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Un belga afincado en la costa granadina pone flores en la finca Villa Astrida, por la muerte de Fabiola en 2014. JAVIER MARTÍN

Los reyes que veraneaban en el anonimato

Lo que llevo en mi maleta ·

Balduino y Fabiola, monarcas de Bélgica, forman parte de los estíos de Playa Granada y de la memoria de una generación que fantaseba con los secretos que guardaba la finca Villa Astrida tras sus muros

Laura Ubago

Granada

Sábado, 1 de agosto 2020, 23:58

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En un barrio humilde de Motril alguien grita que un Rey ha fallecido, desde el balcón. «¡Que se ha muerto Balduinooooo!». Es 31 de julio de 1993 y a un símbolo del verano de la playa granadina acaba de darle un infarto en la finca Villa Astrida, un espacio misterioso que guarda el veraneo de los monarcas de Bélgica intramuros.

Los Reyes belgas, Balduino y Fabiola, estuvieron más de 30 años pasando sus veranos en Motril, en Playa Granada, cuando aquella zona –ahora turística y desarrollada– eran descampados de cañaveras junto a la arena virgen. Los motrileños no le dieron mucha importancia a estos veraneantes reales, ni los propios Reyes quisieron salir del anonimato en ningún momento pero sí alimentaron la historia de este pueblo con leyendas urbanas que habían vivido sus vecinos y que pocas veces se podían verificar.

Cuentan que un labrador se encontró con el Rey y le dijo que no se acercase a Villa Astrida, que habían llegado «los fabiolos» y estaba todo lleno de civiles.

Los Reyes utilizaban su trozo de playa, delante de su finca casi como si fuese privada. A nadie se le ocurría plantar su sombrilla en este espacio real y ahora, en este verano extraño de 2020, es cuando se ha recuperado al fin ese trozo de arena que se mantenía intacta no por obligación, sino por un ritual sagrado de no tocar aquel espacio dedicado a la realeza.

Los motrileños siempre han destacado la sencillez de los Reyes, que allí se sentían del pueblo llano.

Balduino y Fabiola no sirvieron para convertir Motril en Marbella, es más, pasaron totalmente inadvertidos salvo cuando el monarca falleció, que sí se acercaron los medios de comunicación de todo el país y acudieron los Reyes de España y se puso a Playa Granada en el mapa por este luctuoso acontecimiento.

La reina siguió yendo a Motril y de hecho, inauguró un festival dedicado a su marido sobre música sacra, que era la que le gustaba al Rey.

Los motrileños siempre han sentido que tenían su propia monarquía, que aquella era tierra de Reyes y que los veranos tenían un sabor diferente con esta presencia real. A Balduino le gustaba mezclarse con los autóctonos y sorprendía con un paseo por la playa o yendo a misa a cualquier parroquia sin que los fieles esperasen su presencia.

El que conoce bien la historia de los Reyes y sus veranos rodeados de buganvillas y de esa playa –inicialmente– con menos encanto que otras más populares, es Juan Pablo Pérez Galeote, que era el hijo de los caseros de la finca y que aún recuerda cómo la reina perdió por primera vez la compostura cuando halló al monarca fallecido. Este niño, Juampi, que ahora es un hombre, tiene en su colección de recuerdos cientos de vivencias junto a Balduino, como cuando se alejaron juntos en una barquita pequeña y fue un policía a rescatarlos o como le llevó a la famosa tienda 'Chaquetas' de Motril para comprar una bicicleta.

Los veranos de Juampi tenían modales de realeza y el cariño de estos abuelos, que no tuvieron hijos, y que se volcaron con este chaval motrileño, que estuvo estudiando en Bruselas y trabajando en el palacio. Estos veranos de atardeceres entre cañaveras, de esa playa anónima que aún hoy no es foco de muchedumbres, de esos caminos de polvo, de esa finca de muros blancos están en la memoria de todo Motril. Una historia real con aires de leyenda.

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