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La puerta a la baja Alpujarra de Almería

Rincones al descubierto ·

El precedente de la actual Berja es este conjunto arqueológico, donde se concentran restos de época romana y murallas de la antigua ciudad árabe. Es uno de esos lugares en donde, a pesar de no haber realizado grandes excavaciones, los restos son sugerentes para evocar el pasado

ÁNGEL RODRÍGUEZ

Arqueólogo

Domingo, 2 de agosto 2020, 13:55

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La Alpujarra es uno de los territorios históricos más singulares de Andalucía, que se extiende de Este a Oeste, compartido por las provincias de Granada y Almería. Engloba paisajes de alta montaña, laderas suaves orientadas hacia el sur, ocupadas desde antiguo por el hombre, y un progresivo descenso hasta la costa en la parte almeriense. Quizás esta zona sea más desconocida, pero, sin duda, comparte riqueza natural, paisajística e histórica, que es uno de los signos de identidad de toda la comarca y permite comprender ese marcado carácter mediterráneo que le imprime su salida al mar.

Información útil

  • Localización Al sur del casco urbano de Berja, por la A-347, camino viejo de Benejí y calle Vía Licio Vinicio

  • Acceso Acceso libre, aparcamiento en la entrada. Se puede recorrer por medio de un camino que permite llegar a todos los puntos de interés. Tiene una longitud de un kilómetro aproximadamente, aunque también se puede pasear fuera del mismo

  • Descripción Yacimiento arqueológico en el que destacan el anfiteatro romano excavado en la roca y los restos de las murallas medievales

  • Tipo de protección Fue incoado BIC en 1987. Le es de aplicación la protección genérica como BIC de todos los elementos de arquitectura militar histórica

Parte de la atracción que nos provoca está relacionada con la imagen romántica que forjaron viajeros europeos y españoles a lo largo del siglo XIX y en el XX, dejando un profunda impronta de tierra anclada en el pasado, en donde aún hoy podemos participar de una forma de vida y de relacionarse con la naturaleza ya en desuso, totalmente olvidadas y sustituidas por lo cotidiano que es esencialmente urbano.

La capital de la Alpujarra almeriense es la villa de Berja, que podemos ver tanto como puerta de entrada a la región o como salida hacia el mar, ya que comparte rasgos propios del paisaje costero, por su proximidad a la línea de costa, y de media montaña, adentrándose por sus caminos naturales hacia el corazón mismo de la sierra. Su casco urbano conserva aún las huellas de una ciudad que creció y se enriqueció a mediados del siglo XIX por la actividad minera y su papel administrativo, con un buen número de edificios decimonónicos de gran valor, creando una cierta sensación de nostalgia de un pasado próspero que ha dejado su impronta.

Su posición estratégica, controlando la salida hacia el Mediterráneo, y su geografía suave y amable, hizo que desde fechas muy tempranas la población tendiera a ocupar su territorio.

Los restos más relevantes son los del poblado fortificado del Tajo de los Gavilanes, situado a unos dos kilómetros al norte del casco urbano. Es un yacimiento arqueológico del calcolítico (III milenio a.C.), ubicado sobre un espolón rocoso, con defensas naturales del que dependían otros de menor entidad. Fue abandonado con el paso del tiempo a favor de un nuevo emplazamiento con mejores condiciones más al sur: el cerro de Villavieja.

El precedente de la actual Berja es el conjunto arqueológico de Villavieja, donde se concentran algunos restos de época romana y murallas de la antigua ciudad árabe. Se encuentra a la entrada al casco urbano por el sur, tomando el camino viejo de Benejí y se accede fácilmente. Es uno de esos lugares en donde, a pesar de no haber realizado grandes excavaciones arqueológicas, los restos emergentes son lo suficientemente sugerentes para evocar el pasado más esplendoroso de la Alpujarra almeriense y, al mismo tiempo, incentivar la imaginación de todo lo que aún conserva en su subsuelo.

Si hay algo que llama poderosamente la atención de Roma en esta zona del sureste fue su riqueza minera. La romanización supuso el trazado de vías de comunicación vinculadas con la explotación de los recursos mineros, especialmente del plomo que empezó a extraerse y trabajarse por lo menos desde el siglo II a.C., fundándose entonces el municipio romano de Vergi, muy próximo a otros dos de gran significación: Abdera (Adra) y Murgi (El Ejido). Su base económica se completaba con la agricultura, en la que la producción y exportación de aceite también fue fundamental. Las primeras comunidades cristianas también encontraron apoyo en estas tierras en fechas muy tempranas, tal como demuestran algunos hallazgos arqueológicos.

Vergi se encontraba ubicada en el cerro de Villavieja, pero de la antigua ciudad solo podemos ver los restos de su anfiteatro.

El anfiteatro de Vergi

Todas las ciudades del imperio intentaron emular a Roma: en su urbanismo, en los edificios más representativos, como el foro, la basílica y sus templos, y en sus costumbres. El teatro, el anfiteatro y el circo eran elementos que mostraban a las claras la romanización, por muy alejada que se encontrara la ciudad de centro del imperio y por diferentes que fueran sus condiciones geográficas. En el anfiteatro, además de las conocidas luchas de gladiadores que tanto ha recreado el cine, también se hacían otro tipo de espectáculos con animales, recreaciones bélicas o incluso ajusticiamientos públicos. Pero a diferencia de otros edificios públicos, como los teatros, son muy pocos los ejemplos que nos han llegado.

En toda la antigua provincia de la Bética se han conservado cinco anfiteatros, vinculados a espacios urbanos monumentalizados y quizás el caso de Berja es el único que permite ver de forma muy clara hasta dónde llegó la influencia en las costumbres de todos los habitantes del Imperio, incluso en aquellos territorios menos poblados.

El anfiteatro de Berja se encontraba a las afueras de la ciudad, es uno de los más pequeños y su planta, a diferencia de los otros que suele ser una elipse, es ovalada. Está excavado en la roca pero se ve con claridad dos entradas contrapuestas –al norte y al sur– y la zona que ocupaba la arena, que debía estar hueca para colocar todas las infraestructuras. Se identifica una plataforma perimetral que sería el pódium, es decir, el lugar destinado para los personajes más ilustres, y el hueco que hay excavado en una de sus paredes formaría parte del cubículo, espacio destinado al más destacado de todos ellos. Las gradas eran de madera. Al pasear por su interior podemos hacernos una idea aproximada de cómo debió ser el edificio en el siglo II d.C.

De Vergi a Barya

No sabemos con certeza cuándo empezó a despoblarse la antigua Vergi. Lo que sí conocemos es que tras la invasión islámica del año 711 d.C. se asentaron en su solar tribus procedentes del Yemen, empezando un nuevo periodo en la historia del yacimiento. Se produjeron cambios tan importantes que son la base del paisaje actual de la baja Alpujarra: incorporaron el regadío y nuevos cultivos, se implantó la producción de seda y la construcción de importantes redes de aljibes para el ganado trashumante.

La población se organizó en alquerías, que se encontraban bajo la jurisdicción de un castillo, formando una unidad de gestión territorial, conocida como taha. Escaseaban las ciudades, y solo destacó como medina Villavieja.

Los restos que podemos ver en el conjunto arqueológico forman parte de las murallas y torres de las defensas de la alcazada y de la ciudad, además de sus aljibes. A pesar de que no se han realizado excavaciones, viendo las dimensiones del recinto somos capaces de intuir la riqueza arqueológica que aún atesora.

Barya, es decir, Berja, fue conquistada por los Reyes Católicos en 1489 y a pesar de que fue donada en señorío al destronado Boadbil tras la entrega de Granada en 1492, su pronta marcha al Norte de África hizo que volviera a manos castellanas. Desde entonces, Villavieja quedó abandonada y surgió la floreciente Berja de hoy día.

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