El Paseo del Salón, un laboratorio a cielo abierto
La Noche Europea de los Investigadores llena de curiosidad a cientos de personas que pasan por los stands junto al Genil
Leticia M. Cano
Sábado, 27 de septiembre 2025, 00:37
El sol se despidió lentamente sin que nadie lo notase, mientras la noche se coló a escondidas en el Paseo del Salón. Un lugar donde se perdió la noción del tiempo y del espacio. La avenida se convirtió en un laberinto de laboratorios al aire libre. Se escucharon tintineos de vidrio, se percibieron aromas de experimentos recién hechos, se cruzaron miradas de curiosidad y se palpó la emoción de aprender tocando, probando y descubriendo. Al final, la intención era que el recuerdo dejara un buen sabor de boca que acompañó a los científicos hasta la cama. La Noche Europea de los Investigadores quiso vestir a la ciudad con bata blanca. La fórmula para conquistar a los granadinos ya estaba escrita y no hubo hueco para hipótesis, pues las conclusiones fueron más que evidentes.
El acto inaugural comenzó a media tarde, cuando los más impacientes comenzaron a desfilar por la calle. Los responsables y organizadores dieron el pistoletazo de salida a una noche que se celebró en 400 ciudades europeas de forma simultánea. El sonido que emitía la Fuente de las Granadas intentó opacar el murmullo que crecía por minutos. Frente a ella, el primer stand de los 31 que estuvieron organizando más de 200 actividades durante toda la tarde. Cifra que, junto a la treintena de instituciones que participaron, batieron récord en la ciudad.
El córner infantil
Ruletas educativas, juegos de ingenio, manualidades, fuego, fricción e ilusionismo. «La idea es que crean que se trata de un truco de magia y luego se les explica que tiene un sustento científico», explica César Elvira, uno de los investigadores que se encontraba en un stand infantil. 'Kid Corner' era el resguardo de los más pequeños. Este lugar, compuesto por seis carpas, se pensó para ellos con el objetivo de fomentar vocaciones científicas.
Misión que, Nazaret García, estudiante de Biología y voluntaria por tercer año consecutivo, cumple a la perfección. Con paciencia y delicadeza explica a los más pequeños las actividades de ingenio. «Es la primera vez en tres años que veo esto», dice alucinada. Dos niños consiguen separarse de la cuerda que les une. Una actividad «bastante difícil» que la deja sin palabras. «Probando, probando y probando lo han conseguido», confiesa orgullosa la madre de los pequeños. Y es que la ciencia siempre sorprende. Más si se trata de experimentarla en suelo granadino. «Aquí nada se resiste», sueltan sonrientes.
Entre las carpas también hay hueco para jugar a bádminton y para montar en bicicleta. «El objetivo es que aprendan sobre las señales de tráfico, tengan más seguridad y control», detalla Iris Díaz, investigadora sobre movilidad activa del desplazamiento en bicicleta y a pie. «Para y estira tu mano derecha hacia esa dirección», indica en repetidas ocasiones a los pequeños en las intersecciones realizadas con conos. El 'Stop' tiene que cumplirse y todos dan vueltas al circuito hasta ejecutar las nociones aprendidas.
Cirujana por un instante
Los adultos también tienen su hueco y no es pequeño. Charlas, ejercicios prácticos e inmersión gracias a la realidad virtual. En uno de los stands, Raquel, con grandes dificultades, pasa a ser cirujana unos instantes. «Tienes que operar al paciente ya. No puede esperar», le indican. Con una sonrisa que nace de la vocación logra extirpar en vivo y en directo el páncreas de su paciente. «Tenía un tumor», le diagnostican más tarde. De esta forma, se adentran un poco en la realidad de la profesión. «Has salvado una vida», le celebran.
La cara de Raquel es un viaje suspendido entre el pasado y el futuro. Tiene la expresión de una niña curiosa, de esas que miran el mundo como si todo fuera nuevo, como si cada instante trajera un regalo inesperado. Juega con la posibilidad de aprender, de descubrir, de hacer preguntas sin miedo. Y, de la misma forma, se proyecta hacia adelante: en su mirada cabe el futuro que imaginaba, el sueño que un día, quizás, se cumpliría. Como ella, cientos de granadinos permiten transformarse por unas horas en algo distinto. Esta tarde de viernes son científicos improvisados, exploradores del detalle mínimo, salvadores de una vida que dependía de la ciencia y de la investigación.
Las estrellas anuncian el fin, como si se tratase del sol al amanecer, irrumpiendo el mejor de los sueños. Los granadinos despiertan en la noche. De allí nadie se va igual. Queda el recuerdo de haber tocado la ciencia con las manos y para algunos, queda la certeza de un destino. «Mamá, yo quiero ser científica», advierte Alejandra, de 6 años, mientras mira el fuego que sale de un experimento. Una vez más, en Granada, los sueños vuelven a cumplirse, y habrá quien recuerde esta noche como la chispa que encendió su nuevo destino.
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