Refugio para personas sin hogar: «Empezamos con 2 bocatas y ya vamos por 80»
Cinco meses después de su apertura, el refugio de la calle Varela en el Realejo se convierte en un lugar abierto de forma permanente para combatir el frío y la soledad
Estoy 'esmayá'», suelta Rosario tras franquear la puerta del refugio de la calle Varela del Realejo para personas sin hogar. No es la única. En la calle hacen cola medio centenar de personas. Todas sin hogar sin techo, quizá sin alma. Entran una a una y reciben su bocata y una pieza de fruta. Más tarde, cuando haya entrado la primera tanda, se repartirán zumos y las bebidas calientes.
«Cuando abrimos a principio del verano, el primer día repartimos 2 bocatas. Ahora ya vamos por 80», comparte Eduardo López-Huertas, director de la casa de acogida Madre de Dios, en la calle Varela. Esta entidad tiene dos partes, el albergue, la casa de acogida propiamente dicha; y el refugio que es un centro nocturno de alta tolerancia, o de baja exigencia.
«La demanda es altísima, el boca a boca funciona entre ellos, y hemos llegado a atender a 72 personas en una noche»
Eduardo López-Huertas
Director de la Casa Madre de Dios
El refugio está organizado y financiado por el Ayuntamiento de Granada –comenzó con un presupuesto de cerca de 25.000 euros y ya se han tenido que duplicar los fondos–, y gestionado por la Fundación Casas Diocesanas de Acogida, que gestiona la Casa Madre de Dios, una entidad autónoma del Arzobispado de Granada patrocinada por Cáritas. Hay que destacar, además, que la Casa Madre de Dios cumple el año que viene treinta años algo de lo que están muy orgullosos y que piensan celebrar.
Sigue entrando gente. Tiene 19 años, pelo largo rubio y ojos tan tristes como grises. Cuelga del brazo de su novio, otro postadolescente cansado. Ella se ha peleado con su familia y ha abandonado el hogar en una localidad del Área Metropolitana. Él llegó en una patera.
–¿De qué son los bocatas?, pregunta la chiquilla
–De atún con tomate
–¿Otra vez?, se lamenta
–Espera, dice el cuidador, que voy a mirar aquí... Mira, sí. ¡También hay de queso con pavo!
Nuria Gutiérrez Medina, concejala de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Granada, viene de la Plaza del Carmen, donde se acaba de encender el alumbrado navideño, ya se sabe, la magia de la Navidad y tal. Luz que llega tenue a este refugio de la calle Varela, pero llega. La concejala explica el funcionamiento del refugio.
«Se abre a las 20h hasta las 8h de la mañana. Son doce horas todos los días. Hay hombres y mujeres. Para entrar aquí no hace falta nada. Se identifican si quieren; si no, no pedimos explicaciones de nada. Vemos cómo está. Intentamos con mucha mano izquierda y suavidad a que se alimente. Hay bocatas, galletas, bebidas calientes. Puede ducharse, le dejamos una toalla. Le preguntamos si quiere pasar el rato o quiere dormir. En ese caso, se le asigna una tumbona, como las de la playa».
Los 365 días del año
Tercia ahora Eduardo López-Huertas, el director de la Casa Madre de Dios.«En el refugio estamos atendiendo hasta un máximo de 72 personas, de las que han llegado a dormir 45, que antes estaban en la calle. Este es el primer invierno que está abierto, se inauguró en julio con dos personas, pero ya no se va a cerrar. El refugio va a estar abierto los 365 días del año».
Esto les ha hecho improvisar para expandirse. «Hemos ido abriendo habitaciones, incluso la propia cochera. Ahora hay siete espacios para atender a tanta gente». Pero llega el frío. «Y ya estamos pensando cómo ubicar otra zona». De momento, «el éxito es que nadie se queda en la calle si no quiere. Según la concejala, «es la mayor apuesta que se ha hecho desde el Ayuntamiento para las personas sin hogar.
De hecho, el Ayuntamiento tiene firmados convenios con distintas entidades que permiten alojar a diario a 212 personas. Algunas, son familias completas. Esta cifra ha aumentado en los tres últimos años en 87 plazas.
Sin embargo, una unidad móvil de la Cruz Roja financiada por el Ayuntamiento recorre las calles a diario por las noches. «Como mínimo hay más de cien personas que deciden dormir en la calle. Y en muchas ocasiones se han acercado a doscientas». Queda mucho por hacer.
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