La prisión de Albolote, el escondite con rejas de los delincuentes
Atracadores y narcotraficantes... estar en prisión no es un obstáculo para seguir cometiendo delitos
Uno de los presuntos atracadores a salones de juego detenido el pasado mes de marzo cumplía condena en un centro de internamiento para menores, aunque ya tenía los 18 años. La Guardia Civil puso patas arriba su celda buscando pruebas de ropas u objetos capaces de poder incriminarlo en los hechos delictivos de los que está acusado. No es el único caso.
«No suele ser muy frecuente, pero sí se registran casos de internos que aprovechan sus permisos de fin de semana o en Navidad para cometer más delitos. No es la norma general porque estos presos se juegan mucho si los cogen, pero sí suele pasar», apunta un policía nacional consultado por este periódico.
Una semana después de la detención del joven de 18 años que cumplía condena en un centro de menores, la Guardia Civil arrestó a otro individuo de 17 años que aprovechaba sus permisos de otro centro de reforma para cometer robos violentos en La Zubia y Atarfe. «Muchos pueden creer que la cárcel es un buen escondite, pero olvidan que en nuestras investigaciones nos podemos encontrar con una huella, con imágenes de cámaras de seguridad capaces de revelar la identidad de una persona, con restos de ADN o simplemente con alguna información que nos llegue sobre la autoría de cualquier delito, y ante una evidencia de este tipo, la cárcel deja de ser un buen escondite para los malos», comenta el policía nacional consultado por este periódico.
Los detenidos aprovechan las visitas para expresar a terceros el rumbo de operaciones
Aunque al Estado no le salen gratis estos delitos, la máxima responsabilidad de una persona privada de su libertad recae sobre Instituciones Penitenciarias mientras el preso permanece en la cárcel. En el estudio 'Responsabilidad Patrimonial de la Administración Penitenciaria. Algunos Criterios Jurisprudenciales', de Javier Nistal Burón, se recogen distintas sentencias en las que Instituciones Penitenciarias ha tenido que correr con las responsabilidades civiles y patrimoniales por los daños cometidos en delitos por presos durante sus permisos penitenciarios.
Lo más increíble que se ha registrado en los últimos años no era gente que cometiera delitos durante su estancia en la calle, sino que desde dentro de la prisión presuntamente cometía la infracción penal. La Guardia Civil investigó por tráfico de drogas a un matrimonio de Huétor Tájar, en 2014, que supuestamente dirigía desde el penal de Albolote a un clan de narcotraficantes que operaba en Huétor Tájar y distribuía cocaína en la zona del Poniente granadino. La Policía Judicial de la Guardia Civil desarticuló esta banda, incluidos los dos cabecillas que dirigían la organización desde el que ellos creían que era el mejor refugio que puede tener un delincuente, la cárcel, en este caso, la de Albolote.
Pero, ¿cómo desde una prisión se puede mercadear con droga a gran escala? «Aprovechando las visitas para expresarle a terceros el rumbo de las operaciones, mediante comunicación escrita o llamadas telefónicas. Además, no debe olvidarse que en la prisión abunda bastante el personal dedicado al tráfico de drogas, algunos a gran escala y se las saben todas», advierte un funcionario de la prisión de Albolote.
Los presos que cometen delitos durante sus permisos son una minoría
Los dos líderes de esta banda de presuntos narcotraficantes estaban en la cárcel de Albolote y era desde la prisión desde donde movían los hilos para efectuar las distintas operaciones de compra y venta de cocaína. Los dos líderes del clan, hombre y mujer, eran los padres de algunos de los arrestados y precisamente estaban cumpliendo condena por delitos contra el tráfico de drogas en aquel entonces. Una forma de pasar desapercibido y no levantar sospechas ante los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
«Tampoco debe olvidarse el mercadeo existente de teléfonos móviles en la cárcel, aunque en la prisión de Granada hay inhibidores que bloquean en distintas zonas del penal la posibilidad de efectuar una llamada», explica.
Una banda de presos
No sólo hay presos que de forma aislada cometen delitos durante sus permisos.También hay bandas que lo hacen. La operación Encu, bautizada así por la Guardia Civil en junio de 2017, permitió desarticular un grupo criminal muy activo que, entre los meses de febrero y mayo de ese año, robó en 27 establecimientos de hostelería de la provincia de Granada.
Esta banda estaba integrada por cinco individuos que aprovechaban los permisos penitenciarios de fin de semana para robar. Tres de ellos eran los que se encargaban de perpetrar las acciones, mientras que los otros dos les prestaban cobertura.
Los presuntos ladrones detenidos en Santa Fe y Granada eran tres individuos de entre 33 y 46 años con numerosos antecedentes policiales y que hoy siguen ingresados en la cárcel de Albolote. Los otros dos integrantes de esta banda fueron investigados en la localidad de Fuente Vaqueros. Aprovechando sus permisos penitenciarios de fin de semana, los detenidos robaban un coche y durante las noches del sábado y del domingo recorrían los municipios del área metropolitana granadina, de La Alpujarra y de la comarca de Loja, escogían un bar, forzaban la entrada y sustraían las cajas registradoras y los cajetines de las máquinas tragaperras.
«Sólo podemos hacerlo con aquellas personas que están a nuestro alcance, uno o dos funcionarios para todo este trasiego no es suficiente»
Cada semana se registran más de dos centenares de comunicaciones entre los presos y sus familias, vis a vis, o a través de cristales. Hay unos 1.350 internos en estos momentos en la cárcel de Albolote. Pero la falta de personal impide cachear o pasar por el aparato de rayos X a toda esta gente e incluso a los internos que regresan de permiso. «Sólo podemos hacerlo con aquellas personas que están a nuestro alcance, uno o dos funcionarios para todo este trasiego no es suficiente». El funcionario de la prisión de Albolote consultado por este periódico subraya que la prisión de Albolote, como las del resto del país, son «auténticas universidades del delito» y ello conlleva «una puesta en común de cómo se cometen ciertos delitos, de dónde conseguir armas, de cómo traficar con droga y así podríamos seguir con una lista larga y de tanto catedrático licenciado en el delito se aprende rápido».
También es cierto que los presos que cometen delitos durante sus permisos son una minoría. No hay ningún dato estadístico al respecto, pero sí es conocido que la reincidencia de los reos cuando quedan libres no suele superar el 40% y la tasa de quebrantamientos de permisos a nivel nacional no supera el 1% de los casos según datos judiciales; en 2017 sólo ocho presos de Albolote no volvieron tras un permiso. Hay delincuentes que han convertido las rejas de la cárcel en su guarida, aunque les sirva de poco.
Dos mil permisos penitenciarios al año de media
El Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Granada concede una media de dos mil permisos, de media, a presos de la cárcel de Albolote cada año. Muchos de ellos suelen llegar en Navidad y verano.La práctica totalidad de esos días de libertad para los condenados del penal alboloteño se consumen sin mayores problemas, más del 99,5% no quebranta este permiso y un porcentaje muy similar no delinque durante sus días de libertad mientras cumple su pena. Aunque también los hay que no necesitan salir de permiso para cometer un nuevo delito. Los servicios de Información de la GuardiaCivil de Granada detectaron a un preso yihadista que cumplía condena en la prisión de Albolote que fue investigado por intentar radicalizar a otros internos del penal seguidores del Islam. Este individuo, según la información facilitada en aquel momento, formaba parte de una red más amplia montada entre presos yihadistas de distintas cárceles.
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