Seis artículos de lujo para una compra cada vez más cara
Una familia media gasta 200 euros más que hace diez años en llenar la nevera con los productos más básicos
Comprar en el supermercado en 2025 es, para muchas familias, lo más parecido a subirse a una montaña rusa, cada vez que se mete el carrito por el pasillo de los lácteos o el de los aceites, el vértigo aprieta más fuerte que la falta de azúcar en el café. Lo que hace apenas una década era un gasto asumible se ha transformado en un lujo. Y no hablamos de delicatessen, sino de lo básico: pan, huevos, aceite, fruta, verduras, legumbres… lo de toda la vida.
La situación tiene un nombre técnico, 'inflación alimentaria', pero en los pasillos del súper tiene otro: 'carísimo niña, carísimo'. El bolsillo no miente. España ha experimentado en los últimos años la mayor subida de precios alimentarios entre las grandes economías europeas, y ya ocupa el cuarto puesto en el ranking de inflación acumulada en este sector.
Un punto de inflexión
La crisis se disparó a partir de 2022. La invasión rusa de Ucrania agitó los mercados internacionales de cereales, energía y fertilizantes, y el efecto dominó alcanzó la barra de pan del barrio.
Para entender la magnitud del problema no hace falta más que mirar los números. El Índice de Precios al Consumo (IPC) en Granada, que hace una década apenas se movía unas décimas, se ha disparado en los últimos años como un cohete sin control. El gráfico que acompaña estas líneas muestra la montaña rusa de la inflación en la provincia: subidas suaves en los primeros años, un verdadero terremoto a partir de 2022 y un presente en el que hacer la compra duele más que pagar la hipoteca.
El catedrático de economía de la Universidad de Granada Francisco Rodríguez Fernández, también economista sénior de Funcas, lo resume con una metáfora que cualquiera entiende: «Es una rueda que se alimenta sola. Suben los costes del gasóleo, del pienso, de la electricidad, del transporte… y esa subida se traslada al consumidor final. Cada mes, un poquito más».
El aceite a precio de oro
Si hay un producto que simboliza esta crisis es el aceite de oliva, emblema nacional y santo y seña de la dieta mediterránea. El dato es difícil de digerir, en 2024 acumulaba una subida del 130,94% respecto a 2015. Para entenderlo, la botella que costaba 3,10€ en 2015, en 2024 pasaría los 7€.




«Ha habido factores climatológicos extremos que han reducido las cosechas, y aunque España es productora hemos llegado a importar aceite de otros países. Es una subida acumulada muy importante»
Francisco Rodríguez
Catedrático de economía
El resultado es que en muchos hogares, el aceite ya no se echa 'a chorreón' en la ensalada, sino con cuentagotas, casi como si fuera un perfume caro.
Huevos y lácteos
Otro básico, los huevos, se han disparado un 55,76% en 2025. Mientras que los yogures han comenzado a bajar de un 37,18% en 2023 a un 24,96% en 2025, la leche ha lacanzado el 45,05% y sigue subiendo. En 2017 estos productos apenas se movían unas décimas arriba o abajo. ¿Qué ha pasado? El catedrático señala al pienso, la energía y el transporte. Dicho de otra manera, que a las gallinas y a las vacas, también les afecta la factura de la luz.




La proteína animal
Las carnes no se libran. El pollo, considerado la proteína 'asequible', acumula más de un 30% de encarecimiento. La ternera y el cerdo más de un 43,5%. Y el pescado, que siempre fue caro, ahora parece reservado para cumpleaños y Navidades, con un incremento de un 53,8% en menos de una década.




La dieta mediterránea
La paradoja es cruel. Justo cuando más insisten en comer sano, las frutas, verduras y legumbres han escalado hasta un 58% en su precio. Cruz Roja alerta de que el 80,5% de las familias vulnerables en España opta por alimentos más baratos y menos nutritivos para llenar el estómago. El resultado es una población que, en lugar de verdura fresca, llena el plato de ultraprocesados de marca blanca.
«En países como Japón, comer fruta es un lujo. Aquí no se valora, pero llegará un día en que lo echemos de menos»
Francisco Rodríguez
Catedratico de economía




La inflación alimentaria tiene un efecto colateral que pasa más desapercibido: cada euro extra en la compra es un euro menos en ocio, turismo o cultura. Rodríguez apunta: «si hay un gasto mayor en alimentación, significa que hay un gasto menor en otros sectores. El turismo nacional, por ejemplo, lleva años estancado porque las familias destinan menos a vacaciones».
Es decir, que no solo hablamos de platos más pobres en nutrientes, sino también de vidas más austeras. Vacaciones más cortas, cenas fuera de casa más esporádicas y, para muchos, un horizonte donde el ahorro se ha convertido en ciencia ficción.
El impuesto de los pobres
«La inflación es el impuesto de los pobres». La frase del experto resume la injusticia estructural de este proceso. Porque mientras las grandes cadenas y productores internacionales aprovechan la coyuntura para engordar márgenes, el propio catedrático denuncia el «fuerte componente especulativo» detrás de estas subidas, son las familias de rentas bajas las que cargan con el golpe más duro.
En España, 6 millones de personas, el 13,3% de la población, viven ya en inseguridad alimentaria. En Granada, Cruz Roja asistió en 2024 a unas 30.000 personas con programas de ayuda alimentaria.




No se puede echar toda la culpa a Putin, aunque sea lo fácil. La guerra en Ucrania cortó el suministro de trigo, encareciendo el pan y la pasta, sí. Pero la lista de causas es mucho más larga.
Causas de la inflación
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Cambio climático: sequías extremas y olas de calor que reducen cosechas enteras
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Dependencia energética: el campo depende del gasóleo, y la subida del combustible lo arrastra todo
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Fertilizantes: aunque en 2024 bajaron un 18%, venían de subidas previas brutales
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Políticas comerciales: aranceles y tensiones encarecieron productos como el cacao o el chocolate
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Especulación: las grandes distribuidoras, según Rodríguez, «aprovechan la coyuntura para aumentar margenes»
El resultado es una tormenta perfecta de factores coyunturales sumados a debilidades estructurales de la economía española.
Arroz y productos azucarados
Los números lo confirman. En 2016, el arroz apenas subía un 1,5%. En 2025 acumula un 45,55%. El contraste explica por qué hoy la gente suspira más en la cola del supermercado que en el gimnasio.




El futuro inmediato no pinta mejor.
«Nos llenamos la boca con la economía verde, pero llevamos años sin cuidar el campo, la redistribución y los productos locales. Estamos hipotecando nuestra seguridad alimentaria»
Francisco Rodríguez
Catedrático de economía
España podría acabar pareciéndose a Japón en más cosas que en el sushi. Un país donde la fruta fresca en un lujo de pocos y donde el aceite de oliva raciona como si fuera oro líquido.
Mientras tanto, las familias españolas hacen números con la calculadora en una mano y la lista de la compra en la otra. Porque la crisis alimentaria no se mide solo en euros, se mide en salud, en desigualdad y en calidad de vida.
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