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Un vecino de Deifontes observa el paso de la brigada agrícola de desinfección por las calles del pueblo. Alfredo Aguilar

Rugido de tractores para desinfectar

TODOS A UNA ·

En pueblos como Deifontes forman por las mañanas brigadas agrícolas que fumigan las calles con atomizadores de 2.000 litros de capacidad

Jorge Pastor

Granada

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Lunes, 6 de abril 2020, 01:53

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Las puertas de la cooperativa San Isidro, en Deifontes, están abiertas todos los días de buena mañana. Hoy es el turno de Eduardo, Lorenzo, Pablo, Francisco, Rubén y Álex. Seis de sus ochocientos asociados. Montados en sus tractores, van llegando poco a poco y se ponen en fila para cargar los atomizadores. En estas fechas deberían de estar abonando sus olivos, pero ahora su deber es otro: fumigar de principio a fin las calles de un pueblo que, como todos los pueblos del mundo, sufre la amenaza del coronavirus.

«No hace falta pedírselo a nadie», asegura el presidente de esta entidad, Francisco Fernández. «Cuando hay que arrimar el hombro, nosotros somos los primeros». Los agricultores se organizan entre ellos en coordinación con el Ayuntamiento y con el propio alcalde, Francisco Abril, que es el encargado de facilitar el compuesto, una fórmula de lejía rebajada, con el que se fumiga un día sí y el otro no.

Al igual que la SCA San Francisco en Deifontes, integrada en el grupo oleícola Dcop, unas cincuenta sociedades cooperativas de la provincia se han implicado en la limpieza urbana de sus respectivas poblaciones, un ejercicio de responsabilidad que suma a otro ejercicio de responsabilidad no menos importante: las estanterías de los supermercados están llenas de alimentos frescos porque los profesionales agrarios siguen cultivando. Ahora tienen que compaginar ambas facetas.

San Francisco produjo la campaña pasada 2,7 millones de kilos de 'oro verde', de los que más del sesenta por ciento es virgen extra certificado por la denominación de origen Montes Orientales. Seis millones de euros básicos para un municipio de tres mil habitantes cuya economía depende del campo al ciento por ciento.

En el caso de San Isidro, según explica Francisco Fernández, habría posibilidad de movilizar en estos momentos unos cuarenta vehículos agrícolas con sus cuarenta cubetas –cada una de ellas tiene una capacidad de unos dos mil litros–, «pero realmente basta con cinco o seis para cubrir todo el casco urbano».

La distribución del trabajo se hace por barrios. Lo normal es que empiecen a las ocho de la mañana y, después de llenar el depósito un par de veces, terminen para el medio día. Se pulveriza el pavimento, las aceras e incluso las fachadas de casas y establecimientos comerciales –la solución no provoca daños en los edificios, pero sí mata el bicho, que es lo importante–. Operarios municipales a pie, embutidos en trajes de protección blancos, llegan con las mangueras a presión donde no alcanzan las máquinas.

Los agricultores que integran estas brigadas también se aplican todas las medidas de prevención y seguridad. Como van dentro de las cabinas, no llevan 'epi', pero sí desinfectan el habitáculo con frecuencia –volante, asideros y demás elementos en que ponen sus manos–, llevan mascarillas para proteger sus caras, las mismas que utilizan cuando sulfatan, y también utilizan guantes de látex.

Cuando organizan el tajo, intentan mantener la distancia de un metro y medio que, según los protocolos, evita el contagio. Sus tractores son potentes. La mayoría de ciento veinte caballos.

Presupueto municipal

El primer edil de Deifontes, Francisco Abril (IU), lamenta que la administración se haya olvidado de ellos y que sea el Ayuntamiento, con cargo a sus presupuestos, quien tenga que sufragar los cincuenta euros más IVA que cuesta cada una de las garrafas de veinticinco litros de producto con el que se desinfecta todo el viario.

En cualquier caso, según el regidor, hace falta que todo el mundo se tome muy en serio las restricciones de movimiento y haga caso a la obligación de confinarse en casa hasta que termine el estado de alarma. «Aquí el ochenta por ciento sí que se lo ha tomado muy en serio, pero hace falta que sea generalizado». Por ahora no ha habido ningún caso positivo por COVID-19 en Deifontes. «Cuando hay sospecha por fiebre o similar, se procede al aislamiento».

El esfuerzo y la labor de los agricultores no pasan desapercibidos en Deifontes. No hay más que echar un vistazo a las redes sociales. Aunque los deifonteros están acostumbrados a remangarse cuando lo precisa la comunidad. En el año 1944, gracias a la intermediación y las influencias del cura Francisco Pérez en el régimen franquista, lograron un préstamo de 5,3 millones de las antiguas pesetas, a devolver en treinta años, del Instituto de Prevención para que la finca del Marqués de Casablanca pasara a propiedad de sus habitantes y se dividiera en plantaciones de las que hoy día comen las familias.

Su manantial, del que salían hasta 1.200 litros por segundo, ha servido para regar buena parte de la Vega de Granada. «Nunca pedimos nada por ello», recuerda Francisco Fernández, quien critica que, sin embargo, ahora le exijan a la comunidad de regantes un canon de seis millones de euros.

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