La noche más corta del año en La Alpujarra: San Juan, los ritos y las leyendas
En otros tiempos, se curaban algunas docencias en la noche mágica y las brujas del 'Tajo de la Cruz' de Lanjarón y las de las cuevas de Soportújar celebraban rituales y cánticos maléficos para divertirse a su manera
Rafael Vílchez
Sábado, 20 de junio 2020, 20:08
Existen multitud de leyendas y rituales para encontrar el amor, atraer la fortuna y gozar de buena salud en la noche de San Juan Bautista, la más corta del año. El solsticio de verano es mágico, o eso dicta la tradición. Agua, tierra y fuego son los tres elementos sobre los que gira esa noche. El agua se relaciona por lo general con la cura de enfermedades y la fertilidad femenina; la tierra, con el amor, y el fuego con la purificación. Al fuego de las hogueras se le atribuye una función purificadora en la noche de San Juan. También el rocío de esa noche mágica asegura salud y belleza. La noche más corta del año y el solsticio de verano está plagada de leyendas y ritos que con el paso del tiempo van desapareciendo.
Se dice que para que una promesa se mantenga fiel con su amada de por vida hay que hacer una pequeña cruz en el tronco de un árbol durante la noche de San Juan. Si se salta una hoguera esa misma noche siete veces el fuego brindará protección durante todo el año. Antiguamente para que un deseo se hiciese realidad había que colocar nueve flores distintas y de cualquier tipo bajo la almohada en la noche de San Juan.
En la Edad Media, muchos alpujarreños curaban sus males, salvaban sus cosechas y fortalecían su sabiduría en la noche de San Juan. Lanjarón gozaba en toda España de ser un punto diabólico congregador de cenáculos y enclaves endemoniados. Las brujas y hechiceros concelebraban añejos cánticos y viejos rituales maléficos en los enclaves del 'Tajo de la Cruz', donde se decía que se escuchaba el tintineo de una campana misteriosa. Y lo mismo pasaba en algunos lugares de Cáñar, Soportújar, Trevélez, Olías, Bubión, Ferreirola, etcétera. También se dice que quien se bañe con rocío de la noche de San Juan quedará bendecido durante todo el año. Una ramita de muérdago bajo la almohada dará buena suerte.
Algunos alpujarreños adquirieron de los brujos sabias fórmulas para hacer el bien y el mal. Estas personas aprendieron muchas cosas: a curar algunas dolencias pasando al niño enfermo por una mimbre en la noche de San Juan, que en luna creciente no se podía matar un cerdo ya que la matanza se podría, ni sembrar ajos en la creciente de enero porque la tierra lo rechazaría. Además, para poder arrancar las cebollas era obligado avenirse con la menguante de agosto, los hechiceros decían en sus libretos de fortuna que las mujeres lactantes no podían beber en la misma vasija ya que una de ellas le robaría la teta, la doncella menstruante no podía subirse a una higuera por que agotaría la planta y así toda suerte de artimañas y trucos.
Hace años en Cáñar, Lanjarón y otros pueblos al dar las doce de la noche del día de San Juan Bautista cortaban una rama de mimbre que casi la rompían por un extremo para, y acto seguido, acoplar una cuña de la misma rama y envolverla con barro y un trapo. Después la clavaban en el suelo del huerto o junto al río u otro lugar apartado. Acto seguido, a un lado se ponía un hombre llamado Juan y al otro lado una mujer llamada María que sostenía en sus brazos al niño que estaba herniado. Entonces Juan le decía a ella: «dámelo, María», y ella le respondía: «tómalo Juan, te lo entrego partío y sano se tornará por las tres personas de la Santísima Trinidad». Y si la cuña verde y la punta de la mimbre no se secaban el niño sanaba. Parecidos ritos con mimbres y zarzas también se realizaban en la noche de San Juan para curar algunas dolencias.
También en otros pueblos de La Alpujarra se curaba la tartamudez, la tiña y el estrabismo en la he de San Juan con ritos semejantes. La madre del niño se colocaba a un lado de una zarza y pasaba a su hijo por encima de ella, diciéndole a la madrina que se situaba al lado opuesto lo siguiente: «yo te lo entrego y que se quede su mal en esta zarza», a lo que respondía la madrina: «y yo lo recibo. Amén».
Antiguamente a las doce de la noche de San Juan se rompía un huevo de gallina negra puesto el mismo día 24 de junio y se colocaba en un vaso de cristal al sereno y a la mañana siguiente aparecía la imagen de un barco velero. Se decía también que el agua colada en la que se había realizado el fenómeno tenía virtudes curativas y por eso se guardaba en un recipiente. También, en otros pueblos la fertilidad de la tierra se conseguía enterrando en ella un pedazo de vela que había ardido en la noche de San Juan. El cocimiento de berros y la bebida de ese líquido colado atraían de inmediato la fertilidad de las mujeres que tenían problemas para quedarse embarazadas.
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