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Antonio Torres, 'hijando' las crías con las nodrizas. JORGE PASTOR

Antonio Torres, pastor: «He dormido más con las ovejas en el campo que en la cama de mi casa»

VIDAS DE CAMPO (V) ·

Este cabrero vende su rebaño en Orce tras cuarenta años cuidando cordero segureño: «El pastor de garrote debería estar protegido»

Jorge Pastor

Granada

Jueves, 27 de febrero 2020

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El bullicio en el bar de Mari Cruz, en la plaza Nueva de Orce, comienza a las seis de la mañana. Paco, el dueño, abre temprano porque, nada más levantar la persiana, empiezan a llegar agricultores que se toman el carajillo antes de meterse en faena. «Éste es un punto de encuentro», comenta Antonio Torres, ganadero de cordero segureño, antes de subirse en el todoterreno que le llevará hasta su finca. Cinco minutos de viaje que Antonio hace con la ventanilla bajada pese a que el termómetro de su propio coche marca dos grados bajo cero. «Está usted fuerte», le espeta el periodista. Y Antonio, que capta el mensaje al vuelo, sube el cristal y esboza una leve sonrisa.

«Hoy hace demasiado frío para sacar el rebaño temprano», comenta mientras raya con la punta del dedo el agua helada del abrevadero. Hasta que los rayos del sol no calienten la Cañada del Lechado, donde pastan todos los días sus reses (550 ovejas y 30 cabras), las mantendrá en el establo. La primera labor será «hijar» los corderos. Es decir, localizar a las crías que no han mamado y 'enchufarlas' a la ubre de una de las nodrizas.

Antonio trabajando en la nave donde tiene estabulado su rebaño, en la Cañada del Lechado. JORGE PASTOR
Imagen principal - Antonio trabajando en la nave donde tiene estabulado su rebaño, en la Cañada del Lechado.
Imagen secundaria 1 - Antonio trabajando en la nave donde tiene estabulado su rebaño, en la Cañada del Lechado.
Imagen secundaria 2 - Antonio trabajando en la nave donde tiene estabulado su rebaño, en la Cañada del Lechado.

Así empieza todo. «Se necesitan unos nueve meses para que uno de estos ejemplares haya crecido lo suficiente para venderlo». Unos cinco meses de gestación y otros cuatro de cría, con todos los gastos que ello conlleva. «Y después tan sólo nos dan cincuenta euros por cabeza, sesenta en vísperas de Navidad», lamenta Antonio que, después de más de cuarenta años dedicado a la ganadería en cuerpo y alma, busca comprador para su cabaña. Ninguno de sus hijos continuará con el 'negocio'. «Yo les marqué dos caminos, uno el de los estudios y otro el del campo, y los dos optaron por el primero». Uno es profesor de Historia y la otra se gana la vida como maestra. «Mi legado ha sido proporcionarles los recursos para que puedan hacer una carrera», refiere con orgullo.

Cuarenta años de madrugones

La intención de Antonio es retirarse tras cuatro décadas de madrugones, pero también de hermosas experiencias. «He dormido más en el campo con los animales que en mi cama», dice Antonio recordando aquellas noches de verano pernoctando bajo el cielo estrellado de Orce, cuna de los primeros pobladores de Europa. «Ellas eran felices porque el calor y las moscas no les dejaban comer, y yo también era feliz porque disfrutaba del fresquito». Tiempos aquellos en que su trabajo y su sacrificio estaban mejor remunerados. La carne de caprino cotiza a la baja para los productores. «Las cuentas no salen». La frase más repetida por los profesionales de la tierra en estos tiempos de crisis y tractoradas. A lo que hay que sumar mil y una trabas administrativas.

Galería. Antonio vigila las reses mientras pastan en el campo.

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Galería. Antonio vigila las reses mientras pastan en el campo. JORGE PASTOR

«Por lo pronto –dice Antonio– hay que cumplir un listado de veintidós condiciones, y todas pagando». Bajo su punto de vista, el 'pastor de garrote' debería estar protegido como están los monumentos. «No sólo son la medida más eficaz contra los incendios, sino que además son es el mejor semillero para la naturaleza», enfatiza.

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