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Patricia y Manuel posan junto a Aslan en el interior del Carrefour de Armilla. Pepe Marín

Salvado por el ladrido de Aslan y la mano de Patricia

Manuel recibió un envenenado regalo de Reyes. Acostumbrado a lidiar con la diabetes, a su glucosa le dio por desaparecer entre botellas de desinfectante. De no haber sido por su perro y una empleada convertida en heroína con uniforme, no habría salido ileso del centro comercial

Ángel Mengíbar

Sábado, 5 de febrero 2022, 00:06

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«Estaba medio aturdido, apenas me salía la voz del cuerpo. Si no me llegan a ayudar, me habría caído redondo al suelo». Estas palabras describen el trance vivido en Granada el pasado 7 de enero. Justo cuando todo el mundo regresaba de las vacaciones de Navidad, a Manuel Gavilán le tocó enfrentarse a su peor enemigo. Otra vez.

Este granadino de 49 años padece diabetes y está acostumbrado a sufrir bajadas rápidas y repentinas de glucosa conocidas como hipoglucemias, que pueden derivar en problemas cardiovasculares graves o, incluso, en la muerte. De ellas se repone gracias a los pataleos y ladridos de su fiel compañero de vida. Aslan, un labrador de color del chocolate y de tres años de edad, es un perro de asistencia sanitaria que llegó hace tiempo al día a día de Manuel para, como aquella tarde de viernes, salvarle la vida.

«Aslan es capaz de detectar mis hipoglucemias antes de que yo mismo pueda ser consciente de ellas. Incluso se adelanta a los avisos de la bomba de insulina que se encarga de regular mis niveles de azúcar en sangre y que llevo instalada desde que me extirparon el páncreas», cuenta Manuel a IDEAL a raíz de su última y peligrosa bajada.

«Me sentía medio aturdido. Me podría haber caído redondo al suelo»

Manuel Gavilán

Diabético y dueño de Aslan

Mientras hacía la compra en el Carrefour de Armilla bajo total tranquilidad, su mejor alarma saltó. «Pasaba por el pasillo de la limpieza cuando Aslan comenzó a ponerme las patas encima y a ladrar, lo que me alertó de que podía estar sufriendo una hipoglucemia», explica. «Entonces, me dirigí a la sección de bebidas y me tomé un litro de zumo para contrarrestar la bajada».

Sin embargo, tal acción no tranquilizó del todo al perro asistente. Ya en la cola previa a pagar, los niveles de glucosa de Manuel no mejoraban. Estaban bajando de 52, cuando el índice convencional de una persona sana ronda el centenar. Aslan insistía e insistía, sabedor de que lo peor estaba por llegar, cuando la fuerza de su ladrido despertó la conciencia de otro ángel de la guarda entre carros y bolsas de la compra.

La importancia de pasar por caja

«Desde mi posición, oí ladrar a Aslan. Sé que, cuando lo hace, es realmente por algo relevante. Más, en ese momento en el que todo el supermercado estaba en calma», confiesa Patricia Botet, una cajera de 45 años que resultó ser clave para que Manuel lograra estabilizar sus niveles de azúcar en sangre.

«Ya conocía a Manuel y a Aslan, pues son clientes habituales del establecimiento. Había tratado con él antes, así que estaba al tanto de sus hipoglucemias. Cuando me di cuenta de la reacción de su perro, decidí hacer algo». Patricia se levantó como un resorte de su asiento, abandonó su puesto de trabajo aun con cola por atender y acudió a interesarse por el estado de Manuel.

Tras comprobar que sufría una bajada de glucosa, habilitó la caja de otra compañera y le dio prioridad por delante del resto de clientes, ganándole Manuel un par de minutos fundamentales al crono. «Para que el zumo me haga efecto, debo relajarme e, incluso, sentarme un rato. Así, el azúcar se distribuye a buen ritmo y de forma correcta por todo mi cuerpo. Patricia lo consiguió al agilizar mi pago en la caja. De lo contrario, podría haber perdido el conocimiento», revela.

«Oí ladrar a Aslan y supe que algo importante pasaba. Simplemente hice lo que debía: ayudar»

Patricia Botet

Empleada de caja de Carrefour Granada

A Patricia nunca le había ocurrido algo semejante. Sin embargo, su instinto la llevó a actuar, como Aslan, para salvar una vida. «Yo solamente quería ayudar e hice lo que debía. Todos deberíamos hacerlo siempre que esté en nuestra mano y no quedarnos de brazos cruzados». Después de dejar fuera de peligro a Manuel, recibió una merecida recompensa: la primera valoración positiva de un cliente en seis años detrás de la caja. «Me ha felicitado mucha gente y yo me siento muy feliz por haber ayudado. Mis padres y mis hijos están orgullosos de mí».

Para Manuel, dejar por escrito aquella reseña era lo mínimo que podía hacer. «Me sorprendió gratamente que Patricia conociera la manera de proceder conmigo. Gracias a ella, la alerta de Aslan tuvo sentido, ya que alguien respondió». Algo que es menos habitual de lo que debería. Además de que no todo el mundo descifra adecuadamente las alarmas que emite un perro de asistencia sanitaria, Manuel se ha encontrado en los últimos años con serias dificultades para hacer vida normal con Aslan.

La ley de la frontera

Acceder al transporte público, centros comerciales o a otros lugares donde la presencia de mascotas está prohibida, como la playa, resulta una misión imposible acompañado de un perro. Un perro tan especial como Aslan inclusive. Como si de un control de frontera se tratase, chóferes y guardias de seguridad ponen a menudo pegas a que el labrador ponga sus patas en el interior. Tras conocer su cometido, su mueca facial cambia, no así la normativa del establecimiento o del servicio en cuestión.

«Necesitamos que se le dé visibilidad a esta situación, que es la de muchos. Los perros de asistencia sanitaria no son un capricho, sino una necesidad vital», reivindica Manuel, que evitó una llamada al 112 gracias a la rápida intervención de Patricia. Ahora espera que el ladrido de Aslan siga recorriendo el mundo en beneficio de la salud. De la suya propia y de la de todos aquellos que tienen a su cargo un acompañante tan especial.

Aslan, de cachorro. IDEAL

Un perro nacido para ayudar

En 2018, Manuel acudió a César Cañas, uno de los dueños del criadero Soto de Riofrío en Segovia, en busca de un ayudante con el que poder controlar sus niveles de azúcar tras quedarse sin páncreas y detectar su diabetes. De entre una treintena de perros, salieron tres posibles opciones.

Teniendo en cuenta su misión sanitaria, Aslan fue el elegido siendo todavía un cachorro y se trasladó hasta Granada para llevar a cabo doce meses de adiestramiento como perro de asistencia sanitaria.

Tras recibir clases de obediencia y socialización a finales de dicho año, en marzo de 2019 el adiestramiento de Aslan se centró en olfato, su principal herramienta para detectar las hipogluicemias de Manuel, en el centro DetectaK9 FV Smell Procime de Atarfe bajo las órdenes de Felipe Villanueva.

Parte de estas labores consistieron en acceder con Aslan a comercios, transporte público y todos aquellos lugares por los que Manuel podía transitar en su día a día para entrenar su conducta y su sentido del olfato. Desde entonces, Aslan acompaña a Manuel allá donde va para garantizar su seguridad en todo momento.

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