El último espartero de Güéjar Sierra
Manuel Rodríguez heredó nombre y oficio de su abuelo para mantener una tradición secular que ahora desaparece lentamente
Invierno. Sentados en la chimenea, que es cuando se trabajaba el esparto en casa porque el abuelo Manuel no podía trabajar en el campo por el frío y las lluvias –es que antes hacía muy mal tiempo, ¿sabes?–, Manuel nieto aprendió los secretos que se encierran dentro de los manojos de esparto. «Mi abuelo aprovechaba estos momentos y los dedicaba al esparto». Era la década de los años sesenta, y aunque estaba ya mayor y jubilado cultivaba para el consumo familiar y aceptaba encargos para trenzar aperos. «Yo no me separaba de él, porque vivíamos en la misma casa, hasta que un día me hizo una cuerdecilla para trenzar el esparto y me gustó. Eran parecida a las trenzas del pelo, de tres hilos. Yhasta hoy».
«Desde el primer momento me gustó. Y el abuelo, encantado. Tenía nietos mayores que yo y ninguno le hizo caso. Era el único, y eso que tenía ocho nietos». Poco a poco, le fue preparando cosillas más complicadas. «Aprendía rápido. Era muy espabilado. Fíjate que tenía ocho años cuando murió mi abuelo y ya sabía toda la técnica necesaria para trabajar el esparto». Con ocho años desapareció su abuelo, que fue su maestro, pero le dejó en herencia el oficio, y el nombre completo. De Manuel Rodríguez González a Manuel Rodríguez Rodríguez, ambos de la localidad de Güéjar Sierra.
Pasó el tiempo y con 17 años comenzó Manuel en la obra y el esparto se quedó como la gran afición de los ratos libres, los fines de semana y festivos, «porque me gustaba mucho». Nunca pensó en dedicarse solo al esparto, porque no da para vivir. «Pero siempre lo he tenido como una afición». Los tiempos cambiaron, y mientras en la época de su abuelo, «sí le sacaba dinerillo para completar la renta porque era muy útil para el campo».
Manuel recuerda ahora que entonces las cuerdas y todos los aperos de labranza eran de esparto. Por ejemplo, las espuertas, los cerones, aguaeras, las cuerdas para cargar las bestias, los frontiles para las cabezas de las vacas para que al arar no se hicieran daño en la frente, soplaores para la lumbre, los esterillos para limpiarse los pies cuando entrabas en la casa. Ymucho más. «Las garrafas del agua iban forradas para que se mantuvieran más frescas porque el esparto es muy buen aislante. Se tiraba el agua sus buenas horas frescas». También menciona las pleitas, «que son los moldes para hacer los quesosque hacen los pastores. Y las vendía y se sacaba sus dineros. Las hacía por encargo».
La jubilación
Pasa el tiempo y llega la jubilación, que es la segunda parte de la historia de Manuel y el esparto. «Ahora, como tengo más tiempo, me dedico todos los días al esparto. Me encanta, y me he liado a hacer cosas más grandes, porque tengo la experiencia de la obra de tantos años». Así es. Si Manuel ve algo que le gusta, le saca fotos, mide y saca la escala para que le quede perfecta y alineada. La foto además, le sirve para los detalles.
Así ha creado sus dos trabajos principales. Uno es la recién terminada fachada de la Catedral de Granada. El segundo es la Basílica de las Angustias. En la primera ha empleado unos cuatro meses y algunos días, pero a tiempo completo. «Desde el punto de la mañana, después de tomar café a las nueve; hasta que mi mujer pone la cena a las nueve de la noche y me dice: 'Manuel, déjalo ya'». Se han empleado de material unos doce manojos de esparto y un saco y medio de farfolla, que es la cáscara del maíz. El resultado le ha gustado mucho a Manuel. «Ha quedado fenómeno». Por lo que se está animando a continuar la fachada de las Pasiegas para incluirle todo el lateral de la calle Cárcel Baja que presenta la magnífica Puerta del Perdón, «que me encanta y es preciosa».
La otra joya de Manuel el espartero es la Basílica de las Angustias. Manuel empleó dos meses y medio con igual nivel de trabajo y otros tantos manojos de esparto y de farfolla compañera. En ambos casos, no les ha dado publicidad, con lo que ni tan siquiera sabe si están a la venta. «Aunque veremos a ver. Porque si alguien me las compra tendría que hacer otras, ya que mi hija Alba ha dicho que se queda con las dos. 'Papá, no las vendas que son para mí', me ha dejado claro». Respecto al futuro del esparto, lo ve complicado. «No hay jóvenes que les guste aquí en Güéjar Sierra. No conozco a nadie que quiera seguir con el esparto». Manuel estaría dispuesto a compartir su conocimiento. «No siento que sea una obligación, pero si alguien se interesa echaría los ratillos con él». Justo como hizo su abuelo.
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