga», y con ello, siguen la ruta. Lo mismo les sucede a los universitarios, también italianos, Alessandro y Mario. Al parecer, se vende por el extranjero una ruta que recorre las ciudades andaluzas en lo que duran dos siestas. «Estamos 10 días por toda Andalucía, a las cinco tenemos el siguiente bus», dice Alessandro. Y salvo por un par de familias que se sientan en bancos bajo los árboles (comiendo kebab) y los que aguantan la tapa en las terrazas, Plaza Nueva no parece ser el foco de atención de los turistas. Pasemos al siguiente.
16.00 horas Paseo de los Tristes
Kgiara y su nueva compañera de viaje
Del espejo blanco pasamos a la densidad del adoquín y al olor de un río demasiado lejano. Aquí los turistas tienen varias misiones: refrescarse la nuca en la fuente, esquivar los autobuses e ir de sombra en sombra lo más rápido posible; ya sea sentándose por el camino o avanzando hasta lo que les depare la plaza del Paseo de los Tristes. Para Kgiara y Marina no fue una caña en Rabo de Nube, sino encontrar una nueva compañera de viaje. «No nos conocíamos de antes, las dos veníamos solas a Granada. Yo le pedí que me sacara una foto y nos quedamos hablando en este banco», dijo la primera. Ninguna viene exclusivamente a Granada tampoco, están de viaje por distintos parajes y uno tocó ser Granada. «Aunque yo lo de la siesta sí que voy a aplicarlo», dijo Marina, quién aseguró que estaba a punto de volverse al hotel.
16.30 horas Cuesta del Rey Chico
«No hace falta planear nada, solo seguir andando y te encuentras maravillas»
Una pareja recostada en los escalones del Centro de Arte da la bienvenida (y casi la buena suerte) a cualquier loco que vaya a aventurarse en los 800 metros de cuesta empedrada. A los que subimos nos falta el habla (y a algunos hasta la camiseta), pero a veces, en la bajada, puedes llegar a pillar a gente que hasta sonríe. Así fue con una joven pareja portuguesa que, muy efusivamente, comunicaba los tesoros que había encontrado en la ciudad. «No teníamos entradas para la Alhambra, pero queríamos subir igual. Y lo que nos estamos dando cuenta es que no hace falta planear nada, solo seguir andando y te encuentras maravillas», explican. Otros, ya arriba, no tienen la misma actitud cuando descubren que hace falta reservar una entrada para entrar al monumento. «Hombre, es que dejamos el coche en el parking y nos dicen allí que no podemos entrar sin haberla comprado. Ahora qué», suelta Pablo, el padre de una familia de tres que se acercó a preguntar por direcciones. Su niña, Yanira, para matar el tiempo en el que dudaban sus padres, empezó a escalar un olivo.
17.00 horas Alhambra
Una copa a 42 grados
A veces lo mejor es aprender de la actitud de Yanira y dejar para el futuro lo que es del futuro. Las familias Paillot y Dumond se han sentado en La Mimbre a tomarse una copa, bromeando entre ellos bajo una sombra de 42 grados, sin realmente pensar en lo que les depara. 10 días por España, una parada en la Alhambra. «Ahora seguimos con el viaje, quizás antes nos vayamos a descansar al hotel, no lo sabemos», dicen varios. Estando allí arriba te das cuenta de lo fácil que es que el calor y el cansancio produzcan risas, sobre todo si es bajo un toldo, habiendo terminado la ruta por la Alhambra y con una bebida en la mano. «Nosotros somos de Bolivia, Estados Unidos, Irak, Alemania. Amamos a la gente. Venimos a dialogar con las personas de aquí y a aprender de su cultura», dice el que parece el representante de otro grupo de 13 personas. Cada pareja era de un país distinto y acababan de comer en los Jardines de Alberto. Este sí que es un foco de turistas en la hora de la siesta.
17.30 horas Bajada hacia la Cuesta de Gomérez
«Los tíos aquí están buenísimos»
Cuando el gentío de personas y autobuses queda atrás, vuelves al estado de figuras sueltas que suben y bajan de la Alhambra. ¿Sabríamos reconocer entonces, en estas breves zonas intermedias, si las figuras que vemos son turistas? Uno piensa que, a base de prueba y error, este examen ya lo tiene superado. ¿Es turista quien anda despacio y observa? ¿Es local quien pasea al perro o conoce el secreto de mojar los pies en las acequias del Bosque de la Alhambra? «¿Pero qué dices? Si somos de Barcelona», ríen Monse y Paco. Estos amigos, que vienen a conmemorar un viaje que pretendió ser con el anterior marido del segundo, tienen los pies metidos en el agua y se sientan a charlar en un banco como tal pareja de vecinos de barrio. «Yo vine de pequeña a Granada, y fíjate que algo que no ha cambiado para nada es el buen trato que tienen los camareros», opina Monse. ¿Algo nuevo que hayáis aprendido? Tras pensarlo un poco, responden: «Que los tíos están buenísimos».
18.00 horas Reyes Católicos
A Carlos la calma y a Martín la bulla
Cruzando la Puerta de las Granadas, la ciudad vuelve a parecer repleta de pequeños grupos ambulantes. Quizás muchos de ellos volviendo al hotel, como hemos aprendido. Los turistas sacan fotos del termómetro y se plantean si deben refrescarse en la fuente del monumento. Una pareja parece estar debatiendo sobre algo. «Acabamos de estar en la Alhambra y Martín no es capaz de asimilar la belleza de su arquitectura», dice Carlos, a lo que Martín replica: «Qué le voy a hacer si es mucho más de lo mismo». Ambos son de Buenos Aires, pero no partieron al mismo tiempo. «Yo estoy haciendo un viaje de tres meses por Europa, él se me une para ver Granada», dice el primero. A Carlos lo que le gusta es explorar la cultura quieta en forma de monumento, Martín disfruta de la que se vive en el ajetreo. Y aunque ambos deben de haber aprendido a maniobrar sus diferencias durante las seis visitas que han acumulado ese día, en algo sí que están de acuerdo: «Nos vamos al hotel». Efectivamente.
18.30 horas Plaza de Bib-Rambla
Mesa 5: tres chocolates calientes
Llegamos a la plaza idónea para desayunar unos churros con chocolate, pero a las seis de la tarde. ¿Con este calor se seguirán pidiendo? «Paso», avisa una camarera a otra. Unos chocolates calientes para la mesa de los asiáticos que acaban de llegar. No parecen sorprendidas. «Aquí vienen muy pocos por la tarde, pero da igual la hora, ellos piden sus churros con chocolate», dice Lucía, una trabajadora de Alhambra Churrería. Ella y su compañera Ayelén dicen que la plaza se suele llenar sobre las siete u ocho de la tarde, aunque sobre todo por las mañanas. «Ahora porque está vacía, pero esto se llena de franceses, asiáticos, árabes y, en los findes, de vascos», afirma Lucía. ¿Sabrías distinguirlos de un granadino? «Depende del caso pero qué va. A veces tú les ves la cara de querer decir 'hello' y te salen con un hola», asegura.
En los bancos también descansa gente. Con tal de tener asiento y sombra, cualquiera echa raíces. Sin embargo, hay un grupo que parece no querer aprovechar el respiro: un círculo de 10 jóvenes franceses que con sus móviles comprueban Google Maps. Hablan todos a la vez y cuando les preguntas por un nombre de grupo te dan el de su Snapchat: España 2025. Un viaje planeado y unido por un chico llamado Diego al que llaman «el puente». «Estamos tratando de encontrar la playa en la íbamos a hacer kayak», dice este. Todos ellos llevan una bolsa de Artesanías Medina, de la cual no paran de salir clientes. Una encargada del sitio, Lucía también, dice que grupos como esos que vienen a comprar souvenirs grupales son muy comunes, aunque concuerda con las camareras en que no suele ser durante la hora de la siesta. «Aquí es que no hay para comparar: siempre son turistas. Pero me he fijado que los que suelen comprar los posavasos son asiáticos y que casi siempre a alguien quemado, rubio o que venga con más gente puedes decir que es de fuera», opina.
18.45 horas Plaza de las Pasiegas
«Turistas hay a todas horas, pero en la siesta lo que hacen es revolotear»
Ya está terminando la hora de la siesta (para algunos será mucho, para otros, poco) y eso significa que las plazas se comenzarán a llenar en breve. Un par de negocios abren, los tours que se dirigen al Sacromonte comienzan y los rezagados del movimiento al hotel se paran a sacar más fotos. «A ver, turistas hay a todas horas, pero en la siesta lo que hacen es revolotear. Es a las siete u ocho cuando se llena la plaza», opinan Francisco y Alejandro, dueños de Cuchillería Ruiz. Para ellos, un turista es alguien más alto que ellos, que se tapa el sol con telas o que les compra abanicos. «Los pillamos en primera plana, si es que tenemos la mejor esquina de toda Granada», sonríen. Mientras tanto, el flujo estable de esos pocos «revoloteadores» sigue en curso. Una marea que crece y decrece, pero que rara vez para. Quizás esos caminantes del calor sean excepciones dentro del horario regular para los extranjeros, como opinan estos negocios. Quizás más de uno allí fuera sea paisano, permaneciendo escondido tras el velo de los estereotipos. La verdad es que, cuando cierras las cortinas para dormir la siesta en pleno verano, Granada no se convierte en una ciudad fantasma. Y en parte es gracias a esas familias francesas, esos amigos refrescándose en la acequia, la pareja abrazada que baja la Alhambra discutiendo sobre cultura y los que están seguros de que encontrarán un tesoro si siguen caminando.
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