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Encarna, de 91 años, sentada bajo un grafiti dedicado a la trilla, en Dólar. TORCUATO FANDILA

Las mujeres del campo de Granada graban su color en la historia

El Marquesado del Zenete, en la comarca de Guadix, crea la I Ruta de Grafitis de España orientada a la igualdad, la violencia de género y la educación

sandra martínez

Sábado, 18 de diciembre 2021, 23:07

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La historia y las verdaderas raíces de los pueblos no pueden entenderse sin la función esencial que desempeñaban sus mujeres. Y es en estos oficios de las mujeres rurales del Marquesado del Zenete donde los alcaldes de los municipios vieron una oportunidad para poner en valor su papel esencial en el desarrollo de la sociedad de la época. Junto a sus maridos, se dedicaban a las tareas del campo, pero estas, además, cuidaban de sus hijos, esposos y realizaban las labores del hogar.

Un claro ejemplo de ello es Lola, que ha pasado casi toda su vida, desde que era una niña, dedicándose a la recogida de la castaña en Jerez, donde todavía las personas mayores conservan distintos castaños de su propiedad esparcidos por el territorio del pueblo. De pequeña, realizaba esta labor con su madre, y, de mayor, con sus hijos.

Vareaban las ramas de los árboles y una vez ubicados en el suelo los erizos, los abrían y así llenaban cestas y cestas de mimbre que, posteriormente, vendían en los mercados o a los vecinos. Sin embargo, ella misma explica cómo ha cambiado el oficio y su consumo con el paso de las décadas, aunque esto no significa que hayan dejado de lado. «Antes realizábamos la recogida para obtener un beneficio económico o para consumo propio. Ahora, apenas las vendemos, son para regalarlas a los amigos o para nosotros», explica.

Tres de las protagonistas de los grafitis, en Albuñán. T. F.

Al igual que Lola, Encarna, de 91 años, se ha dedicado toda la vida a la trilla en Dólar. Practicado de forma tradicional entre los habitantes del municipio, estos se encargaban de realizar la actividad que consistía en, tras la siega, retirar el grano de la paja. Una función que enseñó a sus cinco hijos y que realizó durante más de 40 años junto a su marido. «Lloviese o hiciese más o menos frío, no faltábamos ni un día. La trilla era el trabajo de la mayoría de las mujeres de aquí», asegura.

De este modo, enganchaban el trillo, una especie de tablón con ruedas de sílice o acero a los caballos para trillar la parva bien desde el centro de la era o bien subido en el propio trillo. Una vez que Encarna terminaba este proceso, paraba para almorzar dejando que la parva se calentase de nuevo al sol. Esto hacía que desapareciera la humedad y facilitaba la separación del grano limpio de la paja.

La paja era apartada con las horcas hacia los bordes de la era, y parte de ella se seleccionaba para rellenar los colchones de las casas o las camas del ganado. La complejidad del proceso dependía del tipo de cereal pero, por ejemplo, en el caso del trigo, una vez separada la paja era necesario continuar con la trilla del grano.

«Uno de los objetivos es que las nuevas generaciones conozcan la vida de sus abuelos y bisabuelos en los pueblos»

Para hacer conocer las historias personales de mujeres como Encarna o Lola, los alcaldes de los pueblos que conforman el Marquesado observaron que no había en España ninguna comarca que contase con murales en todos sus pueblos y decidieron desarrollar una ruta de grafitis basados en educación, igualdad y violencia de género. «Tras este punto de inflexión, quisimos realizar un recorrido por los municipios que englobase grafitis de los tres ámbitos, así que decidimos ponernos manos a la obra y contactar con mujeres con oficios tradicionales de los lugares y con artistas que estuvieran dispuestos a desempeñarlos», indicó el presidente de la Mancomunidad del Marquesado, José Ángel Pereda.

Mientras que en Jerez, muchas se dedicaban a la recogida de castañas, en Alquife, otras tantas iban a la mina. En Aldeire, eran conocidas las lavanderas del río; en Dólar, las mujeres de la trilla y, en Albuñán, las encargadas de organizar las matanzas. En su momento fueron el principal motor económico del territorio, por lo que uno de sus principales objetivos con esta ruta es que no se pierdan las tradiciones ni las costumbres de los municipios y que «las nuevas generaciones conozcan la vida de sus abuelos y bisabuelos en los pueblos».

T. FANDILA

Muchos de estos oficios han mermado, pero todos ellos siguen haciéndose, aunque de forma mecanizada, como es el caso de la trilla o la siega de los cereales en Lanteira. Incluso las matanzas tienen a día de hoy lugar entre sus vecinos, lo que hace que cada año todavía mantengan esta tradición. «Hace años, en época de matanza, nos reuníamos todas las mujeres del pueblo con nuestros hijos. Ahora, las seguimos realizando, pero probablemente esta costumbre ya no seguirá en nuestros nietos y esto, al final, hace que se pierda gastronomía», explican algunas de las vecinas de Albuñán.

«Si por algo estamos luchando, es por desarrollar todas estas actividades en nuestros pueblos y por ofrecer cada vez más oportunidades culturales. Nuestro objetivo es poner en valor nuestro patrimonio y la ruta de los grafitis es una magnífica forma de hacerlo», destacó José Ángel Pereda.

Desarrollo de los murales

Para la creación de estos murales, los pueblos volvieron a hacer su magia. Estos hacen que, a veces, uno encuentre a personas que abran las puertas de sus casas, cuenten sus historias y vivencias, y acojan a uno como si fuera un vecino más al que conoce de toda la vida. Y esto es, precisamente, lo que experimentó Mónica Gómez, una de las ocho grafiteras encargadas de llevar a cabo las representaciones. «He tenido la suerte de pintar en la mayor parte de los pueblos de la comarca y es de los sitios donde me he sentido más a gusto», afirma. Ha dedicado una media de dos días por mural y, en todos ellos, ha tratado de reflejar el mensaje concreto de la vida en la comarca y la igualdad a través del trazado y el color de sus representaciones.

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Las mujeres del campo de Granada graban su color en la historia