Las series de los 90 eran redes sociales
La pretemporada ·
Por aquella época nadie intuía qué era eso de una temporada. Las series eran series y punto:capítulos que se emitían a una hora y que todos, absolutamente todos, veían en el salón de su casaHubo un tiempo, no hace tanto, en el que ponías la tele y te dejabas llevar. Era tan sencillo que, a ojos de la chavalada actual, cualquier espectador de la época podría parecer tan simple como un troglodita golpeando dos piedras. A saber: encendías la tele y te sentabas. Nada más. Ni plataformas ni televisión a la carta ni días señalados en los que se estrenaba una temporada. Por no saber, no se sabía ni lo que era una temporada. Y puede que eso, precisamente, fuera lo que definía al espectador medio de aquellos veranos infinitos en los que, para saber de los amigos, se escribían cartas.
'El Equipo A', 'El coche fantástico', 'MacGyver', 'V'... Todo el mundo recuerda estas series, tan recurrentes en la memoria colectiva. Pero nadie, absolutamente nadie, sabría decirte cuántas temporadas tuvieron. Antes, las series las echaban en la tele y punto. A veces eran capítulos nuevos y, otras, repetidos. Pero te sentabas igual a verlas porque era lo que hacía el universo entero. Y porque había algo emocionante en descubrir si era una historia nueva. Piénsenlo un momento: si no estabas delante de la pantalla te lo perdías y te quedabas fuera de juego (a no ser que lo grabaras en vídeo, que esa es otra historia).
'El Equipo A', 'El coche fantástico', 'MacGyver', 'V'... Todo el mundo recuerda estas series, tan recurrentes en la memoria colectiva. Pero nadie, absolutamente nadie, sabría decirte cuántas temporadas tuvieron
Pocos intuyen que lo que ahora se llama 'hacer un maratón' (esto es, verse una serie entera del tirón) nació precisamente en los 90, en esas mañanas que pasaban de una serie a otra en un orden que, la mayoría de las veces, no respetaba lo que ponía en la revista de la televisión (sí, niños, los sábados, con el periódico, había una revista que nos decía lo que echarían en la tele durante toda la semana). El maratón, entonces, no era de una única serie, claro. Pero es muy probable que, para aquellos espectadores, todas ellas conformaran una única serie. La serie del verano de los 90.
En esas mañanas de vacaciones todo estaba permitido. Podía pasarse de 'La tribu de los Brady' (1969) a 'Salvados por la Campana' (1989) sin que pareciera una locura. Esos viajes en el tiempo estaban permitidos. 'Punky Brewster', 'Mr. Belvedere', 'Cinco en familia', 'Las gemelas de Sweet Valley', 'Cosas de casa', 'El príncipe de Bel Air'... Quién podría negar que aquellas series instauraron un lenguaje común que se extendía de un hogar a otro: tan enamorado como Zack Morris, Brandon es nombre de perro, el mayordomo inglés, las populares del instituto suelen ser imbéciles, ¿he sido yo? o, por supuesto, el choque de palmas a lo Will y Jazz. Demonios, las series de los 90 eran redes sociales.
Todavía hay sociólogos y estadistas que intentan comprender qué pasó para que niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos se engancharan con tanta fervor a 'Cristal' y 'Agujetas de color de rosa'.
Luego estaba la siesta. Todavía hay sociólogos y estadistas que intentan comprender qué pasó para que niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos se engancharan con tanta fervor a 'Cristal' y 'Agujetas de color de rosa'. ¿Se acuerdan? Las dos telenovelas, venezolana y mexicana, reunían a familias enteras cada día, con la tajada de sandía todavía en la mano. La noche, curiosamente, era para el cine. En los 90 hubiera sido impensable programar una serie, la que fuera, a las diez de la noche. Las series eran para las horas tontas del día, para acompañar el tazón de cereales por la mañana, la tapita de después de la piscina o el Frigopié de la tarde.
Esas series dejaron una impronta tan honda no tanto porque gustaran o por su calidad, que lo mismo no tenían ni una cosa ni la otra. Dejaron una impronta porque eran un lugar común. Al terminar el colegio, cada mochuelo tomaba su camino y los tres largos meses de vacaciones suponían, en la mayoría de los casos, una separación absoluta y quirúrgica del grupo. En septiembre, en el reencuentro, parecía que, una parte del viaje, la habíamos hecho juntos. Sigamos sacando cosas de aquella época en la que no había temporadas, a ver qué encontramos. ¿Se vienen?
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