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El caso de la rotonda de la Fuente de las Batallas

Conviértete en un detective del tiempo y averigua el año en el que se hizo esta fotografía

Lunes, 29 de septiembre 2025, 09:30

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Los detectives del tiempo

Septiembre llegó como un cobrador puntual: traje arrugado, cara seria y la manía de recordarte que las vacaciones siempre son demasiado cortas. Los jefes han vuelto a la redacción con la piel tostada y la moral de sheriff de pueblo. Y yo, que había encontrado cierto desahogo en las siestas clandestinas del sillón de la sala de espera, me he visto arrastrada de nuevo a esto que llaman ‘salir de la zona de confort’. ¿Quién sería el lumbreras que se inventó eso?

Y aquí estamos, en este septiembre de letargo, obligada a esconderme en esta oficina refrigerada con el aire de una sala de autopsias. A estas alturas me tienta más un ventilador de hélices oxidadas, de esos que aún deben dormir en algún rincón de un almacén, que este cubito ártico que se empeñan en llamar ‘aire acondicionado’ y que tan solo condiciona a llevar gabardina hasta con estos calores, de ahí el tono detectivesco que dejo caer en estos artículos.

Los jefes, como ya les conté, han vuelto, como han vuelto los atascos en la bajada a la Costa. Regresaron con energías renovadas y un apetito insaciable por repartir trabajo. Y yo, que ingenua no soy, he pensado que siempre es mejor sacar uno de estos expedientes del archivo, antes de que a alguien se le ocurra mandarme a la Avenida de Cervantes a hacer guardia con los vecinos abrazada a un árbol. Y así, de paso, les dejo un pequeño obsequio de vuelta al cole (o a la ESO, lo que tengan en casa): una fotografía de Granada de hace unos cuantos años. ¿Cuántos exactamente? Ah, ese es el enigma. Tendrán que resolverlo ustedes, mis detectives de sofá, a ver hasta dónde alcanzan sus perversas inclinaciones históricas.

Yo, por mi parte, no pienso salir de la redacción hasta que pasen el Granada Sound, las Angustias y el veranillo de San Miguel, ese espejismo que se cuela en octubre antes de devolvernos los días grises, la lluvia repiqueteando en los cristales y licencia para deprimirse con una canción de Jacques Brel. Maravilloso si no fuera porque el maldito cambio climático conspira contra mí, y cada verano que se alarga es un atraco a mano armada contra mi melancolía.

Aquí les dejo las pistas les ayudarán a coser la historia de esta imagen

Pista 1

Año 1942

Apenas acabó la guerra, Granada se lanzó a una operación de cirugía urbana que dejó el centro tan cambiado que no lo reconocería ni su madre. La Manigua, aquel lupanar famoso, cayó junto con las tripas del embovedado, y en su lugar nació una avenida ancha, coronada con una rotonda para domesticar el tráfico.

Había que embellecer el solar, y Gallego Burín no se lo pensó dos veces y trasladó la fuente, que hasta entonces refrescaba el Paseo del Salón. ¿Y antes? Ahí empieza la discusión entre historiadores. Algunos juran que venía del Convento de Belén, otros se encogen de hombros.

Claro que el lector avezado ya se habrá dado cuenta: la foto que les muestro es bastante posterior. Basta con fijarse en que los tranvías, que antaño daban la vuelta en esa rotonda, ya han sido sustituidos por coches y autobuses. El tiempo pasa y no perdona.

Pista 2

Teatro Isabel la Católica

Me quito las gafas progresivas y acercó la foto a mi nariz, así estamos, con más pinta de contable que de intrépida detective. Ahí está: la reina, plantada en la terraza del teatro que lleva su nombre. Su Majestad de piedra ocupa ese lugar desde los primeros compases de los años cincuenta cuando el teatro de la Acera del Casino abrió sus puertas. En 1998 estrenó reforma y, por cierto, ¿sabían que a alguien se le pasó por la cabeza rebautizarlo como Teatro Federico García Lorca?

Pista 3

El edificio

del hotel Zaida

Un superviviente de finales del XIX abría sus puertas a la Fuente de las Batallas desafiando al tiempo. Aguantó años, ignorado y polvoriento, hasta que lo alcanzó la sentencia definitiva. El Ayuntamiento ordenó su demolición en 1998, pero hasta 2004 no se inauguró el edificio de Álvaro Siza, moderno y frío, como un sospechoso que se lava las manos antes del interrogatorio.

Pista 4

El parking

En 1992 se cerró uno de los capítulos más ambiciosos del urbanismo granadino. Tres cuartas partes de Puerta Real pasaron a ser peatonales, la Acera del Casino y la del Darro se ensancharon como si hubieran ido al gimnasio, la Fuente de las Batallas se desplazó unos metros, más discreta, quizás, las escalinatas que la escoltaban fueron borradas y, bajo tierra, nació un parking con vocación de búnker. Las obras arrancaron en 1990 bajo Antonio Jara y fueron inauguradas dos años después por Jesús Quero, con Manuel Pezzi firmando en Urbanismo.

Y hasta aquí mi parte. Lo demás lo dejo en sus manos, avezados detectives, y no caigan en la trampa de ser tan obvios como esta servidora, que se ha conformado con las pistas fáciles. Afinen la lupa, ajusten el sombrero y díganme: ¿en qué año exacto está tomada esta foto? El archivo es un laberinto donde solo los más tercos encuentran la salida.

Los detectives del tiempo

Septiembre llegó como un cobrador puntual: traje arrugado, cara seria y la manía de recordarte que las vacaciones siempre son demasiado cortas. Los jefes han vuelto a la redacción con la piel tostada y la moral de sheriff de pueblo. Y yo, que había encontrado cierto desahogo en las siestas clandestinas del sillón de la sala de espera, me he visto arrastrada de nuevo a esto que llaman ‘salir de la zona de confort’. ¿Quién sería el lumbreras que se inventó eso?

Y aquí estamos, en este septiembre de letargo, obligada a esconderme en esta oficina refrigerada con el aire de una sala de autopsias. A estas alturas me tienta más un ventilador de hélices oxidadas, de esos que aún deben dormir en algún rincón de un almacén, que este cubito ártico que se empeñan en llamar ‘aire acondicionado’ y que tan solo condiciona a llevar gabardina hasta con estos calores, de ahí el tono detectivesco que dejo caer en estos artículos.

Los jefes, como ya les conté, han vuelto, como han vuelto los atascos en la bajada a la Costa. Regresaron con energías renovadas y un apetito insaciable por repartir trabajo. Y yo, que ingenua no soy, he pensado que siempre es mejor sacar uno de estos expedientes del archivo, antes de que a alguien se le ocurra mandarme a la Avenida de Cervantes a hacer guardia con los vecinos abrazada a un árbol. Y así, de paso, les dejo un pequeño obsequio de vuelta al cole (o a la ESO, lo que tengan en casa): una fotografía de Granada de hace unos cuantos años. ¿Cuántos exactamente? Ah, ese es el enigma. Tendrán que resolverlo ustedes, mis detectives de sofá, a ver hasta dónde alcanzan sus perversas inclinaciones históricas.

Yo, por mi parte, no pienso salir de la redacción hasta que pasen el Granada Sound, las Angustias y el veranillo de San Miguel, ese espejismo que se cuela en octubre antes de devolvernos los días grises, la lluvia repiqueteando en los cristales y licencia para deprimirse con una canción de Jacques Brel. Maravilloso si no fuera porque el maldito cambio climático conspira contra mí, y cada verano que se alarga es un atraco a mano armada contra mi melancolía.

Aquí les dejo las pistas les ayudarán a coser la historia de esta imagen

Año 1942

Pista 1

Apenas acabó la guerra, Granada se lanzó a una operación de cirugía urbana que dejó el centro tan cambiado que no lo reconocería ni su madre. La Manigua, aquel lupanar famoso, cayó junto con las tripas del embovedado, y en su lugar nació una avenida ancha, coronada con una rotonda para domesticar el tráfico.

Había que embellecer el solar, y Gallego Burín no se lo pensó dos veces y trasladó la fuente, que hasta entonces refrescaba el Paseo del Salón. ¿Y antes? Ahí empieza la discusión entre historiadores. Algunos juran que venía del Convento de Belén, otros se encogen de hombros.

Claro que el lector avezado ya se habrá dado cuenta: la foto que les muestro es bastante posterior. Basta con fijarse en que los tranvías, que antaño daban la vuelta en esa rotonda, ya han sido sustituidos por coches y autobuses. El tiempo pasa y no perdona.

Teatro Isabel la Católica

Pista 2

Me quito las gafas progresivas y acercó la foto a mi nariz, así estamos, con más pinta de contable que de intrépida detective. Ahí está: la reina, plantada en la terraza del teatro que lleva su nombre. Su Majestad de piedra ocupa ese lugar desde los primeros compases de los años cincuenta cuando el teatro de la Acera del Casino abrió sus puertas. En 1998 estrenó reforma y, por cierto, ¿sabían que a alguien se le pasó por la cabeza rebautizarlo como Teatro Federico García Lorca?

El edificio

del hotel Zaida

Pista 3

Un superviviente de finales del XIX abría sus puertas a la Fuente de las Batallas desafiando al tiempo. Aguantó años, ignorado y polvoriento, hasta que lo alcanzó la sentencia definitiva. El Ayuntamiento ordenó su demolición en 1998, pero hasta 2004 no se inauguró el edificio de Álvaro Siza, moderno y frío, como un sospechoso que se lava las manos antes del interrogatorio.

El parking

Pista 4

En 1992 se cerró uno de los capítulos más ambiciosos del urbanismo granadino. Tres cuartas partes de Puerta Real pasaron a ser peatonales, la Acera del Casino y la del Darro se ensancharon como si hubieran ido al gimnasio, la Fuente de las Batallas se desplazó unos metros, más discreta, quizás, las escalinatas que la escoltaban fueron borradas y, bajo tierra, nació un parking con vocación de búnker. Las obras arrancaron en 1990 bajo Antonio Jara y fueron inauguradas dos años después por Jesús Quero, con Manuel Pezzi firmando en Urbanismo.

Y hasta aquí mi parte. Lo demás lo dejo en sus manos, avezados detectives, y no caigan en la trampa de ser tan obvios como esta servidora, que se ha conformado con las pistas fáciles. Afinen la lupa, ajusten el sombrero y díganme: ¿en qué año exacto está tomada esta foto? El archivo es un laberinto donde solo los más tercos encuentran la salida.

Los detectives del tiempo

Septiembre llegó como un cobrador puntual: traje arrugado, cara seria y la manía de recordarte que las vacaciones siempre son demasiado cortas. Los jefes han vuelto a la redacción con la piel tostada y la moral de sheriff de pueblo. Y yo, que había encontrado cierto desahogo en las siestas clandestinas del sillón de la sala de espera, me he visto arrastrada de nuevo a esto que llaman ‘salir de la zona de confort’. ¿Quién sería el lumbreras que se inventó eso?

Y aquí estamos, en este septiembre de letargo, obligada a esconderme en esta oficina refrigerada con el aire de una sala de autopsias. A estas alturas me tienta más un ventilador de hélices oxidadas, de esos que aún deben dormir en algún rincón de un almacén, que este cubito ártico que se empeñan en llamar ‘aire acondicionado’ y que tan solo condiciona a llevar gabardina hasta con estos calores, de ahí el tono detectivesco que dejo caer en estos artículos.

Los jefes, como ya les conté, han vuelto, como han vuelto los atascos en la bajada a la Costa. Regresaron con energías renovadas y un apetito insaciable por repartir trabajo. Y yo, que ingenua no soy, he pensado que siempre es mejor sacar uno de estos expedientes del archivo, antes de que a alguien se le ocurra mandarme a la Avenida de Cervantes a hacer guardia con los vecinos abrazada a un árbol. Y así, de paso, les dejo un pequeño obsequio de vuelta al cole (o a la ESO, lo que tengan en casa): una fotografía de Granada de hace unos cuantos años. ¿Cuántos exactamente? Ah, ese es el enigma. Tendrán que resolverlo ustedes, mis detectives de sofá, a ver hasta dónde alcanzan sus perversas inclinaciones históricas.

Yo, por mi parte, no pienso salir de la redacción hasta que pasen el Granada Sound, las Angustias y el veranillo de San Miguel, ese espejismo que se cuela en octubre antes de devolvernos los días grises, la lluvia repiqueteando en los cristales y licencia para deprimirse con una canción de Jacques Brel. Maravilloso si no fuera porque el maldito cambio climático conspira contra mí, y cada verano que se alarga es un atraco a mano armada contra mi melancolía.

Aquí les dejo las pistas les ayudarán a coser la historia de esta imagen

Año 1942

Pista 1

Apenas acabó la guerra, Granada se lanzó a una operación de cirugía urbana que dejó el centro tan cambiado que no lo reconocería ni su madre. La Manigua, aquel lupanar famoso, cayó junto con las tripas del embovedado, y en su lugar nació una avenida ancha, coronada con una rotonda para domesticar el tráfico.

Había que embellecer el solar, y Gallego Burín no se lo pensó dos veces y trasladó la fuente, que hasta entonces refrescaba el Paseo del Salón. ¿Y antes? Ahí empieza la discusión entre historiadores. Algunos juran que venía del Convento de Belén, otros se encogen de hombros.

Claro que el lector avezado ya se habrá dado cuenta: la foto que les muestro es bastante posterior. Basta con fijarse en que los tranvías, que antaño daban la vuelta en esa rotonda, ya han sido sustituidos por coches y autobuses. El tiempo pasa y no perdona.

Teatro Isabel la Católica

Pista 2

Me quito las gafas progresivas y acercó la foto a mi nariz, así estamos, con más pinta de contable que de intrépida detective. Ahí está: la reina, plantada en la terraza del teatro que lleva su nombre. Su Majestad de piedra ocupa ese lugar desde los primeros compases de los años cincuenta cuando el teatro de la Acera del Casino abrió sus puertas. En 1998 estrenó reforma y, por cierto, ¿sabían que a alguien se le pasó por la cabeza rebautizarlo como Teatro Federico García Lorca?

El edificio

del hotel Zaida

Pista 3

Un superviviente de finales del XIX abría sus puertas a la Fuente de las Batallas desafiando al tiempo. Aguantó años, ignorado y polvoriento, hasta que lo alcanzó la sentencia definitiva. El Ayuntamiento ordenó su demolición en 1998, pero hasta 2004 no se inauguró el edificio de Álvaro Siza, moderno y frío, como un sospechoso que se lava las manos antes del interrogatorio.

El parking

Pista 4

En 1992 se cerró uno de los capítulos más ambiciosos del urbanismo granadino. Tres cuartas partes de Puerta Real pasaron a ser peatonales, la Acera del Casino y la del Darro se ensancharon como si hubieran ido al gimnasio, la Fuente de las Batallas se desplazó unos metros, más discreta, quizás, las escalinatas que la escoltaban fueron borradas y, bajo tierra, nació un parking con vocación de búnker. Las obras arrancaron en 1990 bajo Antonio Jara y fueron inauguradas dos años después por Jesús Quero, con Manuel Pezzi firmando en Urbanismo.

Y hasta aquí mi parte. Lo demás lo dejo en sus manos, avezados detectives, y no caigan en la trampa de ser tan obvios como esta servidora, que se ha conformado con las pistas fáciles. Afinen la lupa, ajusten el sombrero y díganme: ¿en qué año exacto está tomada esta foto? El archivo es un laberinto donde solo los más tercos encuentran la salida.

Los detectives del tiempo

Septiembre llegó como un cobrador puntual: traje arrugado, cara seria y la manía de recordarte que las vacaciones siempre son demasiado cortas. Los jefes han vuelto a la redacción con la piel tostada y la moral de sheriff de pueblo. Y yo, que había encontrado cierto desahogo en las siestas clandestinas del sillón de la sala de espera, me he visto arrastrada de nuevo a esto que llaman ‘salir de la zona de confort’. ¿Quién sería el lumbreras que se inventó eso?

Y aquí estamos, en este septiembre de letargo, obligada a esconderme en esta oficina refrigerada con el aire de una sala de autopsias. A estas alturas me tienta más un ventilador de hélices oxidadas, de esos que aún deben dormir en algún rincón de un almacén, que este cubito ártico que se empeñan en llamar ‘aire acondicionado’ y que tan solo condiciona a llevar gabardina hasta con estos calores, de ahí el tono detectivesco que dejo caer en estos artículos.

Los jefes, como ya les conté, han vuelto, como han vuelto los atascos en la bajada a la Costa. Regresaron con energías renovadas y un apetito insaciable por repartir trabajo. Y yo, que ingenua no soy, he pensado que siempre es mejor sacar uno de estos expedientes del archivo, antes de que a alguien se le ocurra mandarme a la Avenida de Cervantes a hacer guardia con los vecinos abrazada a un árbol. Y así, de paso, les dejo un pequeño obsequio de vuelta al cole (o a la ESO, lo que tengan en casa): una fotografía de Granada de hace unos cuantos años. ¿Cuántos exactamente? Ah, ese es el enigma. Tendrán que resolverlo ustedes, mis detectives de sofá, a ver hasta dónde alcanzan sus perversas inclinaciones históricas.

Yo, por mi parte, no pienso salir de la redacción hasta que pasen el Granada Sound, las Angustias y el veranillo de San Miguel, ese espejismo que se cuela en octubre antes de devolvernos los días grises, la lluvia repiqueteando en los cristales y licencia para deprimirse con una canción de Jacques Brel. Maravilloso si no fuera porque el maldito cambio climático conspira contra mí, y cada verano que se alarga es un atraco a mano armada contra mi melancolía.

Aquí les dejo las pistas les ayudarán a coser la historia de esta imagen

Año 1942

Pista 1

Apenas acabó la guerra, Granada se lanzó a una operación de cirugía urbana que dejó el centro tan cambiado que no lo reconocería ni su madre. La Manigua, aquel lupanar famoso, cayó junto con las tripas del embovedado, y en su lugar nació una avenida ancha, coronada con una rotonda para domesticar el tráfico.

Había que embellecer el solar, y Gallego Burín no se lo pensó dos veces y trasladó la fuente, que hasta entonces refrescaba el Paseo del Salón. ¿Y antes? Ahí empieza la discusión entre historiadores. Algunos juran que venía del Convento de Belén, otros se encogen de hombros.

Claro que el lector avezado ya se habrá dado cuenta: la foto que les muestro es bastante posterior. Basta con fijarse en que los tranvías, que antaño daban la vuelta en esa rotonda, ya han sido sustituidos por coches y autobuses. El tiempo pasa y no perdona.

Teatro Isabel la Católica

Pista 2

Me quito las gafas progresivas y acercó la foto a mi nariz, así estamos, con más pinta de contable que de intrépida detective. Ahí está: la reina, plantada en la terraza del teatro que lleva su nombre. Su Majestad de piedra ocupa ese lugar desde los primeros compases de los años cincuenta cuando el teatro de la Acera del Casino abrió sus puertas. En 1998 estrenó reforma y, por cierto, ¿sabían que a alguien se le pasó por la cabeza rebautizarlo como Teatro Federico García Lorca?

El edificio

del hotel Zaida

Pista 3

Un superviviente de finales del XIX abría sus puertas a la Fuente de las Batallas desafiando al tiempo. Aguantó años, ignorado y polvoriento, hasta que lo alcanzó la sentencia definitiva. El Ayuntamiento ordenó su demolición en 1998, pero hasta 2004 no se inauguró el edificio de Álvaro Siza, moderno y frío, como un sospechoso que se lava las manos antes del interrogatorio.

El parking

Pista 4

En 1992 se cerró uno de los capítulos más ambiciosos del urbanismo granadino. Tres cuartas partes de Puerta Real pasaron a ser peatonales, la Acera del Casino y la del Darro se ensancharon como si hubieran ido al gimnasio, la Fuente de las Batallas se desplazó unos metros, más discreta, quizás, las escalinatas que la escoltaban fueron borradas y, bajo tierra, nació un parking con vocación de búnker. Las obras arrancaron en 1990 bajo Antonio Jara y fueron inauguradas dos años después por Jesús Quero, con Manuel Pezzi firmando en Urbanismo.

Y hasta aquí mi parte. Lo demás lo dejo en sus manos, avezados detectives, y no caigan en la trampa de ser tan obvios como esta servidora, que se ha conformado con las pistas fáciles. Afinen la lupa, ajusten el sombrero y díganme: ¿en qué año exacto está tomada esta foto? El archivo es un laberinto donde solo los más tercos encuentran la salida.

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