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Imagen promocional de 'Twister', película estrenada en 1996. IDEAL

Los tres Twisters del verano

La Pretemporada ·

¿Un helado, un juego o una película? En 1996 los astros se conjugaron en una tormenta perfecta que celebró, de alguna manera, esas películas que son puro entretenimiento

Miércoles, 11 de agosto 2021, 00:41

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Aquel verano, un Twister podía significar tres cosas. Twister era un polo en el que dos tiras de colores se retorcían alrededor del palo, como un muelle o, claro, como un remolino. Twister era, también, un juego en el que se desplegaba una lona de plástico en el suelo y tenías que poner las manos y los pies en el círculo de color que te tocara, sin caerte. Y Twister era, por último, una película en la que un grupo de aventureros científicos perseguía al tornado más grande que ha conocido la humanidad. Comer un Twister, jugar un Twister y ver un Twister. Menudo lío.

Hubo un tiempo en el que para ver una película, más allá del cine, había que hacer ciertos esfuerzos, por mínimos que fueran. Lo normal era dejarte llevar por la programación de la tele, cruzar los dedos para que pusieran algo que te interesara y rogar que no abusaran de la publicidad. La alternativa era ir al videoclub a por esas películas que te quedaste con las ganas de ver o que te perdiste en la cartelera. Y, en vacaciones, había una tercera opción: los cines de verano. Hoy habrá gente que vea una película en la tele normal, pero ya no conozco a ninguno; los videoclubs murieron y nacieron las plataformas online que lo impregnan todo, confundiendo las fronteras entre cine y televisión; y los cines de verano que sobreviven lo hacen gracias a la melancolía.

En vacaciones reinan las películas de puro entretenimiento, muchas veces catalogadas como 'malas'. No sé si son buenas o malas ni creo que nadie tenga el poder de decidir eso, pero qué gusto lo de sentarte a ver cómo un remolino inmenso destroza un pueblo; o a Bruce Willis en 'Armageddon' reclutando mineros para destruir el meteorito que va a terminar con la vida en el planeta; o a Will Smith en 'Independence Day' salvando el 4 de julio; o con John Goodman convertido en un Pedro Picapiedra de carne y hueso; o a Jim Carrey poniendo caras locas en 'Dos tontos muy tontos'; o cuando sonaba la mítica canción de 'Mortal Kombat' en los títulos de crédito... En fin, esas películas eran parte de un protocolo estrictamente veraniego.

«No sé si son buenas o malas, pero qué gusto lo de sentarte a ver cómo un remolino inmenso destroza un pueblo»

El tiempo ha ido poniendo las cosas en su sitio y algunas de aquellas películas, despreciadas por la crítica, han sido completamente olvidadas. Otras, tan despreciadas o más, se han convertido en cintas imprescindibles que en cada revisión parecen mejores. Piensen en 'La Roca', que puede ser la película de acción perfecta; o en 'Space Jam', esa maravilla que bebía directamente de la inmensa y colosal '¿Quién engañó a Roger Rabbit?'. Pero es que en verano también vimos obras maestras como 'Parque Jurásico' o 'El show de Truman'.

Aquel verano de 1996 Twister era tres cosas al mismo tiempo y los planetas se conjugaron para que, una tarde, vinieran un detrás de otro. La partida al Twister, el paseo al cine de verano, los primos comprando Twisters para todos y Bill Paxton, Helen Hunt y Philip Seymour Hoffman huyendo del colosal Twister que arrasaba con todo. Qué lío tan maravilloso, ¿verdad? No es que ahora las películas no sirvan a ese noble arte de entretener. Pero sí que hemos perdido, un poco al menos, el ritual que las acompañaba.

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