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Mesas de uno de los bares de Emperatriz Eugenia, entre vallas y maquinaria. J. E. C.

De tapas en una calle abierta en canal: «Cada día es una sorpresa»

Algunos bares de Emperatriz Eugenia tiran de ingenio para convertir la estructura de vallas por las obras en zonas de terrazas. Los que no tienen espacio aguantan como pueden a la espera de que termine el verano

Sábado, 21 de junio 2025, 01:00

Son las 22.00 horas. El grupo de amigos está en una de las terrazas del bar Las Buenas Juntas, en Emperatriz Eugenia. Tienen 20 años y charlan del viaje que están organizando para agosto: el Camino de Santiago. El camarero les trae la tapa, unos bocadillos de lomo con muy buena pinta, y ellos brindan alegres. Hasta aquí, todo normal.

Sin embargo, si observamos la escena desde un poco más atrás, la historia cambia. La terraza del bar está seccionada por las vallas de la obra, que forman una suerte de pequeños reservados en mitad de la calle. El camarero trae la bandeja cruzando el pasillo que se forma entre unas y otras vallas, como en las colas de un parque de atracciones. Y al lado de la mesa, justo cuando brindan, hay una excavadora que se pondrá en funcionamiento a primera hora de la mañana. «Y nosotros tan a gusto, no hay problema –dice David, uno de los jóvenes–. Nos gusta que los bares saquen su ingenio para abrir con... bueno, con más o menos normalidad».

A última hora de la tarde, cuando el sol se aparta y se acerca la noche, a esa hora en la que se empieza a poder estar en la calle sin maldecir –demasiado– el calor, los bares abren sus terrazas. Esa es la fórmula de todos los bares de Granada, incluidos los de Emperatriz Eugenia, calle que lleva desde enero abierta literalmente en canal. Si han pasado por allí, habrán observado que la calzada está llena de agujeros, con numerosas vallas y maquinaria pesada repartida a lo largo de toda la vía. Los peatones caminan pegados por los laterales y en los cruces con Pedro Antonio de Alarcón, Trajano, Sol y en la misma Plaza de Gran Capitán, hay que dar rodeos para atravesar la zona. Es, efectivamente, lo que tienen las obras. Una situación que afecta inevitablemente a los negocios de la zona, sobre todo a los bares.

De tapas en el Jin Ding. J. E. C.

En el Jin Ding (el que fuera el Bar Playa), justo en la desembocadura de Trajano, Marta y Rocío disfrutan de la noche. «A veces se levanta un poco de polvo, porque el suelo es tierra, pero nada grave. Quitando el hecho de que es raro estar rodeadas de vallas –ríen–, la verdad es que se está bastante tranquilo». Juan Pedro, que comparte mesas con sus amigos, ha aparcado la bicicleta sobre una de las vallas. «Sí que es raro, pero algo tenían que hacer. Al mediodía no se puede estar, pero ahora, por la noche, no hay ningún problema». Dentro, Lidia, una de las responsables del local, levanta los hombros y sonríe: «Estamos bien, nos ayudamos unos a otros y tiramos».

Adaptación continua

Esas terrazas entre vallas son, además, cambiantes. Dependen de cómo haya quedado el trabajo en esa jornada o de lo que los obreros preparen para el día siguiente, lo que obliga a los bares a adaptarse continuamente a la situación. Es el caso de Hussein, dueño del bar Las Buenas Juntas. «Los vecinos y los obreros nos están ayudando para que podamos trabajar. Como la calle está cortada, hemos aprovechado para sacar las mesas y, bueno, por el momento nos va bien». Su bar, como el Jin Ding o la hamburguesería Grand Theft Burger, está en la acera de los números pares. Esto es, la acera 'buena'. Al otro lado, la situación es más complicada.

Emperatriz Eugenia, de noche. J. E. C.

«Hemos perdido la terraza y no hay espacio para poner nada, pasa menos gente por la puerta y hay más suciedad. Así que sí, está siendo difícil». Habla Brandon, del Café Ramé. Una situación que entienden muy bien un poco más arriba, en el Naranja Burger, donde aunque no tengan terraza sí han notado un descenso de clientela. O en La Pataleta, junto a la plaza de Gran Capitán, donde solo pueden mantener dos mesillas y un par de toneles. «Al principio había un hueco en el lateral del semáforo y pusimos seis mesas. Pero de pronto lo quitaron y lo perdimos... Nada, nos vamos adaptando a lo que nos vamos encontrando. Cada día es una sorpresa», resopla Macarena, responsable del bar restaurante. «Somos muchos los comercios damnificados en la calle. Entendemos que las obras son para mejorar la ciudad y tenemos que ser pacientes, pero está siendo todo muy drástico».

En las mesitas de La Pataleta encontramos a María José, enfermera jubilada. «Esta es la típica cosa que recordaremos dentro de unos años, las noches que tomábamos tapas en Gran Capitán sin que casi pasaran coches por la calle. Irónicamente, aunque estén las obras, estamos muy tranquilas».

El cruce de La Pataleta, en Gran Capitán. J. E. C.

Las obras en Emperatriz Eugenia terminarán, previsiblemente, a finales de agosto. La nueva calle con aceras más amplias, contará con 47 nuevos árboles y 358 plantas y arbustos repartidos por 17 jardineras. También se renovará el alumbrado público con 28 nuevas farolas LED y, con respecto a la eficiencia hídrica, se está mejorando la red de abastecimientos de la calle y sus perpendiculares. El resultado será una Emperatriz Eugenia más amplia, más verde y más eficiente. Las tapas también saldrán ganando.

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