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Juan de Dios y Sally, a la que está educando. En la imagen pequeña, el agente en una intervención policial hace dos décadas. Pepe Marín

El 'perrero' se despide de la Guardia Civil

Juan de Dios Alonso se jubila tras 45 años en el cuerpo, la mayoría de ellos en el servicio cinológico de la Comandancia de Granada, donde ha dejado una huella imborrable: «He sido muy feliz»

Laura Velasco

Granada

Miércoles, 3 de septiembre 2025, 23:38

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De primeras, admite, le cae mal a todo el mundo. «Hay que decirlo, tengo mucha malafollá», asegura mientras remueve el café. Cuando lo conocen en profundidad, acaban cogiéndole cariño. «Tendré mis detractores, pero, por lo general, me he sentido muy querido», confirma con una sonrisa de oreja a oreja. Es de esas personas que no dejan indiferente a nadie. Raro es el que no lo conoce en la Comandancia de la Guardia Civil de Granada, la que ha sido (y será siempre) su casa. Estos días le están dando más besos de la cuenta y el móvil se le cae abajo de mensajes. Juan de Dios Alonso Pérez, el mítico agente del servicio cinológico, se jubila después de 45 años. El 'perrero', como le gusta que lo llamen, hace balance de una vida profesional que volvería a repetir mil veces: «He sido muy feliz».

Echa la vista atrás mientras desayuna en la cafetería de la Comandancia. Lleva puesto el uniforme y más de uno se asombra al verlo así. Él, que siempre que puede se planta su camiseta, anda estos días más elegante que nunca. Está siendo una semana intensa. «Ya he llorado dos veces», afirma. Mira al suelo. Sabe que le quedan unas cuantas lágrimas por derramar. De emoción, por supuesto, pero sobre todo de pena. «Yo hubiera seguido trabajando mucho más», reconoce. Tiene 65 años. Entró en el cuerpo con apenas 19 primaveras, en una época bien diferente. Dado que no había móviles, la Guardia Civil fue a su casa a informarle de cuándo sería el examen de acceso -y, de paso, a investigar en persona si era trigo limpio, como se solía hacer-. Aprobó sin complicaciones y puso rumbo a Baeza.

Sus primeros seis años los desarrolló en el ámbito de la Seguridad Ciudadana en Torla (Huesca), una localidad que por aquel entonces contaba con 250 habitantes censados. «Había muchas chicas jóvenes que se interesaban por los que llegábamos nuevos, pero yo iba con mi novia, era la que me gustaba. Yo la quería a ella», afirma contundente. Habla de Rosa, la que a día de hoy es su mujer, que no dudó en mudarse con a él a aquel pueblecito perdido. Empezaron a salir cuando tenían 15; ya llevan juntos la friolera de 50 años.

Juan de Dios en la Comandancia y en una operación del pasado. Pepe Marín
Imagen principal - Juan de Dios en la Comandancia y en una operación del pasado.
Imagen secundaria 1 - Juan de Dios en la Comandancia y en una operación del pasado.
Imagen secundaria 2 - Juan de Dios en la Comandancia y en una operación del pasado.

En Torla también nacieron sus dos hijos, Juan de Dios y Rosa. Hacía tantísimo frío que una noche su hijo, que siempre ha sido muy caluroso, sacó la mano por la ventana y se le puso morada. «Pensé: el primer destino que salga para irme, lo pido. Y publicaron el de guía de perros de explosivos». No tenía grandes esperanzas en ser elegido, pero, contra todo pronóstico, entró. Aún recuerda aquella pizarra en la que apuntaron las vacantes internas. 'Granada-1'. Esa plaza fue para él. Tenía 26 años.

El impacto de ETA

Fueron tiempos difíciles. ETA estaba en pleno apogeo y Juan de Dios y sus compañeros eran reclamados hasta cuatro veces al día por posibles amenazas, mochilas o paquetes abandonados. «No había móviles, teníamos un busca. Recuerdo perfectamente cómo sonaba», cuenta. Actuó en diversos atentados en la provincia de Granada. «Mi perro detectó el explosivo del Aquatropic de Almuñécar, pero no dio tiempo a desactivarlo. Afortunadamente, estaba todo desalojado y no pasó nada», apostilla.

Le preguntamos si pasó miedo en algún momento. «Fuimos a unas torres que estaban minadas. El perro no paraba de dar vueltas. Conseguí cogerlo y dimos marcha atrás intentando pisar por el mismo sitio por el que habíamos avanzado. Me hice literalmente pis en el pantalón del miedo», recuerda. Los artefactos resultaron ser botes de humo para la ocultación de unos tanques; eran maniobras del Ejército de las que no habían informado.

En los últimos años, por fortuna, el trabajo ha sido bien distinto. «Hemos tenido casos reales de artefactos caseros, pero pocos, casi todos los que hallamos son falsos. Aún así, nos los tomamos como si fueran amenazas de verdad», insiste.

Los mejores compañeros

Ha tenido suerte, los perros «le han durado mucho, una media de diez años», quitando alguna excepción. Ha trabajado con cinco animales. Al hablar de ellos, cambia el tono a uno más serio. Derrocha respeto. «Nunca discuten, siempre te dan la razón, nunca te delatan. Hagas lo que hagas, te besan, te acarician. Son los compañeros más fieles que se puede tener», confiesa emocionado. Siempre se rodeará de ellos. Ahora tiene en casa una a la que está adiestrando. Sospecha que, en el futuro, el servicio cinológico se la acabará pidiendo.

Estos días tiene los sentimientos a flor de piel. Sus otros compañeros, los de carne y hueso, le están colmando de cariño. «He tenido suerte, me he rodeado de buenas personas», admite. La Comandancia siempre será su casa. No ha asimilado cómo será su nueva vida sin trabajar allí. «Soy patrullero y siempre lo seré», recalca. Afronta la jubilación con la resignación de quien no quiere irse, pero con la tranquilidad del trabajo bien hecho. «Mi mujer me propuso el otro día que vayamos a Almería y le he dicho que cuando quiera. Ahora tengo todo el tiempo del mundo», afirma entre risas. Un merecido descanso del 'perrero' más querido de Granada.

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